—¿Está seguro? ¿Una maleta? —le preguntó al joven que vivía al frente de Eva.—Sí, unas maletas le digo, señor —respondió el muchacho molesto; tenía rato diciéndole.—¿Sabe a dónde fue? —le preguntó antes que el tipo le cerrara la puerta en la cara.—No, señor —respondió para luego dejarlo hablando solo.—¡Maldición! —resopló molesto, ¿dónde podía estar su secretaria? Sencillamente no podía solo irse y dejarlo lleno de trabajo.Demetrio sintió un nudo en la garganta, había algo más que solo trabajo en sus sentimientos. Sentía su pecho latir con fuerzas y una opresión en su abdomen.Volvió a subir a su auto y llamó a Antonio.—Hermano, averíguame dónde viven los padres de Evangelina, por favor, para ya —colgó el teléfono y se fue directo a la mansión.Entró dando un portazo. Parecía molesto, eufórico. Hizo una pequeña maleta y se sentó a comer algo en su gran comedor, esperando el recado de Antonio.Por suerte, en la información que proporcionó Eva, estaba la dirección de sus padres en
Demetrio se hospedó en un hotel cinco estrellas, en una suite, pidió una habitación al lado de la otra por seguridad..Quitó su ropa en medio de una sonrisa, no podía sacar de su mente la mirada de Eva, no podía olvidar sus besos, sus labios, su carácter, todo de ella lo tenía clavado en la mente.Sacudió su cabeza al entrar a la ducha. Sabes que juraste no enamorarte y jugar con todas las mujeres Laureti, nunca más alguien podrá lastimarte como Alina — se habló así mismo.No podía amar, era un juramento, lo había hecho en el pasado, y había sufrido demasiado, no solo Alina lo dejó a unas semanas de su boda, también lo humilló con palabras fuertes.Restregó su cuerpo, era un hombre hermoso, y con atributos perfectos, y cargados, mucho más que Santino, que aunque tenía lo suyo, el siempre le llevaba una gran ventaja, pero nunca entendió porque ella lo prefirió a él, supongo que la belleza no es solo lo importante. Pensó, siempre había sido muy arrogante, y prepotente.Salió del baño en
A la mañana siguiente, cuando Eva llegó a la empresa, se encontró con la grata noticia de que tenía una oficina más grande, unas de las recepcionistas se lo había informado.—Buenos días, señorita Evangelina —dijo una chica que estaba en unos de los cubículos.—Buenos días —la miró sin comprender. Todos los días pasaba por ahí y ella nunca la había saludado.—Disculpa que te moleste, el señor Demetrio me pidió que te informará que tu oficina la cambiaron para esta —le señaló con el dedo.Eva abrió sus labios por sorpresa ¿Por qué razón su jefe había cambiado de oficina? ¿Será por lo que ocurrió el día anterior? ¿O es solo para mantenerla alejada ahora que se habían dado ese beso?«Qué tonta Eva, ¿por qué lo besaste? Te dije que esto te traería consecuencias» se reprochó, ella misma.—Gracias —le dio las gracias a la chica, que le sonreía cálidamente.«Parece buena persona» Pensó, mientras dirigía sus pasos a la nueva oficina.Cuando entró a la oficina, sus ojos se maravillaron. Parecí
—Demetrio Laurenti —dijo en recepción, sin mirar a la chica detrás.Evangelina puso los ojos en blanco «¿Por qué será tan jodidamente arrogante?» Pensó y Demetrio sonrió, parecía que podía leer sus pensamientos.—Una al lado de la otra, como pidió señor —Evangelina se sorprendió al ver las llaves doradas en las manos de Demetrio.«De nuevo ha pedido habitaciones, suites para él y para mí»—Vamos —le indicó con la mano, y por alguna razón Eva, estaba nerviosa. Desde el día de ayer el italiano no había dejado de atenderla de la mejor manera posible y eso, sin duda, le tenía los pelos de punta a la secretaría.—Descansa, vendré por ti en un rato —la dejó en la puerta de la habitación para él entrar a la de él.Evangelina se queda maravillada, por el gusto de aquella suite. Tenía una regadera en todo el medio de la habitación; las paredes eran de cristal, pareciendo que el baño estuviera al aire libre; La cama era enorme con sábanas blancas y tenía múltiples muebles por todos lados, ademá
Después de desayunar, salió a recorrer el hotel. Aunque, su entrepierna dolía un poco, caminó por los pasillos sin descanso. El hotel era hermoso, Eva miraba su alrededor sin poder creerlo, hasta que sus ojos se maravillaron al ver una hermosa piscina dentro de un gran salón.Se acercó ahí, queriendo entrar al agua, pero no llevaba traje de baño, así que solo se dispuso a mirar a los jóvenes que se lanzaban unos a otros divertidos.—¡Hey, fea! —escuchó que alguien la llamaba, pero, aunque sabía que era a ella que nombraban, no volteó a ver a los chicos.—¡Quítate esa ropa y sumérgete al agua! —volvió a escuchar de nuevo; apretó los puños molesta, por lo que decían los jóvenes que reían con gracia mientras se burlaban de ella.«No puede ser que no tengan respeto» Bufó.Intentó voltear, para irse, pero sintió como dos de los chicos, que no pasaban de dieciocho años, la tomaron para lanzarla al agua.—¡¿Qué les pasa?! ¡Suéltame! —gritó dando patadas, intentando zafarse.—Mándala al agua —
Apenas pisó Florida, un auto lo condujo a la clínica. Andrea era todo para Demetrio, si le ocurría algo, no lo iba a poder soportar.—¡Papá! —miró a Mássimo sentado con las manos en el rostro y se llenó de miedo—¿Cómo está mi abuelo? —preguntó a punto de llorar.—Está estable, pero al parecer hay que operarlo de corazón abierto —Demetrio puso las manos en el asiento, sentía su mundo dar vueltas en ese momento.—¿Puedo verlo? —pidió y Mássimo asintió.Cuando entró a la fría habitación de la clínica, su corazón se contrajo. Andrea estaba dormido, y el monitoreo de su corazón no era tan fuerte como debía.—Andrea, aún estás muy joven, debes salir de ahí —suplicó.Apretó las manos de su abuelo con fuerza y salió de ahí con los ojos brotando lágrimas.—No voy a soportar otra muerte —se hablaba así mismo sollozando.—Avísame el día de su operación —le dijo a su padre y se fue a la mansión.Sencillamente, no podía estar ahí, no podía ver cómo su abuelo se iba lentamente.Subió a su habitación
Todo el camino estaba recostada de la ventanilla, llorando. Por suerte había hablado con Santino y él le dijo que iba a pedir un traslado a Rusia y se iría tras ella. Evangelina estaba destrozada, siempre había sido una mujer fuerte, que había superado las adversidades sola. Pero en ese momento se sentía vulnerable, y su corazón estaba deshecho.Cuando la azafata avisó que habían llegado. Suspiró fuerte. Sentía una opresión horrible en su pecho.Salió del aeropuerto. Enseguida un joven de procedencia rusa la esperaba en un auto para llevarla —El señor Alexander le va a dar unos de sus apartamentos para que viva —Eva asintió con la cabeza al escuchar al hombre que medía casi dos metros de altura y parecía un guardaespaldas de la televisión.—Gracias —respondió con la mirada hacia el hotel donde solo hace unos días había estado ahí, con su jefe. Dónde la había hecho mujer entre las sábanas blancas.Sintió su cuerpo estremecerse. Había disfrutado mucho esas noches ¿Pero a qué costo? Ahor
Todos murmuraban en los pasillos nerviosos cada vez que llegaba su jefe. Comenzaban a temblar de miedo. Demetrio Laureti se había vuelto un hombre frío y distante, sin tiempo para las mujeres, sin tiempo para enamorarse. Y eso era porque solo una mujer logró tocar todas las fibras del italiano, Evangelina Anderson, su ex secretaria de hace cuatro años atrás; una mujer dulce, inteligente, hermosa y capaz. La mejor de todas, solía decirle. La mujer perfecta.Miró su silueta en el espejo, sus rasgos se veían más formados, aunque seguía siendo un galán, no le importaba para nada disfrutarlo. Vivía una frustración mental. Su amigo preciado hacía años no reaccionaba, y aunque intentó usarlo en varias ocasiones, él parecía muerto. Así que decidió olvidarse por completo del tema.Tomó uno, de sus cuántos autos, llevando con él un guardaespaldas. Su fortuna se había triplicado, y ahora no era el heredero más cotizado. Era el dueño absoluto de las empresas Laureti. Su abuelo le había heredado to