Tres meses; noventa y un días, ese era el tiempo que había transcurrido. Desde entonces, Anya solía tomar duchas largas, muy largas. A veces rompía su piel con la esponja en un inútil intento de sacarse la suciedad que sentía encima. Aquello la había marcado, la había roto, le había arrancado un pedazo de alma y no sabía si era posible recuperarlo.
No era ella misma desde entonces, mientras bailaba, buscaba su rostro entre público, no para enfrentarlo o acusarlo, temía ver aquel rostro, temía encontrarse otra vez con esos ojos color miel.Lo único que borraba por momentos la continua sensación de miedo y ansiedad, era el alcohol, tenía que estar ebria para olvidarlo todo, olvidar la piel de ese maldito imbécil bañada en sudor, el peso de su cuerpo sobre el de ella, su respiración anhelosa, sus gemidos complacidos y la palma de su mano recargaLe dio una bofetada y el tipo no lo podía creer, se puso de pie como si lo hubiese alcanzado un rayo, una sensación espantosa atravesó el pecho de Anya haciéndole difícil respirar.El hombre estaba hecho un animal, parecía emanar vapor de sus fosas nasales, su ceño estaba fruncido y sus mandíbulas apretadas, parecía un toro a punto de embestir a quien le acababa de propinar estocada en el lomo.Anya sintió temor y no era para menos, el hombre le devolvió la bofetada con tal fuerza que la dejó tendida en el piso.Con el rostro contra el suelo y con un zumbido en su cabeza, Anya vio como el otro hombre en la habitación se levantaba y golpeaba en el rostro a su compañero, estaba aturdida, confundida mientras los dos clientes se iban los golpes.Después de un par de minutos, vio entrar a los de seguridad; dos tipos altos de traje que no llevaban máscara, so
Anya se acercó y tocó la espalda de Reccee, la miraba atónita, con la boca entreabierta y el ceño fruncido. le palpó la piel con las yemas de los dedos.—Ok —cogió el abrigo y se enfundó nuevamente en él —te creo —dijo —podrías...¿podrías vestirte? —Recce la miró confundido.La espalda del Reccee que la había estafado, tenía tatuado un gran dragón. Pero este Recce no tenía nada, ni una marca, ni siquiera un vestigio que indicara que hubo un tatuaje, no se podía desaparecer un tatuaje de ese tamaño de una forma tan perfecta.—¿Quieres algo de tomar? ¿té? ¿café? ¿agua? —preguntó Anya caminando hacia la cocina—Té, por favor —le contestó Reccee que estaba de pie como un soldado.—Ah, puedes sentarte.
—Eres mía y siempre lo serás —le susurró James al oído, las sostuvo en sus brazos mientras ella se desplomaba.Cada vez que esos ojos color miel se le aparecían en frente, un terrible miedo se apoderaba de ella, su presencia siempre era sinónimo de sufrimiento y dolor.Cuando abrió los ojos, él ya no estaba, pero sí las mismas chicas en ropa interior que había visto tiradas en el suelo como trapos viejos. Había sido engañada otra vez, ¿cómo podía ser tan imbécil? Pensó, mientras se acurrucaba en el piso en posición fetal y rompía en llanto, no era la única que lloraba en aquella habitación.Estaba rodeada de almas muy parecidas a ella; heridas, rotas, con un daño interno irreparable.Había sido víctima de su propia inocencia, había estado tanto tiempo protegida en una bur
“Señorita Katherina Johansson, se le informa que ha sido seleccionada para ocupar la vacante de aprendiz en nuestra editorial.Por favor, presentarse el día lunes en horas de la tarde para acordar los detalles de su horario de trabajo y remuneraciónBienvenida a la familia Cooper´s.”Los gritos de Katherina se escucharon en todo el departamento, en unos segundos, Etham, Edward y Rita estaban en la habitación, Edward empuñaba un bat de beisbol que Etham tenía como adorno en una de las paredes de la sala—¡Joder! ¿por qué gritas como si trataran de matarte? ¿qué pasa contigo? —Edward bajó el bat—Me dieron el trabajo —gritó Katherina mientras saltaba en la cama—¿Qué trabajo? —preguntó Rita con el ceño fruncido —no sabía que estaba buscando trabajo porque yo con
A Katherina se le hizo imposible prestar atención, la voz del profesor parecía un eco inteligible, una molesta música de fondo que interrumpía sus pensamientos.Mia estaba más hermosa de lo que la recordaba, en especial porque no llevaba esa ropa desagradable con la que el mayor porcentaje de su cuerpo iba al descubierto. Tampoco llevaba kilos de maquillaje, su rostro lucía suave, con una luminosidad natural.Resistió las ganas de girarse a mirarla. Podía sentir la respiración forzada de Etham al lado suyo. De algo podía estar segura; si tenía que elegir entre Etham y Mia, la opción que más le convenía era Etham, aunque su corazón muriera por Mia, su cerebro le decía que esa chica no la llevaría por buen camino.Las clases del profesor Thomson, eran las más disfrutadas por Katherina, pero esa mañana, las dos horas que pasó e
Katherina lo pensó unos segundos, no quería subir al auto con Mía, estar con ella le generaba ansiedad; temía lo que era capaz de hacer o dejarse hacer, pero tampoco quería morir de hipotermia. Subió al coche, pero al asiento trasero. Ahí se sentía protegida de los encantos de Mía.—¿Estás bien? —preguntó Mia mirando por el retrovisor, Katherina sintió nervios al ver lo fácil que quitaba los ojos del camino.—Sí—¿Vas al departamento de Etham?—SÍ—¿O prefieres que te lleve a mi departamento?—No—Maldición ¡¿por qué me contestas con puros monosílabos? De verdad quiero saber si estás bien, quiero que hablemos y que resolvamos las cosas.Katherina dijo que estaba bien, pero no estaba bien, Mía no le hac&i
Mía se movía sobre Katherina y a ella le encantaba la sensación que aquel roce le causaba. Lo que sentía por Etham no llegaba a parecerse ni un poco a lo que sentía cuando estaba con Mía.Admiraba a Etham, le parecía el chico perfecto, ese con quien le gustaría casarse, comprar una casa en los suburbios y tener hijos. Pero tal vez, esos deseos en realidad no eran suyos, eso de la familia feliz; papá, mamá, una hija y un hijo, era lo que desde siempre había pensado que tenía que soñar; lo válido, lo correcto.Jamás imaginó su primera vez con una mujer, siempre pensó que sería con un chico, después del baile de graduación.Las invitaciones al baile le habían llovido, pero ningún chico cubría sus expectativas; ninguno le parecía...¿digno? pensó que había algo mal en ella, que tal
El trabajo era un sueño hecho realidad, pasó el que podía haber sido el mejor día de su vida si no hubiese estado antes con Mía. Pero al llegar las cinco de la tarde, aquel sueño tenía que acabar, tenía que ir por sus cosas y para hacerlo era necesario ver nuevamente a Etham. —Tus maletas están ahí —dijo Etham en cuanto le abrió la puerta —¿Has tocado mis cosas? —ppreguntó katherina indignada —No sabía si vendrías, te lo iba a mandar todo, solo que no sabía a dónde. Las llaves de tu auto están en la puerta del refri —contestó Etham con una calma insultante. Sabía dónde estaban las malditas llaves, ella las había dejado ahí porque ese era su lugar. Te devolveré en efectivo lo que pagaste del mes. —No quiero tu maldito dinero, Etham —contestó Katherina, poniendo los ojos en blanco y caminando hacia sus maletas. Dejó las maletas cerca de la puerta y caminó a zancadas hacia la cocina, tiró de la llave, despegando el llavero de imán de la pue