Las luces se apagaron por completo, y una luz crecía en medio de del vidrio central, se hacía más intensa a cada segundo. Unas sombras desfilaron por en medio de la luz, los vidrios dejaron de ser dorados y ahora eran tan cristalinos como el agua.
Elena abrió la boca de la impresión y su ceño se frunció, su corazón empezó a palpitar con fuerza, Charles no dejaba de observarla, lo tenía fascinado, a pesar de estar impresionada, no había dicho nada, tampoco había salido corriendo.Una cama decoraba todo el centro del lugar, alrededor de esa cama un círculo perfecto de cristales divididos, dentro de cada caja de cristal una pareja observando todo el centro del lugar. Los protagonistas del espectáculo.Elena empuñó sus manos apenas vio a Reina completamente desnuda en la mitad de la cama, el juego de luces y sombras jugaba con la mente de ElElena se había prometido así misma que no se obligaría a hacer nada que no tuviera un propósito, aparte de sentir placer, porque eso ya se lo proporcionaba Ryan, lo único que podía pensar era en su hijo estando ahí de pie. Y en las posibilidades que tenía con toda esta gente, eran personas influyentes, importantes. Se repetía en la mente. Abrió su boca, estaba segura de su respuesta. – Lo siento, Reina. Encuentro las sesiones privadas más placenteras, llámame, me gustaría tomar esa copa contigo antes.Levantó su mentón, sonrió, se dio la vuelta, tomó su bolso, la mano de Charles y salió del lugar sin mirar atrás. No le apetecía más la compañía de Charles, pero no tenía opción, había llegado con él se tendría que ir con él. Y salir sin él pondr&iacu
– ¿Qué haces aquí? – preguntó Elena al ver a Charles ahí del otro lado de su puerta. Con su típica sonrisa irónica.– Elena yo… – balbuceó el hombre, cuando vio pasar a Ryan con apenas una toalla bajo la cintura, recién salido de la ducha. Una sola cama destendida donde claramente durmieron ambos. Los celos se apoderaron de su cuerpo, no estaba tan cansada anoche como para estar con ese hombre. Respiró. Hizo mala cara y entró como si este fuera su propio despacho. Charles había llegado temprano en la mañana a su despacho, el día anterior habían enviado una carta para Elena, del abogado de Warren, pero había decidido ignorarla, solo podía pensar en el lugar donde la llevaría y como seria estar con ella horas más tardes, que por supuesto esto no sucedió. Esa misma mañana decidió a
– Andrew – se acercó Elena al hombre de manera insinuosa, meneando sus caderas y sonriéndole de manera seductora. Sabía muy bien lo que tenía que hacer. – Elena, no nos pueden ver juntos en este momento – le contestó el hombre sintiendo un latigazo de excitación en su cuerpo por la energía de sensualidad que despedía esa mujer con tan solo pronunciar su nombre, había conocido mujeres más bonitas, catalogadas como reinas de belleza, pero esa mujer tenía un brillo que no podía entender qué. Y no era el único que le pasaba lo mismo. La charla de la noche anterior en su gran parte fue la nueva mujer que había ingresado en su grupo social, esa misma mujer que había tenido el valor de decirle a Reina que no. Y que había rechazado, a más de uno la noche anterior de una manera elegante, pero que no le había cerra
– Entonces tenemos una relación – le habla desde atrás, acariciándole los hombros hasta llegar al cuello. – Lo siento, yo… no…– ¡Sh! – pasó su mano por todo el cuello hasta hacerle levantar el mentón, y la besa con toda la pasión que puede sentir en ese momento, olvidándose de todo lo que acaban de pasar, del mundo alrededor, apretó sus labios y de apoco fue hundiendo su lengua en la boca de ella. La conexión entre ellos era tan fuerte que era capaz de borrar cada herida, cada recuerdo amargo, cada mal paso de la vida con el simple roce de su piel, estaban tan acostumbrados el uno al otro que parecía que se conocían de mil vidas atrás. Sus labios se separaron y volvieron a respirar, abrieron los ojos despacio se fundieron en sus miradas una oscura como la noche otra tan verde como la primavera, en
– ¿Cuándo conoció al señor Caruso? – Hace 7 años, me contrataron para ser su secretaría. Era una buena oportunidad en una prestigiosa empresa.– ¿Puede relatar lo que sucedió con el señor Caruso? La mirada de la mujer se encontró con la fría mirada de Warren, de inmediato agacho la cabeza y miró sus dedos nerviosa. – Sí – murmuró – Como le dije era una buena oportunidad, el salario era muy bueno y yo lo necesitaba, aún estaba pagando mi universidad. Los primeros días fueron sencillos, Warren… – miró a Elena buscando algún tipo de aprobación, pero ella se veía distante, tenía los ojos y la nariz roja, como si hubiese llorado, no obstante, no le quitaba la mirada de encima – El señor Caruso desde el primer día se mostró
– Tienes que ver esto – sorprendió Reina a Ryan por detrás. Estando sentado ahí detrás en las bancas de madera escuchando todo el juicio. – ¿Qué demonios es eso? – le preguntó asqueado, sabía todas las cosas terribles de Reina, pero no se sintió más traicionado cuando la vio del lado del hombre que le había causado tanto daño a Elena, ahora Reina se había convertido en su propio enemigo. Le perdonaba todo lo que había pasado por ella, pero eso no. No perdonaría verla con Warren planeando quién sabe qué cosas en contra de Elena. Lo presentía y esta era la razón de que estuviera allí en ese momento, abordándolo. – Anda, tienes que verlo – insistió estirando más su mano, ofreciéndole un sobre grande amarillo – Por favor, solo quiero ayudarte con lo que me
– ¡Culpable! – fue la palabra que resonó en todo el Londres al parecer, todos parecían contener su respiración, si nos pusiéramos a ver los sentimientos de cada uno dentro del juzgado nos tardaríamos mil años en hacerlo. Ese sobre que habían entregado al jurado de manera anónima segundos antes de que decidieran había resuelto muchas dudas de lo que tenían contemplado, y aunque ellos debían dar una respuesta en ese mismo momento, solicitaron 15 minutos más.Elena sintió como si todo fuese un sueño, no creía lo que acababan de decir. No entendía quién había podido hacer eso y lo único que atinó hacer fue buscar la mirada de Ryan. Ryan solo podía observar su reacción, su gesto, su bello rostro y sentir que al mismo tiempo su mundo se derrumbada, sentía que moría, moría y moría por esa mujer y eso no era lo que lo mataba. Lo mataba el hecho de que no la volvería a tener en sus brazos. En cuanto a Warren no entendía nada, ahora el jurado tenía pruebas irrefutables
Se levantó suave, con temor a despertarla, tomo papel y pluma. Era hora de escribir su despedida. Iba a salir de su vida como un cobarde, sin decirle a la cara, solo con una nota de un amor eterno que jamás podría volver a profesarle. Con deseos, esperanzas y sueños rotos de un futuro con ella. Es hora de decir adiós… Pero qué decirle para que acepte su adiós, qué decirle para que lo deje ir sin que lo busque, sin que le vaya a pedir que vuelve con ella. Ya estaba hecho, se iría dejándola ahí dormida, tranquila, sin saber que ocurre en ese momento, un dolor atravesó su pecho y subió hasta su garganta, hasta convertirse en una pequeña lágrima que salió por su ojo. Tomó su maleta y salió de la habitación sintiendo que moría a cada paso que se alejaba de ella, hubiese preferido que Elena lo rechazara, que ella decidie