CelesteÉl duda por un momento antes de quitarse el guante de cuero. Me quedo impresionada: su mano está oscura, con partes rojizas que contrastan terriblemente con su piel pálida. Él parece avergonzado. Era algo muy extraño, jamás vi una herida así, aunque tenía una teoría.—¿Hechicería, o me equivoco?—Dudo que te equivoques alguna vez pequeña prisionera—indica, me hace sonrojar.—¿Culpa de La Eterna? —pregunto.—Sí y no. Tuve un encuentro con alguien muy poderoso, alguien a quien enseñaba a usar su poder. Necesitaba control y me interpuse, no me importó, al final todo valió la pena. Sin embargo, luego, Valerius usó ese poder concentrado, energizando aún más a La Eterna. Fue un combo casi fatal. Casi perdimos la guerra, me dejó fuera de combate —menciona él. Lei algo de la guerra y le había preguntado a Fabrizio. Sé que Alaric estuvo herido y casi pensaron que había muerto. La sola idea me duele.Toco su palma y juego con sus dedos; él suspira de placer, como si no hubiera sido toca
Eva—¡Vamos, Eva! —grita el rey mientras avanzo para atacarlo.Para los guerreros, el combate era vida misma, como el sol para las plantas o el agua para vivir. Todos disfrutaban de una buena pelea, ¿y qué mejor combate que uno contra el ser más fuerte que había visto, incluso más que un vampiro? El rey era imponente y, sin distraerse, se defendía de mis ataques.—Vamos, sé que quieres hacerlo. Sé que deseas vengarte después de lo que sabes, te pediré—susurra él, y yo suspiro.Me molestaba, pero supongo que era parte del proceso para obtener su perdón. El Rey de Todos los Lobos no hacía nada sin razón; no acogía a nadie bajo su ala protectora por buena voluntad.Él mismo lo había dicho: todos teníamos un deber que cumplir, incluso él. Así que avancé, atacándolo con fuerza. Él se defendía como podía, pero su sonrisa me hacía sentir que su poder estaba despertando.—Está funcionando —dice Amelia, observando cómo cada vez más personas nos miran pelear.El público suspira al ver cómo paso
Fabrizio Caminaba por la galería y, casi sin ver. Se suponía que estaba allí para admirar obras de arte. En este tipo de espacios sentía que el tiempo transcurría de forma distinta, menos rápido, menos violenta. Sin embargo, descubrí algo interesante: yo había cambiado. Era normal que las cosas y los seres en el mundo cambiaran continuamente, pero, lamentablemente, ese no era mi caso. Los vampiros dejamos de evolucionar con el tiempo. Y ahora, rodeado de tanta belleza de creación humana, sentía que ya no tenía nada que admirar. Quizá se debía a que había pasado tanto tiempo observando el retrato de mi amada, que incluso el concepto de arte había cambiado para mí. Juro que la veía en cada pintura, en cada escultura. Sentía que ella me llamaba, que me pedía que la buscara y no la dejara. Donde estuviera, yo iría. Movería cielo y tierra. —Imaginé que aquí te iba a encontrar —dijo Amelia, apareciendo a mi lado.—Me conoce bien, mi señora.—Gracias por acompañarme. Sé que andas con tu
Alaric—Eso quiere decir que Valerius está buscando aliados poderosos, y no solo vampiros roñosos ni lobos inservibles —resoplé.—Sabemos que es un vampiro con muchos recursos y que le gusta estar un paso adelante de todos. Quizás, por primera vez, podamos adelantarnos —dice Amelia con esperanza.—Tiene lógica, Su Majestad. A diferencia de su hermano Lucio, Valerius realmente no tiene poderes. Es un vampiro antiguo, sí, pero el hecho de que solo el puñal pueda matarlo, según él, al menos, quiere decir que está protegido por hechicería. Y, por lo tanto, está asociado con hechiceras —indica Fabrizio.—No podemos creer en lo que dice ese desgraciado, sino en sus acciones: se reúne con hechiceras, Tobías está buscando algo con ellas en Ciudad Ónix. Tiene a los vampiros del clan de Amelia, quizás a algunos, al menos. Hay que tomar todo esto en cuenta —indica Rachel, y yo asiento.—Tienes razón. Necesitamos más información —suspiré, sentado en mi oficina mientras ellos estaban frente a mí.
AlaricEl vínculo era peor que un imán. Quizás el río podía cambiar su curso, las montañas caen; incluso la luna podía tapar al sol. Cada ciclo de la naturaleza, cada ley, cada fuerza natural podía lucharse, esquivarse, pelearse.Pero juro que yo ya no podía. No podía negarme a ella. Este vínculo existía, ella y yo existíamos como una sola cosa, no importaba lo que yo pensara, sintiera o creyera. Era inevitable caer ante ella, doblegarme, ceder, y ahora lo hacía voluntariamente, con todo lo que tenía. Por la diosa, quería esto más que nada en el mundo, como nunca quise a nada ni a nadie en mi larga y tediosa vida.Roy aullaba de alegría cuando la atraje hacia mí, la pegué a mi cuerpo y besé con toda la pasión que había guardado durante siglos, para ella. Mi lobo era el gran vencedor; había vuelto a mí en la guerra, en tiempos de necesidad, quizás sabiendo que ella estaba en el horizonte. Pero yo no me podía considerar un perdedor tampoco, menos cuando ella devolvía el beso, acariciaba
Fabrizio —Sabía que ibas a aparecer tarde o temprano. Podía apostar que serías tú —dijo abriendo la puerta de su habitación.Alaric lucía de alguna manera diferente; siempre había tenido ese aire imponente, pero ahora se sentía más evidente. Quizás los entrenamientos con Amelia y Eva estaban dando resultado, pero al percibir el aroma de otra persona en él, supuse que podría ser ella. Aún no me atrevía a imaginar si ella podía ser su verdadera compañera. Alaric había sufrido buscándola, pero tal vez ahora había encontrado a alguien que, de una forma u otra, equilibrara sus fuerzas, sin ser su mate.Tres lunas humanas. Una humana frente de todo un reino, no estaría mal pienso, mientras observo cómo él se acomoda la camisa para cubrirse un ligero moretón en el cuello, que desaparece poco a poco. Ella es humana, pero tiene el poder de dominar a un rey. No habia visto al rey con una mujer en siglos.—Lo siento, pero algo urgente ha surgido.—Sí, sí, sé que no me molestarías si no lo fuera
Celeste —¿De verdad vamos a poder ir? Pensé que Su Majestad había declarado que estaba prohibido salir. —pregunto impresionada cuando Fabrizio me dio la buena noticia.—Pues, ¿por qué será? Quizás alguien lo ha logrado convencerlo, tú sabes, aflojar un poco al rey —indicó Eva de forma divertida. Era obvio que se refería a mí y al tiempo que él y yo habíamos pasado juntos.—Su Majestad cree que realmente podamos encontrar algo. Quiere ayudarme, a Nana y a los compañeros de Amelia. Iremos al templo que encontraste, el que queda más cerca. Hay que prepararnos —explicó Fabrizio, y yo no podía contener mi felicidad. Por supuesto, sabía que había una gran posibilidad de que el hechizo fallara. Al fin y al cabo, yo no tenía poderes. Pero esta era mi oportunidad de sentirme realmente útil. Podía hacer algo que nadie había intentado, y todos confiaban en mí. Tenía las palabras correctas en el diario del vampiro y ahora también tenía la fuente de poder en el templo. Todo era magnífico.Mejor
Fabrizio—No hay rastros de quién es el pintor.—No, señor. Esto es toda la información que tenemos —me dice la especialista del museo— Al parecer, fue un artista importante para un sector muy específico de la sociedad de aquella época, pero no hay demasiados registros sobre él. Es como si no se hubiese dedicado a hacer nada más que esos cuadros.Yo sabía a qué "sector de la sociedad": un selecto grupo que perseguía vampiros. Quizás cazaban otras criaturas también. Sabían de nosotros y se habían organizado. Gente inteligente, si me preguntan.—Entonces, ¿no hay un registro, ni siquiera un nombre?—No, ni siquiera una firma. —Le agradezco mucho, señorita. Por casualidad, ¿alguien más ha venido a preguntar por este artista?—No…pero me hizo recordar que tuvimos un extraño incidente hace un tiempo. Alguien intentó destruir un cuadro de este museo. De otro cuadro de la misma época, pero de otro artista —menciona la especialista, y me muestra un registro policial donde, efectivamente, alg