Capítulo 40: Ciudad Ónix

Fabrizio

Caminaba por la galería y, casi sin ver. Se suponía que estaba allí para admirar obras de arte. En este tipo de espacios sentía que el tiempo transcurría de forma distinta, menos rápido, menos violenta.

Sin embargo, descubrí algo interesante: yo había cambiado. Era normal que las cosas y los seres en el mundo cambiaran continuamente, pero, lamentablemente, ese no era mi caso. Los vampiros dejamos de evolucionar con el tiempo. Y ahora, rodeado de tanta belleza de creación humana, sentía que ya no tenía nada que admirar. Quizá se debía a que había pasado tanto tiempo observando el retrato de mi amada, que incluso el concepto de arte había cambiado para mí.

Juro que la veía en cada pintura, en cada escultura. Sentía que ella me llamaba, que me pedía que la buscara y no la dejara. Donde estuviera, yo iría. Movería cielo y tierra.

—Imaginé que aquí te iba a encontrar —dijo Amelia, apareciendo a mi lado.

—Me conoce bien, mi señora.

—Gracias por acompañarme. Sé que andas con tu
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