CelesteSu Majestad no apareció en la mañana, ni tampoco al día siguiente, pero cada mañana encontraba una magnolia apoyada en mi almohada. Tampoco me encontré con Fabrizio, ni Eva quien se olvidó de mis odiosos entrenamientos. Marina venía de vez en cuando a ver cómo estaba, pero también desaparecía. De nuevo estaba sola en el castillo.En la cocina me dijeron que no podía trabajar ahí, así que me encontré sin nada que hacer. Me perdía entre los libros de la biblioteca, pero no sabía exactamente qué buscar. Pensaba que debían estar ocupados con asuntos muy urgentes, pues Fabrizio tampoco había ido a buscar el retrato de la Dama. ¿En qué estaban? Alaric había empezado a abrirse y contarme algunas cosas, aunque seguía desconfiado. Y yo aún tenía preguntas.Hice lo único que tenía a mano: leer ese diario que había pertenecido al vampiro sin corazón que había retenido por siglos a la compañera de Fabrizio.Estaba escrito en un lenguaje que no entendía, pero algunas palabras me parecían c
Alaric—¿Dónde está el Alfa Simón?—¿Quién es Nana? ——¿Qué esconde Celeste? — Necesitábamos saber su origen y lo que escondía. Cuando Amelia vino a hablarme, el día ya había amanecido. —Su Majestad está con los vampiros que no necesitan dormir. Ellos se alimentan de los prisioneros —me dijo ella—. Usted no puede resistir con pocos cuidados.—Estos morirán hoy si no me dicen lo que necesito saber —amenacé.—¿Y qué pasa con la humana? —preguntó Amelia. Su mirada reflejaba temor, como si creyera que estaba perdiendo la cabeza.—Sabré qué demonios sucede con ella hoy mismo —respondí con dureza, mientras regresaba a las mazmorras. No sabía si era muy desafortunado o ellos demasiado fieles, pero no conseguí las respuestas que necesitaba.—Vamos, lobito, di lo que mi señor quiere saber. Créeme, me gusta golpearte, me mantiene en forma, pero hasta yo me estoy cansando —dijo Eva, con una expresión de hastío.—¿Por qué les interesa tanto la fracasada si ni siquiera tiene poderes? —murmuró uno
Celeste Caminaba por los pasillos sintiéndome completamente rota. Mi situación ahora era peor, ya que, cuando la gente de la manada se reía de mí, me ponían apodos o me lanzaban cosas, podía defenderme o simplemente ir al bosque a refugiarme. Pero aquí estaba atrapada; no tenía a dónde ir. Me encerré tontamente en la habitación que me habían dado. Era pequeña, pero había sido mi lugar desde que llegué, hasta que me mudé a la habitación de él.¡Y yo, que creí que había sido algo especial! Pensé limpiándome las lágrimas ¡Qué niña tan tonta! Cuando escuché pasos al otro lado de la puerta, supe que era él.—Celeste… mi cielo —murmuraba. Su voz sonaba baja y adolorida. Me senté, apoyando mi espalda en la puerta.—No hay justificación para mis acciones; me comporté como un bárbaro. ¿Comprometerte con ese desgraciado? Debí haberlos matado a todos desde el primer momento —dijo con furia, y no pude evitar sentir un temblor solo de escuchar su voz —No merecías nada de eso… y luego yo desconfí
Celeste Desde ese momento, las cosas fueron diferentes. No creía que debieran pasar cosas malas para que cayéramos en conciencia de nuestros propios actos. Pero a veces la realidad nos da un golpe para despertar.—No sé cómo o por qué, pero las cosas están mejorando. Lo que necesites, humana, solo pídelo— me dijo Amelia, sonriente, y me di cuenta de que no era solo por pedido del Rey, sino que lo hacía por iniciativa propia. En la cocina me aceptaron si quería ayudar, y me gustaba porque necesitaba sentirme ocupada. Cada vez estaba más cerca de descifrar el hechizo completo, solo me faltaba esa fuente de poder. Si yo fuera una hechicera, todo estaría solucionado, pero no era el caso. Los niños me visitaron, me contaron de su nueva vida. Las chicas también estaban bien adaptadas. Hasta Elías colaboraba con Fabrizio, Amelia lo enviaba a misiones más importantes. Y yo, por supuesto, pensaba en Alaric. Releía esa carta todas las noches y me acostaba apretándola contra mi pecho, me la s
Fabrizio Sea lo que sea en lo que trabajara el señor Rocco, sin duda le va muy bien en la vida. La mansión donde me reuniré tiene columnas altas y anchas, todo completamente de blanco.—El señor lo espera —me dijo el mayordomo. Todo era perfectamente humano. Había estado tanto tiempo entre seres sobrenaturales que había olvidado lo que era una vida normal: sentarse a tomar una bebida caliente viendo el paisaje, preparar el día a día, correr por pequeñas preocupaciones. Añorar porque no sabías cuántos atardeceres ibas a poder ver. Una vida más simple, que quizás se apreciaba más. Ahora me recibía un hombre encorvado, apoyado en un bastón.—Señor... Lamento, creo que no sé su apellido.—Fabrizio, solo Fabrizio.—Me dijeron que era amigo del señor Alaric. Supongo que debe estar fallecido; era un hombre adulto cuando yo era muy joven.—Así es, ahora está su hijo, llamado Alaric también— Mentiras usuales de la gente que vive eternamente —Trabajo para él, vine a su pedido.—Ahhh el retrato
Alaric La distancia me estaba matando. La veía a ella a lo lejos, entrenando con Eva, en la cocina, sus manos entre frutas y especias, y yo la anhelaba. Cuando estaba en el jardín y la veía oliendo las flores, lucía tan... feliz y perfecta. Sin mí, sin extrañarme. El vínculo de mates era una maldición, de eso estaba seguro. Y no había un ser más maldito que el lobo con una mate humana, pues ella no sentía esto: la locura, la pasión, la ansiedad de tenerla.—Debemos darle espacio —me había dicho Roy, y yo le hice caso. Entendíamos, si es que sabíamos algo de ella, que Celeste necesitaba encontrar su lugar. Su misión en la vida, su posición en este castillo. Que no lo viera como su prisión, sino como su hogar. Que no me viera a mí como un enemigo, un monstruo, el villano de esta historia, sino como... su rey. Su mate. Las dudas existían, pero el vínculo empezaba a forjarse como una espada de acero, con fuego, agua y tesón.Estaba acabado, lo sabía.Comía las galletas que me dejaba tod
Celeste Vi a los vampiros y sentí el miedo crepitar en mi piel. Había huido de ellos en la manada, pero finalmente habían llegado a mí, como si, sin importar lo que hiciera, el destino fuera siempre el mismo.—¡Yo puedo con ellos! ¡Corre! —me grita Eva mientras la veo pelear contra cuatro vampiros al mismo tiempo.—¡Es ella, la traidora! —le gritan, y yo siento pavor. Una cosa era entrenar con ella y otra muy distinta verla atacar en realidad, sin compasión, con una crueldad absoluta. Salvándome.—¡Al templo, ahora! —grita, sus cuchillos llenos de sangre. Corrí a través de la batalla, con los pies apenas tocando el suelo y el corazón martillándome en los oídos, sabiendo que me perseguían.—¡A ella, la hechicera! ¡No huele a plata! —gritaban. Sentía sus pasos detrás de mí, rápidos, inhumanos. Sabía que, si volteaba, vería sus ojos hambrientos y sus dientes preparados para tomarme. Me lancé hacia la entrada, cruzando el umbral, esperando que los vampiros me alcanzaran en cualquier momen
Alaric El mundo se me vino abajo cuando ella se desmayó. Pensé que el vínculo de mates me ayudaría a saber qué le pasaba, pero Roy y yo estábamos tan perdidos que entramos en pánico cuando no respondía. La tormenta fue cediendo, y cuando llegamos al castillo, yo estaba enloquecido.—¡Doctora! ¿Dónde está la doctora? —grité desesperado. No estuve tranquilo hasta que no vi a Celeste en una camilla.—Quizás fue el estrés, pasó por una experiencia muy traumática —dijo la doctora mientras yo gruñía.—Celeste ha pasado por cosas peores que todos los presentes juntos; no es una muchacha débil que se desmaya por una impresión —gruñí. Pero no tuve más respuestas. Al poco tiempo apareció Fabrizio, y lo pusimos al tanto.—Lamento tanto que haya dejado de tomar su poción con plata, entiendo que lo hizo para que Eva y yo pudiéramos estar con ella tranquilos —se lamentó.—Tiene que ver con el templo ¿Crees que ella tenga poderes? —preguntó Amelia.—No que yo pueda sentir; entiendo que ustedes tamp