Capítulo 38: Mi señor

Celeste

Él duda por un momento antes de quitarse el guante de cuero. Me quedo impresionada: su mano está oscura, con partes rojizas que contrastan terriblemente con su piel pálida. Él parece avergonzado. Era algo muy extraño, jamás vi una herida así, aunque tenía una teoría.

—¿Hechicería, o me equivoco?

—Dudo que te equivoques alguna vez pequeña prisionera—indica, me hace sonrojar.

—¿Culpa de La Eterna? —pregunto.

—Sí y no. Tuve un encuentro con alguien muy poderoso, alguien a quien enseñaba a usar su poder. Necesitaba control y me interpuse, no me importó, al final todo valió la pena. Sin embargo, luego, Valerius usó ese poder concentrado, energizando aún más a La Eterna. Fue un combo casi fatal. Casi perdimos la guerra, me dejó fuera de combate —menciona él. Lei algo de la guerra y le había preguntado a Fabrizio. Sé que Alaric estuvo herido y casi pensaron que había muerto. La sola idea me duele.

Toco su palma y juego con sus dedos; él suspira de placer, como si no hubiera sido toca
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