—Demetrio Laurenti —dijo en recepción, sin mirar a la chica detrás.Evangelina puso los ojos en blanco «¿Por qué será tan jodidamente arrogante?» Pensó y Demetrio sonrió, parecía que podía leer sus pensamientos.—Una al lado de la otra, como pidió señor —Evangelina se sorprendió al ver las llaves doradas en las manos de Demetrio.«De nuevo ha pedido habitaciones, suites para él y para mí»—Vamos —le indicó con la mano, y por alguna razón Eva, estaba nerviosa. Desde el día de ayer el italiano no había dejado de atenderla de la mejor manera posible y eso, sin duda, le tenía los pelos de punta a la secretaría.—Descansa, vendré por ti en un rato —la dejó en la puerta de la habitación para él entrar a la de él.Evangelina se queda maravillada, por el gusto de aquella suite. Tenía una regadera en todo el medio de la habitación; las paredes eran de cristal, pareciendo que el baño estuviera al aire libre; La cama era enorme con sábanas blancas y tenía múltiples muebles por todos lados, ademá
Después de desayunar, salió a recorrer el hotel. Aunque, su entrepierna dolía un poco, caminó por los pasillos sin descanso. El hotel era hermoso, Eva miraba su alrededor sin poder creerlo, hasta que sus ojos se maravillaron al ver una hermosa piscina dentro de un gran salón.Se acercó ahí, queriendo entrar al agua, pero no llevaba traje de baño, así que solo se dispuso a mirar a los jóvenes que se lanzaban unos a otros divertidos.—¡Hey, fea! —escuchó que alguien la llamaba, pero, aunque sabía que era a ella que nombraban, no volteó a ver a los chicos.—¡Quítate esa ropa y sumérgete al agua! —volvió a escuchar de nuevo; apretó los puños molesta, por lo que decían los jóvenes que reían con gracia mientras se burlaban de ella.«No puede ser que no tengan respeto» Bufó.Intentó voltear, para irse, pero sintió como dos de los chicos, que no pasaban de dieciocho años, la tomaron para lanzarla al agua.—¡¿Qué les pasa?! ¡Suéltame! —gritó dando patadas, intentando zafarse.—Mándala al agua —
Apenas pisó Florida, un auto lo condujo a la clínica. Andrea era todo para Demetrio, si le ocurría algo, no lo iba a poder soportar.—¡Papá! —miró a Mássimo sentado con las manos en el rostro y se llenó de miedo—¿Cómo está mi abuelo? —preguntó a punto de llorar.—Está estable, pero al parecer hay que operarlo de corazón abierto —Demetrio puso las manos en el asiento, sentía su mundo dar vueltas en ese momento.—¿Puedo verlo? —pidió y Mássimo asintió.Cuando entró a la fría habitación de la clínica, su corazón se contrajo. Andrea estaba dormido, y el monitoreo de su corazón no era tan fuerte como debía.—Andrea, aún estás muy joven, debes salir de ahí —suplicó.Apretó las manos de su abuelo con fuerza y salió de ahí con los ojos brotando lágrimas.—No voy a soportar otra muerte —se hablaba así mismo sollozando.—Avísame el día de su operación —le dijo a su padre y se fue a la mansión.Sencillamente, no podía estar ahí, no podía ver cómo su abuelo se iba lentamente.Subió a su habitación
Todo el camino estaba recostada de la ventanilla, llorando. Por suerte había hablado con Santino y él le dijo que iba a pedir un traslado a Rusia y se iría tras ella. Evangelina estaba destrozada, siempre había sido una mujer fuerte, que había superado las adversidades sola. Pero en ese momento se sentía vulnerable, y su corazón estaba deshecho.Cuando la azafata avisó que habían llegado. Suspiró fuerte. Sentía una opresión horrible en su pecho.Salió del aeropuerto. Enseguida un joven de procedencia rusa la esperaba en un auto para llevarla —El señor Alexander le va a dar unos de sus apartamentos para que viva —Eva asintió con la cabeza al escuchar al hombre que medía casi dos metros de altura y parecía un guardaespaldas de la televisión.—Gracias —respondió con la mirada hacia el hotel donde solo hace unos días había estado ahí, con su jefe. Dónde la había hecho mujer entre las sábanas blancas.Sintió su cuerpo estremecerse. Había disfrutado mucho esas noches ¿Pero a qué costo? Ahor
Todos murmuraban en los pasillos nerviosos cada vez que llegaba su jefe. Comenzaban a temblar de miedo. Demetrio Laureti se había vuelto un hombre frío y distante, sin tiempo para las mujeres, sin tiempo para enamorarse. Y eso era porque solo una mujer logró tocar todas las fibras del italiano, Evangelina Anderson, su ex secretaria de hace cuatro años atrás; una mujer dulce, inteligente, hermosa y capaz. La mejor de todas, solía decirle. La mujer perfecta.Miró su silueta en el espejo, sus rasgos se veían más formados, aunque seguía siendo un galán, no le importaba para nada disfrutarlo. Vivía una frustración mental. Su amigo preciado hacía años no reaccionaba, y aunque intentó usarlo en varias ocasiones, él parecía muerto. Así que decidió olvidarse por completo del tema.Tomó uno, de sus cuántos autos, llevando con él un guardaespaldas. Su fortuna se había triplicado, y ahora no era el heredero más cotizado. Era el dueño absoluto de las empresas Laureti. Su abuelo le había heredado to
Demetrio miraba a Evangelina sin poder creerlo, era ella, era su hermosa Eva. Aunque su rostro estaba marcado por una altivez que no podía creerlo, era la mujer con la que tanto soñó, era la mujer que busco como loco, desesperado por encontrarla, ahora estaba ahí, frente a él. Más hermosa que nunca, sus cabellos caían en su cintura ¡Sueltos! ¡Joder! El cuerpo de Demetrio, que pensó que estaba muerto, reaccionó enseguida, sintiendo como se estremecía, al punto de querer tomarla en sus brazos, y estrecharla, la extrañó tanto que no podía solo creer que estaba ahí.—Señora Evangelina —dijo sonriendo de lado. Él sabía quién era, él sabía que fue el puto hombre que logró besar cada parte del hermoso cuerpo de Evangelina Anderson, y aunque ella, ahora era una mujer muy distinta, no podía negar que fue feliz bajo sus brazos.—Me presento, señor Laureti, seré la nueva socia que trabajará con usted de la mano—los ojos de Eva se encontraron con los de Demetrio, que brillaban con intensidad.Deme
Después de dormir a los niños como todas las noches con un cuento; se encerró en su habitación, sentía su cuerpo estremecido, su piel erizada. Era como si ella hubiera nacido para amarlo.Resopló con pesadez al lanzarse a la cama. —Demetrio —sonrió al recordarlo, pero luego sintió su corazón estrujarse.—Y pensar que todo comenzó con una apuesta —recordaba esas palabras todos los días de su vida, no podía olvidar que estuvo con ella para cumplir una apuesta, una vil apuesta.Limpió la lágrima que rodó por su mejilla, y se envolvió en la manta para dormir.—Debes poder olvidarlo Eva, Demetrio tiene que sufrir igual o más de lo que tú sufriste —se dijo así misma....Apenas rayó el alba, Evangelina se levantó enseguida, su cuerpo estaba estremecido, sus pezones erizados y su entrepierna húmeda.—¿Otra vez has soñado con él, Eva? —mordió su labio con fuerza ¿Hasta cuándo iba a desearlo? Era una tortura para ella cada noche sentir sus besos en su piel, y a la mañana siguiente, solo desper
Demetrio tenía una ansiedad enorme por ver a Evangelina, aunque habían pasado solo un par de horas desde que la vio en la empresa, sentía un deseo profundo por volver a verla. Lo pensó por varios minutos, y después decidió ir a su casa.Apenas tocó la puerta, y vio a la pequeña niña, de cabellos negros y ojos azules, no supo cómo reaccionar.La niña lo observó con detenimiento, sin dejar de ver sus ojos.—Hola —dijo Demetrio, fue lo único que salió de sus labios—Hola señor, ¿a quién busca? —Laureti abrió un poco la boca al ver cómo la niña pronunciaba las palabras a pesar de verse tan pequeña.Por alguna razón, Demetrio sentía su corazón acelerado, y una corriente extraña que subía y bajaba por su estómago. Era una sensación que te hacía pensar que estabas asustado, y a la vez contento.—Busco a tu mami, Evangelina, ¿Ella es tu mami, verdad? —le preguntó a la niña que no dejaba de ver su rostro.—Sí, sí lo es señor, ya la llamo, espere aquí —la niña se volteó, era una versión pequeña