Déjame pensarlo
—¿Está seguro? ¿Una maleta? —le preguntó al joven que vivía al frente de Eva.

—Sí, unas maletas le digo, señor —respondió el muchacho molesto; tenía rato diciéndole.

—¿Sabe a dónde fue? —le preguntó antes que el tipo le cerrara la puerta en la cara.

—No, señor —respondió para luego dejarlo hablando solo.

—¡Maldición! —resopló molesto, ¿dónde podía estar su secretaria? Sencillamente no podía solo irse y dejarlo lleno de trabajo.

Demetrio sintió un nudo en la garganta, había algo más que solo trabajo en sus sentimientos. Sentía su pecho latir con fuerzas y una opresión en su abdomen.

Volvió a subir a su auto y llamó a Antonio.

—Hermano, averíguame dónde viven los padres de Evangelina, por favor, para ya —colgó el teléfono y se fue directo a la mansión.

Entró dando un portazo. Parecía molesto, eufórico. Hizo una pequeña maleta y se sentó a comer algo en su gran comedor, esperando el recado de Antonio.

Por suerte, en la información que proporcionó Eva, estaba la dirección de sus padres en
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