FabrizioMarina y las guerreras habían ganado el extremo y expulsaban a los vampiros. La bestia Magnus y el Duque habían perseguido a mercenarios más allá del bosque. Había llamaradas que se quedaban en el suelo, caminando como si tuvieran pies, persiguiendo a los guerreros vampiros de Valerius. La batalla seguía, a veces cobraba fuerza, como si un poder invisible la recargara. Alfa Igor estaba inconsciente mientras Rogelio y Damián lo protegían.—Hay muchos heridos —indicaba Amelia. Se había recuperado. Rachel buscaba vendas y ayuda en los alrededores. Habíamos venido tan de improviso que no trajimos nada para auxiliarnos.—Tenemos que contener como podamos, pero me preocupa lo que sucede en la casa —respondí. Había una energía terrible que provenía de allí. Eva y Adriana hacían espacio para retomar la gran casona. Si, teníamos esto más o menos bajo control... Pero, ¿de qué serviría si Su Majestad y Celeste seguían ahí?—¿Qué sucede? —preguntó Amelia cuando Nana nos llamaba a los que
CelesteLa venganza, el hecho de traernos hasta aquí, el pacto de sangre que hizo mi señor, el obtener su sangre, derramarla, la de mi tío, unir a tantos aliados que aún peleaban afuera... todo para un único objetivo. Años, esfuerzos, dolores, aprovechar cada oportunidad solo para tener el hechizo y matar a mi rey enfrente de su madre. Era un objetivo desalmado y macabro. —No sabes lo que haces —dijo Aldana, firme. Sus ojos destellaron, sus puños se cerraron mientras observaba al vampiro. Mi mate yacía en el suelo, yo sujetaba su cabeza mientras sentía cómo su poder se evaporaba. Ya no escuchaba a Roy, el vampiro tomaba su poder de forma escandalosa. —Mi rey... Mi mate... —las lágrimas se me salían mientras él tomaba mi mano.—Mi cielo...—Tienes que aguantar... No puedes dejarme aquí —le dije y vi su preocupación.—Acabaremos con él, no te dejaría... —susurraba, sus manos temblaban. Yo le decía que no podía dejarme en este mundo sola. ¿Qué sentido tendrían las cosas? Pero él solo se
AlaricEsto no podía estar sucediendo. Sentía cómo mi poder era drenado y fluía hacia la piedra verde en mi cuello. Era más fuerte de lo que jamás había sentido. Ahora entendía que así era como se energizaba la daga: tomaba un poco de nosotros, pero esta vez me iba a dejar seco. Cuando mi mate se puso frente a mí para defenderme, las lágrimas se me escaparon. Yo podía dejar de existir, pero ella no. No era justo.—¡Celeste! —grité, y verla desafiando a nuestro enemigo me dio más vida que mil lobos. Sentía a Roy aullar y todo sucedió tan rápido, cuando mi madre tomó la mano de Celeste, el poder alrededor se alteró.—¡No, Celeste! —grité angustiado, y en ese instante alcancé a mi madre… y sentí como si fuera expulsado al otro lado del universo. La expansión fue tan grande que me perdí. Me sentía cansado, agobiado. Y cuando desperté, no sabía dónde estaba ni siquiera quién era. Mis ojos estaban tan impactados por la luz que me costó tiempo acostumbrarme a tanta luminosidad.—Estamos en e
Alaric—El equilibrio —susurré. Roy apoyaba su cabeza en la pierna de mi madre, escuchando extasiado.—Ustedes crecieron. Tu hermana y tu hermano mayor sabían la verdad sobre el origen de los lobos y se creyeron superiores. Tu padre hizo todo lo posible por explicarles que no eran precisamente especiales, que el don que nos dio la diosa era para proteger al resto. Vivió muchos años hasta que, por fin, encontró su descanso. Yo pensé que iba a irme con él, pero…—Tu poder te mantenía viva —susurré. Ella siempre había sido especial, pero yo pensé que era por haber sido la primera Luna.—Así es. Supongo que tenía trabajo por hacer. Tu padre dio a conocer la idea del verdadero alfa, aquel que ayuda a todos, el que mantiene el balance de la naturaleza. Yo había enseñado a los lobos a curarse, pero todos tienen un límite — su voz se volvió más suave. —Decidí que debía haber un cambio, tú ya estabas grande y tus hermanos habían encontrado a sus mates, y Lucio estaba en sus propias cosas… —sus
Fabrizio—¡Está funcionando! —apareció gritando Nana. La mujer siempre se mantenía firme y seria, pero por primera vez la vi al borde de las lágrimas.—Estamos cerca, puedo sentirlo —exclamaba Xavier, ya en modo completo Amorak. Él funcionaba como una especie de brújula. Las guerreras habían dejado sus espadas, excepto la de Rachel, que usaba Índigo para golpear la barrera. Yo escuchaba el metal, chocar en un sonido que no podía ni empezar a describir.—¡Necesitamos más! —se repetía por todas partes: más poder, más guerreros, más defensa, y yo temía que no pudiéramos. ¿De dónde íbamos a sacar tanto poder? Esta era una lucha que se daba muy por fuera de nuestras posibilidades, y sentí que el mundo se agitaba a nuestro alrededor.—¡Bestias! —escuchaba. ¡No puede ser!—El mal está llamando al mal, lo similar atrae a lo similar —murmuró Amelia.—¡Aléjenlos de la línea de poder! —gritaba Ágata desesperada. Al parecer la bestia que encontramos nosotros en aquella casa no era la única. —¡Va
CelesteEn un momento estaba temiendo por la vida de mi mate y la mía. Creí que habíamos perdido, que este vampiro nos había arrebatado todo nuestro poder, que estábamos en sus manos, condenados. Pensé que Aldana no podía hacer más, Índigo luchaba, pero no lograba terminar de romper la protección. Temí, que después de todo, del dolor que había pasado… fracasaríamos. Pero luego, Aldana tomó mi mano y sentí que mi fuerza renacía con un poder que jamás había experimentado. Una sensación de que todo era posible, de que no había nada que pudiera enfrentarme. Ella era deslumbrante, olía a mundos antiguos, sentí su sabiduría, amor, dolor, su angustia.—Es mi poder y el de todas las hechiceras. Están todas aquí para ti Celeste, las que se han ido, las que existieron, incluso aquellas cuyos nombres nadie recuerda —susurró Aldana. Ella estaba haciendo esto, su recuerdo, su gran hechizo. Sentía a Alaric detrás de mí, su poder también fluyendo dentro de mí. Podía percibir la esencia de la tierr
FabrizioNo sabía qué hora era ni dónde estaba. Solo recordaba la explosión que me había llevado tan lejos que ahora, por casualidad, veía lo que quedaba de la casona. Esperaba que esto no se hubiese extendido. Mi compañera estaba sana y salva en un jardín seguro, me recordaba.—Diana —susurré cuando vi a la joven guerrera también levantándose.—La explosión nos empujó, señor Fabrizio. Mi tía... las guerreras…—Las buscaremos — me sentía realmente cansado. Habíamos dado parte de nuestro poder y quizás por eso la explosión había sido de tal magnitud. Agradecí a la luna cuando vi gente acercándose.—¡Amelia, Freya!—¡Tía! —Diana salió corriendo mientras veía aparecer a Elías detrás.—Estamos bien. Lo último que sentí es que las hechiceras intentaron aguantar y contener la expansión a los más cercanos, quizás por eso nosotros salimos expulsados —explicaba la guerrera— No siento a Valerius, es como si el vampiro se hubiese quebrado en pedazos —mis instintos me dijeron que en efecto, el en
Alaric Celeste volteó hacia mí, eso lo recuerdo claramente. Me miró con una expresión como si me estuviera observando por primera vez... o quizás era la última. Estaba seguro de que se podía ver el universo en sus ojos. De repente, eran azules con estrellas y mundos que sabía que nunca iba a conocer.Valerius gritaba aterrado, como siempre quise escucharlo desde que había aparecido, desgraciadamente, en mi vida, como una rata, un insecto. El poder que había entrado en la cúpula, que ahora se caía a pedazos, resonó en mi cuerpo ahora sin poderes, como si fuese una caja vacía.Entendí que Celeste era la única que podía derrotarlo, ese vampiro ya no haría daño, estaba destruido. Pero el cuerpo de mi amor temblaba y ella gritaba como si esto fuera demasiado.—Mi cielo... Celeste se volteó y todo se volvió azul y blanco. Mi madre se colocaba delante de mí como si quisiera protegerme, y lo último que vi fue su rostro de perfil y escuché su voz.—Recuérdalo, mi niño de ojos del bosque: lo m