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04 - Una mentirosa de lo peor

Londres, U.K

30 de diciembre, 2020

―Debo admitir que eres una chica bastante agradable, Charlotte.

Apuro mi copa de vino y miro en otra dirección, cohibida por la forma en que Jayson me observa.

―Antes solía ser más divertida ―contesto sincera y me aparto uno de los rizos que se me ha metido en la cara―. Lamento que tengas que conocer esta versión tan pobre de mí.

Admitir la realidad en voz alta no escoce, porque he aprendido a convivir con mi nueva versión por mucho tiempo; la depresión me convirtió en una mujer mediocre que espera muy poco de la vida.

―Desafortunadamente, el pasado es algo que no podemos borrar, pero la vida continua ―alza su copa de coñac a mi salud y bebe un poco.

El restaurant al que hemos venido ya se ha quedado completamente vacío, siendo pasada la medianoche; hace rato que recogieron las mesas y solo ha quedado la nuestra gracias a que Jayson es socio del lugar.

―Es doloroso despertar cada día pensando en todas las posibilidades que ya nunca podrán ser ―termino lo que resta de mi copa y decido que ya no voy a beber más.

Un grupo de siete personas sale de la cocina del restaurant, hablando entre risas y buen ánimo y cuando pasan a nuestro lado, saludan a Jayson con mucha familiaridad. Una de las chicas lleva en sus manos una botella de whisky y lo que parecen ser vasitos desechables.

― ¿Qué les pareció la cena de esta noche? ―Nos pregunta un chico alto, con la piel morena y unos bonitos ojos verdes; supongo que ha sido el chef de esta noche.

―Todo fantástico como siempre, Jake ―responde Jayson, más enérgico que en toda la noche y luego ambos me miran.

Mis mejillas se encienden como luces de navidad.

― ¡Riquísimo todo, muchas gracias!

El chico, que ahora sé que se llama Jake, alza sus pulgares en señal de ok y palmea el hombro de su jefe con mucha complicidad; el resto del grupo que venían con él, se han acomodado muy cerca de la barra de tragos, dejando sus pertenencias en una esquina del piso brillante.

― ¿Les molesta si ponemos un poco de música? ―nos pregunta, Jake y yo meneo la cabeza, restándole importancia―. Es para amenizar el ambiente festivo, ustedes saben.

Jayson mira a los chicos que ya comienzan a pasarse tragos entre ellos y termina por asentir.

―Lo único que te pido es que no me toque sacar a nadie a las cinco de la mañana de la comisaria ―advierte muy serio, pero luego sonríe―. ¡Por supuesto que puedes, idiota! Por algo eres mi socio.

Jake se despide de mí con un movimiento de cabeza y corre junto a sus amigos.

― ¿Cuántos años tiene él?

Jayson enarca una ceja hacia mí, sorprendido por mi curiosidad.

― ¿Por qué lo preguntas? ―inquiere y se inclina sobre la mesa.

Blanqueo mis ojos grises y miro de nuevo hacia donde están los chicos; no me sorprende que comience a sonar una canción en español.

―Curiosidad ―respondo sincera―. Él se ve muy joven para estar al frente de un negocio como este.

―Y lo es ―volteo mi mirada de vuelta a Jayson―. Solo tiene veintidós años, pero mucho talento y ganas de comerse el mundo. ¿Bailamos?

Jayson se pone de pie y me tiende la mano, abro mis ojos de par en par y niego.

―Por supuesto que no ―declino y me paso una mano por la frente―. Aun no me siento en ese nivel de confianza. Además, ni siquiera sé cómo se baila esa música tan... ¿extraña?

Jayson tira de mi mano y me obliga a levantarme del asiento y con su mentón, me muestra como lo hacen los chicos alrededor de la barra. No puedo evitar jadear de asombro al ver la forma en cómo se mueve una de las chicas junto a Jake, la mujer menea su cuerpo como una culebra, de manera muy sugerente e hipnótica, sin ningún tipo de vergüenza de estar restregándole el trasero contra la entrepierna del moreno.

Paso saliva para refrescar mi garganta y me paralizo al notar que la mano de Jayson se encuentra rodeando mi cintura con mi cuerpo pegado al suyo mientras él nos mueve al ritmo de la música.

―No vayas a gritar como loca, Charlotte ―susurra en mi oído con voz profunda y tengo que cerrar los ojos ante el cosquilleo que recorre todo mi cuerpo―. Déjate llevar solo por unos minutos, por favor.

Y aunque la idea de alejarme y salir huyendo parece tentadora, me dejo guiar por las manos de Jayson en un baile que me resulta vivificante.

****

―Gracias por esta noche, Jay. Hacía mucho que no la pasaba tan bien.

Me desabrocho el cinturón de seguridad mientras él apaga el motor de su auto al frente de mi edificio.

―Cuando quieras podemos repetirlo. Ha sido todo un placer estar en tu compañía ―la respiración se me corta y me da miedo que él pueda escuchar lo rápido que late mi corazón en este momento.

―Tal vez en otra ocasión ―contesto con sinceridad.

Él acepta mis palabras y me pide que aguarde para abrirme la puerta del coche, me tiende la mano como todo un caballero y me escolta hasta la entrada del edificio para cerciorarse de que no resbale  por causa de la nieve.

Un silencio incomodo nos envuelve al no tener idea de cómo ponerle fin a esta noche; y al final, es Jayson quien se atreve a tomarme la mano, esta vez sí llevo puesto mis guantes.

―Hay tristezas que nunca se superan; aunque la gente cree que si, solo porque volvemos a sonreír ante un chiste sin sentido, o cuando nos ven bailar como lo hicimos esta noche, pero la verdad es... que se aprende a convivir con el dolor ―contengo el aliento mientras lo escucho hablarme con mucha propiedad―. No necesito que me digas con palabras lo que estás pasando, porque esa mirada triste que te acompaña a todos lados, también fue la mía en algún momento y por eso estoy convencido de que más tarde que temprano volverás a ser feliz, Charlotte.

Sus palabras tan llenas de serenidad, me llenan de confusión.

―Jayson, yo no... ―intento hablar, pero él me calla con su mano cubierta en cuero.

―No tienes que decir nada, Charlotte. Por esta noche es mejor que las palabras sobren ― y al decirlo, se inclina y me roba un beso que me deja con los pensamientos más enredados que nunca.

****

Londres, U.K

03 de Enero, 2021

A pesar de que llevo dos meses en Londres y que vivo en un apartamento bastante elegante y acogedor, no termino de sentir a gusto con el lugar. Mudarme nunca estuvo en mis planes, pero debo reconocer que alejarme de Australia le ha sentado muy bien a mi salud mental.

Ahora entiendo que verme sufrir debió ser doloroso para mis hermanas y no tuvo que ser difícil para ellas tomar la decisión de enviarme lejos cuando siempre habíamos sido las más unidas; era eso o verme morir lentamente de depresión.

Durante la mudanza me deshice de muchas cosas y fueron pocas las que viajaron conmigo hasta aquí, y debo admitir que se sintió bien llegar y no tener que lidiar con las cosas de la mudanza porque Abigail se había encargado de contratar a alguien que lo hiciera por mí; a excepción de una caja en particular.

―Supongo que algún día tendré el valor para quemar todas estas cosas ―me digo en voz alta mientras observo la caja que contiene varias cosas relacionadas con Charlie y nuestras trágica relación.

Recojo la escalerilla que oculta un desván sobre el techo y avanzo por el pasillo que lleva a la cocina donde un agradable olor a flores impregna el aire.

Después de mucho tiempo, me han enviado flores.

Se trata de dos lindos ramos; uno es de mis hermanas deseándome que haya tenido un feliz año nuevo y el segundo es un arreglo de rosas blancas de tallo largo, bastante sofisticado para mi gusto.

Son de Jayson y me queda claro que esta es su manera de pedir disculpas por lo del beso que me robo la otra noche y por el cual recibió una cachetada de mi parte.

Querida Charlotte:  

Ya no sé de qué forma pedirte disculpas por lo que paso la otra noche. Soy un cretino, no debí besarte, pero debo reconocer que ninguna mujer me había golpeado después de recibir un beso mío y si ese fue el precio a mi insolencia, reconozco que se sintió como la gloria.

¡No me arrepiento de nada!  

Acepta estas rosas como una tregua entre los dos y te dejo mi número por si te apetece ir por un café ¡eso sí! sin besos ni cachetadas de por medio.

Feliz año nuevo...

―Tal vez te llame, pero no será hoy ―dejo a un lado la pequeña tarjeta que efectivamente trae impreso un número telefónico en el reverso.

Es cierto que me disgusto muchísimo que me besara, pero no puedo negar que sentir su boca contra la mía me hizo sentir menos desdichada y un poco más viva. Su  cercanía me pone de buen humor y se siente bien que el corazón me lata de prisa y me sienta nerviosa porque eso me recuerda que aún estoy a tiempo de salvar mi vida.

Son casi las once de noche y un ruido extraño proveniente de mi panza, me recuerdo que llevo varias horas sin comer.

Decido para prepararme un sándwich de mantequilla de maní, lo que no es algo muy nutritivo, pero será suficiente para llenar el vacío en mi estómago y cuando apenas voy a untar mi primera rebanada de pan, el sonido de mi celular me interrumpe desde el sofá donde lo deje.

Tomo un paño para limpiar mis manos y voy en busca del aparato que no ha dejado de sonar y cuando al fin lo tengo en mis manos, frunzo mi ceño al ver que es una llamada de mi hermana Dafne, lo que me parece raro porque ya hablamos esta mañana.

―Hola, monstruo ―digo al descolgar―. ¿Sucedió algo?

Camino de vuelta a la cocina con el celular pegado a mi oreja.

― ¡Eres una descarada, Charlotte! ―Me recrimina la voz exaltada de mi hermana al otro lado de la línea―. ¡Eres una mentirosa de lo peor! ¡Nos viste la cara de tontas todo este tiempo! ¿Cómo pudiste?

Mi corazón se acelera ante tales acusaciones y por un segundo no proceso que es lo que está sucediendo.

― ¿De qué hablas, Dafne? ―Inquiero confundida, parada a mitad de mi salón―. ¿Por qué me dices todas esas cosas? ¡No te entiendo!

Una respiración pesada y trabajosa es lo único que escucho y asumo que se trata de Dafne intentando controlar sus emociones.

― ¡Nos engañaste, Charlotte! ―Masculla y un quejido escapa de su boca―. ¡Nos hiciste creer algo que no era verdad!

― ¡Monstruo, cálmate y explícame de que hablas! ¿Cómo que las engañe?

Miro a mi alrededor sin saber qué hacer para que ella se calme.

― ¡Si, mentirosa! ¡No te hagas la inocente, sabes muy bien de lo que hablo!

― ¡No, no lo sé, Dafne! ―la escucho sollozar y mi ansiedad incrementa.

― ¡Hablo de tú y Charlie! ―contengo el aliento y una oleada de miedo me atenaza el estómago. Tengo que sostenerme de un mueble―. ¡Lo de tu compromiso fue solo una farsa, Charlotte!

― ¡Dafne, te lo puedo explicar! ―Respondo con un nudo en la garganta.

― ¡Pues ahórratelo, Charlotte! Me basta con el papel que acabo de recibir.

Frunzo mi ceño y como puedo me siento.

― ¿De qué papel hablas? ―Musito en voz baja, temblando.

―Llego un documento del juzgado notificándote por tercera vez que debes tomar posesión sobre la herencia que te corresponde como viuda del señor Charlie Presston ―palidezco en segundos―. Nos engañaste, Charlotte ¿Cómo pudiste casarte en secreto con ese idiota? ¿En qué carajos estabas pensando?

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