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La promesa que nunca hicimos
La promesa que nunca hicimos
Por: FreeThinkerGirl
00 - La promesa que nunca hicimos

Brisbane, Australia.

10 de Abril 2019          

No era mi primer viaje en carretera, pero viajar por casi diez horas en auto dejaba mi culo bastante plano y mi espalda adolorida; tal como había previsto Dafne, llegue a Brisbane a las nueve de la noche, pero a pesar de eso la ciudad bullía de actividad por doquier.

Dispuesta para la ocasión y con mis labios pintados de rojo para resaltar los rizos de mi melena rubia y mis ojos grises, subí al ascensor que me llevaría hasta el octavo piso donde quedaba el apartamento de mi prometido; me sacudí el sudor de las manos y con la felicidad desbordándose por cada poro de mi cuerpo, toque el timbre y espere.

― ¿Puedo ayudarte en algo? ―Cuestiono una mujer al abrir la puerta del apartamento; era una morena muy hermosa.

La sonrisa en su rostro y sus labios hinchados me hicieron suponer que había sido besada con mucha pasión minutos antes de abrirme; y como si eso no fuera suficiente, su cuerpo estaba cubierto solamente con una camisa de hombre y no cualquier camisa... era la camisa que yo le había regalo a mi prometido en su último cumpleaños.

―Yo, yo... ―titubee con el corazón latiéndome a millón―. Se supone que aquí vive mi prometido ―la chica se quedó petrificada ante mis palabras y fue lo único que necesite para entender la situación.

―Cariño, ¿Qué sucede? ―Se escuchó claramente la voz de un hombre―. ¡Ven a la cama!

La chica me dio una mirada cargada de lástima que me asqueo como ninguna otra cosa en mi vida.

―Lo siento, esto no debió suceder así ―y la muy cínica tuvo el descaro de morderse un labio y sonreír con timidez.

Mi mundo perfecto se desmorono por completo en ese instante.

― ¿Qué pasa, cariño? ¿Quién está  en la puerta?

Y para darle certeza a mis conjeturas apresuradas, la silueta de mi novio apareció detrás de la morena, rodeando su cintura, hasta que levanto el rostro y sus ojos marrones chocaron con los míos―. ¡Charlotte, ¿tú que haces aquí?!

Hice una mueca que nada tenía que ver con una sonrisa y dos gruesas lágrimas saltaron de mis ojos.

―Supongo que el ridículo ―sonreí embargada de una profunda tristeza.

Su rostro surco infinidad de emociones en un solo minuto, pero no deje que dijera ni una palabra; me di la vuelta y corrí cuesta abajo por las escaleras, lo más lejos posible de él.

― ¡Charlotte, no puedes irte así!―sus gritos se oían cercanos, pero no me detuve hasta encontrarme en medio de la calle―. ¡Tenemos que hablar de lo que viste allá arriba!

― ¡No soy tan estúpida como para no imaginar lo que sucede, Charlie!

Sus manos me tomaron fuertemente por los hombros y luche por liberarme; su contacto quemaba mi piel.

― ¡No me toques! ¡Déjame ir, por favor!

Intente pisarlo, pero adivino mis intenciones y me alzo hasta dejarme sentada sobre el capo de un auto con él metido entre mis piernas.

― ¡Cálmate y escúchame, por favor! ―Suplicó.

― ¡No quiero escucharte, Charlie! ―Lo empuje con mi mano, pero ni se movió―. ¡No lo necesito! Y tampoco me pidas que me calme. Déjame procesar lo que acabo de descubrir a mi manera ―gruñí con un dolor difuso emergiendo dentro de mí.

Estábamos en medio de la calle y aunque ya era muy tarde, aun habían personas circulando por los alrededores; incluso el vigilante de su edificio nos miraba desde su caseta con mucha de curiosidad.

―Por favor, Charlotte, déjame explicarte la situación ―insistió viendo alrededor, dando dos pasos atrás luego de soltarme.

―Para mí todo quedo muy claro allá arriba, Charlie.

Sus ojos me observaron con algo parecido al temor; sin embargo, yo sonreí, baje del capo y lo empuje al pasar por su lado.

― ¡Perdóname, Charlotte! Podemos solucionarlo juntos ―rogó desesperado al darse cuenta que me estaba perdiendo―. ¡No te vayas, mi amor!

Vino tras de mí, pero con mi mirada lo obligue a mantener su distancia.

― ¿Y según tú, qué vamos a solucionar, Charlie? ―Cuestione antes de abrir la puerta de mi auto; deje caer mis manos a los costados y desvié la cabeza cerrando fuertemente mis ojos, quería desaparecer ahí mismo, desvanecerme y aparecer de vuelta en la seguridad de mi hogar―. Aquí ya no hay nada que salvar.

Abrí la puerta del auto y subí; apreté el volante con tanta fuerza que pensé que se me romperían los dedos, recosté mi cabeza al frente e instantáneamente aparecieron las lágrimas que tanto me costó retener delante de Charlie.

― ¡Ahg! ―Grite llena de ira y decepción―. ¡¿Por qué a mí?! ―Enojada comencé a golpear con mis manos el volante del auto; necesitaba descargar mi ira en algo―. ¿Por qué me hiciste esto si tú eras mi vida? ¿Por qué, si yo te amaba con todo mi ser?

Convulsione en llanto por varios minutos en los que perdí consciencia de mi misma y de lo que sucedía a mí alrededor, sin darme cuenta caí en un sueño profundo.

****

11 de Abril, 2019

―Qué bueno que despiertas. Ya me estaba asustando.

Parpadee confundida al reconocer la voz de Charlie junto a mí y como un flashback las imágenes más recientes en mi memoria volvieron con mucha nitidez.

Me incorpore de golpe.

― ¡¿Qué demonios haces aquí?! ―Cuestione tan rápido que mi cerebro se resintió y todo comenzó a dar vueltas.

―Eh, relájate.

Tuve que cerrar de nuevo mis ojos y echar mi cabeza hacia atrás mientras esperaba que el mareo desapareciera.

― ¿A dónde se supone que me llevas?

Estábamos dentro de mi auto, solo que en mi último recuerdo yo estaba sentada en el asiento de piloto y ahora ocupaba el puesto de acompañante.

―Al lugar de donde nunca debimos salir ―musito en voz baja y me miro de soslayo―.

Mire hacia el exterior y me percate que íbamos en la carretera de camino a Sídney.

Vi la hora en el tablero del auto, pasaban de la una de la madrugada; la carretera frente a nosotros se veía desierta y terrorífica, solo unos cuantos autos se cruzaban con el mío en sentido contrario.

―Supongo que ahora mismo debes estar odiándome con todas tus fuerzas.

Gire mi rostro hasta verlo de frente.

―Tal parece que los meses que pasamos separados te volvieron estúpido ―espete con ironía―. Es obvio que ahora mismo ya no eres mi persona favorita.

―Charlotte, sé que no tengo justificación, pero lo que viste...

―No necesito que me expliques lo evidente, Charlie ―susurre ya cansada―. A diferencia de ti, me considero una mujer con bastante sentido común y lo que vi no necesita de grandes interpretaciones.

Se quedó callado por varios segundos.

―Pensé que ya no querías estar a mi lado, Charlotte ―hablo de pronto―. Siempre que te pedía que te mudaras conmigo buscabas una excusa para alargarlo. Te quería a mi lado, era mi derecho como tu pareja y el anillo en tu mano  lo garantiza ―trague saliva y con mi dedo pulgar toque el frio aro en mí el dedo anular de mi mano izquierda.

―No podía simplemente dejarlo todo tirado por ti y lo sabes ―musite sintiendo un nudo grueso en mi garganta; cruce mis brazos como una especie de escudo protector.

―Sabes muy bien que mi posición me obligaba a esforzarme el doble para darte la vida de princesa que siempre has tenido. Me conociste siendo un don nadie, sin dinero, sin un futuro claro que ofrecerte y ahora todo eso es distinto; si no hubiera sacrificado nuestro tiempo como pareja, jamás habría alcanzado las expectativas que me impuso tu madre.

― ¡Nadie te impuso nada, Charlie! ―Rebatí alzando la voz―. Anna Sophia es una mujer extraña y complicada, lo sé, pero ella no es prejuiciosa y nunca te menosprecio ―me miró de reojo y la oscuridad que vi en sus ojos me helo la sangre; por primera vez sentí miedo de la persona a mi lado, parecía un completo desconocido―. Mi familia solo quería protegerme de mi misma y de lo mucho que te estaba entregando a ti.

―Ellas no saben nada de mí, de nosotros ―siseo y de repente la velocidad del auto aumento―. Pero eso ya no importa porque al fin lograron separarnos.

― ¡Fuiste tú quien nos separó! ―Le recordé, descruce mis brazos para aferrarme al cinturón de seguridad―. Fuiste tú quien rompió mi corazón esta noche y eso ya no tiene solución.

― ¡No digas eso, cariño! ―soltó una mano del volante y con ella alcanzo las mías―. Todo tiene solución, Lottie. Nuestro amor es más fuerte que esto.

―Yo no lo creo ―musite y aleje su mano; su rostro se contrajo en una mueca de dolor―. Esto jamás te lo voy a perdonar y agradezco que tú mismo te hayas encargado de abrirme los ojos porque seguramente habría sido infeliz a tu lado.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no derrame ni una sola; no lloraría frente a él.

―No sabes lo que dices, cariño ―se rio y cuando le dedique un corto vistazo, las luces de un auto que circulaba en sentido contrario me permitieron ver sus mejillas humedecidas―. Cometí un error, pero te juro que fue algo sin importancia. Tú eres el amor de mi vida No existe nada más para mí después de ti y si te pierdo... no sabría cómo seguir viviendo porque tú eres el motivo de mi existir.

Mi corazón se estrujo ante el matiz doloroso de sus palabras.

―Pues eso debiste pensarlo antes de meterte en la cama con otra mujer ―fue lo que respondí con la voz más fría e imperturbable que pude vocalizar.

―Piensa bien antes de tomar cualquier decisión, cariño. Son muchos años juntos, muchos planes, tantos sueños ―imploró con la voz llorosa y plagada de angustia―. ¡Te lo suplico, por favor! ¡No me dejes, Charlotte!

Se inclinó hacia mí e intentó con una mano tomar mi rostro y besarme.

― ¡Basta, Charlie! ―Exclame, resistiéndome a su contacto, pero él seguía intentando tocarme y en el forcejeo con sus uñas lastimo mi mejilla y mentón.

― ¡Perdóname, Charlotte! ―Volvió a insistir, se acomodó de nuevo en su asiento viendo al frente por momentos, pero sin dejar de verme―. Busquemos juntos una solución.

Tomo una de mis manos en contra de mi voluntad para subirla hasta sus labios y besarla como seguramente lo había hecho muchas veces con aquella mujer; el mero pensamiento me plago de una ahogante repulsión hacia él. Intente tirar de mi mano lejos de su boca, pero su agarre era firme hasta que comenzó a lastimarme.

― ¡Detén el auto aquí, Charlie! ―Grite sobresaltándolo y logrando al fin que me soltara; sin embargo, no hizo caso a mis palabras―. ¡Qué detengas el maldito auto!

Me miró de soslayo, mostrándose contrariado y enojado a partes iguales; su descaro al parecer no conocía límites.

―No digas estupideces, Charlotte ―siseo con un tono de voz contenido; forzó una media sonrisa―. Estamos en medio de la nada, cariño. ¿Cómo crees que voy a detenerme aquí y menos a estas horas?

El reloj ya casi marcaba las dos de la madrugada.

―Detente en jodido auto, Charlie ―pedí una vez más con mucha calma y determinación; ya no podía soportar su cercanía―. ¡Para el maldito auto o juro que me lanzo!

Pasó saliva y me miró de reojo, él me conocía muy bien y sabía que era capaz de cualquier cosa; incluso, de algo tan estúpido como eso, pero no me hizo caso, solo sonrió abiertamente y acelero a fondo el auto.

―Quiero ver que lo intentes, cariño ―me reto con la voz cargada de soberbia y prepotencia, como burlándose de mí.

Una oleada de adrenalina comenzó a fluir por todo mi torrente sanguíneo y a pesar de los riesgos que implicaba mi amenaza; la furia me cegó y solo pude pensar en borrar la sonrisa socarrona de su rostro.

― ¡¿Pero qué demonios haces, Charlotte?! ―Exclamó tan colérico como sorprendido cuando llena de un arrebato demencial, cogí el volante con mis manos para obligarlo a detenerse―. ¡Nos vamos a matar! ¡¿Estás loca o que te sucede?!

― ¡Loca estaría si me quedo un segundo más a tu lado! ―le grite de vuelta, ambos intentábamos tomar el control mientras el auto zigzagueaba en la carretera desierta―. ¡Baja la velocidad y detén el auto, Charlie!

― ¡No lo hare, porque cuando eso suceda, ya te habré perdido para siempre! ―Chilló desesperado por retomar el control―. ¡Hazte a un lado o vamos a chocar! ¡Por favor, Charlotte!

Sus ojos cafés rebozaban de angustia y desesperación, pero yo ya estaba decidida a llevar el asunto hasta sus últimas consecuencias.

―Todo habría sido tan distinto si me hubieses esperado ―musite llena de una tristeza profunda y dolorosa mientras las lágrimas caían por mis mejillas―. Prefiero mil veces morir que tenerte cerca un segundo más, Charlie.

Y en ese pequeño instante de mi vida me olvide de todo, de mi familia, de mis hermanas, de la promesa que le hice a Dafne de volver a casa.

No importaron mis sueños, ni mis planes, tampoco mi futuro.

Todo había perdido sentido para mí porque mi norte y mi camino a seguir siempre habían estado delimitados por el inmenso amor que sentía por Charlie.

Los recuerdos del accidente son un completo borrón sin sentido, pero lo que nunca podré olvidar son las últimas palabras de Charlie antes de que el auto impactara contra una roca.

―Sin querer cumplimos la promesa que nunca hicimos, mi amor ―dijo con un sonrisa desquiciada y triunfante en los labios―. Juntos hasta que la muerte nos separe.

Esa noche nunca debió terminar de esa forma tan trágica, mi descabellada idea nunca fue acabar con la vida de nadie.

Se suponía que el auto saldría de la carretera e iría perdiendo velocidad por la maleza y el terreno inestable; con lo que no conté, es que en medio de ese terraplén una roca estuviera oculta y provocara que el auto terminara dando vueltas el resto del trayecto.

Charlie Presston perdió la vida esa madrugada luego de fracturarse el cuello, muriendo instantáneamente; o eso fue lo que me dijeron un mes después, cuando yo desperté del coma.

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