Hola hola! Estamos en los capítulos finales de esta batalla ¿Qué será este hechizo? ¿Qué invocó Valerius? Bso Kika
Fabrizio—Necesitamos llevarla bajo protección —dijo Xavier mientras levantábamos a Amelia.La pelea había sido dura, mucho más de lo esperado. Los guerreros vampiros de Valerius eran ordenados, fuertes, y juro que cuando acabábamos con uno, aparecían dos más. El grupo frente a la casa era solo uno, pero de las mazmorras salieron más, de detrás de la casa, y más allá. Después de que atacaran, aparecían rogues, mercenarios y, atrás, más lobos. —Yo puedo, juro que… —indicaba Amelia, pero luego la vi chillar de dolor.—Déjanos ayudar, mi señora —dije y la alejé de la batalla. Era difícil, no estábamos en el castillo ni en nuestro territorio. No teníamos nuestro grupo de apoyo, todos estábamos en la pelea. Igor había caído y lo perdí de vista. Las guerreras continuaban más allá, evitando que más vampiros se acercaran. Rogelio y Damián comandaban el frente, pero… ¿Hasta cuándo? Las manadas del norte habían llegado; vi alfas, guerreros, lobos que en algún tiempo nos habían jurado lealtad… a
AlaricHabíamos caído en su trampa. Valerius había sido un enemigo extremadamente paciente.—Tuvo siglos para planificar esto, no como Lucio, ni Marco, mucho menos como Aníbal y todos nuestros enemigos —susurraba Roy.La Eterna no le había hecho nada y, al parecer, era su verdadera aliada. Él decía que todo estaba unido, pero honestamente no sabía cómo. No entendía qué tenía que ver yo con él. En siglos de vida, por casualidad no lo había visto; si no fuera por mi enfrentamiento con Lucio, nunca nos hubiésemos conocido. Él estaba recluido aquí, maldito, y fue mi sangre la que lo liberó. Todo esto parecía un círculo que tenía que saber, pero me faltaba una pieza, una parte importante. Ni siquiera mi lobo lo entendía. Luego la hechicera utilizó su aire y aparecieron los aliados. Eva fue liberada y mi corazón se agitó al ver a mi mate acercarse. El tiempo no existía, la distancia tampoco. Éramos dos piezas que tenían que unirse, ella estaba aquí, conmigo, y ni siquiera el peligro importa
CelesteLa hechicera era impactante. Tenía un pañuelo que le cubría el cabello oscuro, y sus ojos brillaban tanto que parecían emitir luz. Valerius había mostrado su verdadera motivación: era una venganza, y tenía que ver con la familia de Alaric. Las hechiceras parecían ser solo un medio para un fin. Mi amor me mantenía oculta; yo daba vistazos como podía. Él tenía el poder de mi rey… se podría decir que lo tenía todo. Índigo nos observaba atenta, no sabía si escuchaba, pero supe que haría lo que pudiera para sacarnos de aquí.Recordaba cuando Alaric hablaba de su madre, ese tono en su voz lleno de melancolía, de una pérdida tan grande que no se podía explicar. Y cuando me mencionaron, me asomé y Aldana se quedó con la boca abierta; un destello pasó por sus ojos. Ella sonrió como si el resto no importara, como si ese pequeño dato rivalizara en importancia con todo lo que había dicho el viejo vampiro. Asintió con la cabeza, como si me reconociera. Estaba feliz, pude sentirlo, y sentí
FabrizioMarina y las guerreras habían ganado el extremo y expulsaban a los vampiros. La bestia Magnus y el Duque habían perseguido a mercenarios más allá del bosque. Había llamaradas que se quedaban en el suelo, caminando como si tuvieran pies, persiguiendo a los guerreros vampiros de Valerius. La batalla seguía, a veces cobraba fuerza, como si un poder invisible la recargara. Alfa Igor estaba inconsciente mientras Rogelio y Damián lo protegían.—Hay muchos heridos —indicaba Amelia. Se había recuperado. Rachel buscaba vendas y ayuda en los alrededores. Habíamos venido tan de improviso que no trajimos nada para auxiliarnos.—Tenemos que contener como podamos, pero me preocupa lo que sucede en la casa —respondí. Había una energía terrible que provenía de allí. Eva y Adriana hacían espacio para retomar la gran casona. Si, teníamos esto más o menos bajo control... Pero, ¿de qué serviría si Su Majestad y Celeste seguían ahí?—¿Qué sucede? —preguntó Amelia cuando Nana nos llamaba a los que
CelesteLa venganza, el hecho de traernos hasta aquí, el pacto de sangre que hizo mi señor, el obtener su sangre, derramarla, la de mi tío, unir a tantos aliados que aún peleaban afuera... todo para un único objetivo. Años, esfuerzos, dolores, aprovechar cada oportunidad solo para tener el hechizo y matar a mi rey enfrente de su madre. Era un objetivo desalmado y macabro. —No sabes lo que haces —dijo Aldana, firme. Sus ojos destellaron, sus puños se cerraron mientras observaba al vampiro. Mi mate yacía en el suelo, yo sujetaba su cabeza mientras sentía cómo su poder se evaporaba. Ya no escuchaba a Roy, el vampiro tomaba su poder de forma escandalosa. —Mi rey... Mi mate... —las lágrimas se me salían mientras él tomaba mi mano.—Mi cielo...—Tienes que aguantar... No puedes dejarme aquí —le dije y vi su preocupación.—Acabaremos con él, no te dejaría... —susurraba, sus manos temblaban. Yo le decía que no podía dejarme en este mundo sola. ¿Qué sentido tendrían las cosas? Pero él solo se
AlaricEsto no podía estar sucediendo. Sentía cómo mi poder era drenado y fluía hacia la piedra verde en mi cuello. Era más fuerte de lo que jamás había sentido. Ahora entendía que así era como se energizaba la daga: tomaba un poco de nosotros, pero esta vez me iba a dejar seco. Cuando mi mate se puso frente a mí para defenderme, las lágrimas se me escaparon. Yo podía dejar de existir, pero ella no. No era justo.—¡Celeste! —grité, y verla desafiando a nuestro enemigo me dio más vida que mil lobos. Sentía a Roy aullar y todo sucedió tan rápido, cuando mi madre tomó la mano de Celeste, el poder alrededor se alteró.—¡No, Celeste! —grité angustiado, y en ese instante alcancé a mi madre… y sentí como si fuera expulsado al otro lado del universo. La expansión fue tan grande que me perdí. Me sentía cansado, agobiado. Y cuando desperté, no sabía dónde estaba ni siquiera quién era. Mis ojos estaban tan impactados por la luz que me costó tiempo acostumbrarme a tanta luminosidad.—Estamos en e
Alaric—El equilibrio —susurré. Roy apoyaba su cabeza en la pierna de mi madre, escuchando extasiado.—Ustedes crecieron. Tu hermana y tu hermano mayor sabían la verdad sobre el origen de los lobos y se creyeron superiores. Tu padre hizo todo lo posible por explicarles que no eran precisamente especiales, que el don que nos dio la diosa era para proteger al resto. Vivió muchos años hasta que, por fin, encontró su descanso. Yo pensé que iba a irme con él, pero…—Tu poder te mantenía viva —susurré. Ella siempre había sido especial, pero yo pensé que era por haber sido la primera Luna.—Así es. Supongo que tenía trabajo por hacer. Tu padre dio a conocer la idea del verdadero alfa, aquel que ayuda a todos, el que mantiene el balance de la naturaleza. Yo había enseñado a los lobos a curarse, pero todos tienen un límite — su voz se volvió más suave. —Decidí que debía haber un cambio, tú ya estabas grande y tus hermanos habían encontrado a sus mates, y Lucio estaba en sus propias cosas… —sus
Fabrizio—¡Está funcionando! —apareció gritando Nana. La mujer siempre se mantenía firme y seria, pero por primera vez la vi al borde de las lágrimas.—Estamos cerca, puedo sentirlo —exclamaba Xavier, ya en modo completo Amorak. Él funcionaba como una especie de brújula. Las guerreras habían dejado sus espadas, excepto la de Rachel, que usaba Índigo para golpear la barrera. Yo escuchaba el metal, chocar en un sonido que no podía ni empezar a describir.—¡Necesitamos más! —se repetía por todas partes: más poder, más guerreros, más defensa, y yo temía que no pudiéramos. ¿De dónde íbamos a sacar tanto poder? Esta era una lucha que se daba muy por fuera de nuestras posibilidades, y sentí que el mundo se agitaba a nuestro alrededor.—¡Bestias! —escuchaba. ¡No puede ser!—El mal está llamando al mal, lo similar atrae a lo similar —murmuró Amelia.—¡Aléjenlos de la línea de poder! —gritaba Ágata desesperada. Al parecer la bestia que encontramos nosotros en aquella casa no era la única. —¡Va