Hola a todos! Ayer tuve problemas técnicos y no pude conectarme. Espero que les guste el capitulo! Bso Kika
EvaEl rugido de Valerius resonó en las paredes de la sala como un trueno. Su furia era palpable, su rostro una máscara de rabia contenida mientras sus ojos se clavaban en los tres guerreros del Rey capturados. Caminaba de un lado a otro, su capa oscura ondeando tras él como una sombra amenazante. Félix alzó las manos en un gesto de suplica. —Señor, es mentira, ¡alguien está manipulándolo! Quieren verlo caer. Yo nunca... —sus palabras se ahogaron en un gemido mientras se inclinaba, las rodillas tambaleándose bajo el peso de la desesperación.—¡Te atreves a poner tus sucias garras sobre mi Ágata! ¡Cómo te atreves a decir que soy capaz de ser manipulado como un cualquiera!Las hechiceras parecían desconcertadas, Ágata bajaba la cabeza, dando a entender que era cierto lo que decía su señor. La mesa estaba servida y yo me disponía a comer lo que saliera.Alfa Simón también suplicaba, intentando razonar con Valerius, pero sus palabras eran acalladas por la risa cruel de los vampiros prese
Alaric—¿Pero qué podría haber en Ciudad Ónix? No hay un espacio especial para los lobos o hechiceras—comentó Alfa Rogelio.—Quizás no lo sabemos. La ciudad fue creciendo poco a poco. Alfa Damián la ha reclamado hace poco, y está buscando sobre la historia y lo que había antes. Si fue un refugio en el pasado para hechiceras, vampiros o lo que sea —comentó Xavier.En mi cabeza se repetían las palabras de Alfa Duran. Si Valerius estaba buscando un objeto importante, era porque era vital. Y cuanto antes supiera qué era y pudiera poner mis manos sobre él, mucho mejor.—Alfa Damián está en contacto. Estoy seguro de que pronto nos dirá algo —indicó Rachel. La realidad era que seguíamos en lo mismo: sin avances, perdidos, literalmente esperando a que el enemigo diera su golpe para reaccionar, y esa idea no me gustaba.—Me sigue intrigando cómo Valerius le entregó regalos a Noelia... si es que fue él —susurré de repente. Tenía a parte de mis enemigos aquí, a mis pies, en las mazmorras, y, sin
Fabrizio—¿De verdad tienes que irte? —me pregunta Margarita con expresión triste. Habíamos estado juntos una semana. Solo una semana después de años. La extrañaba siempre, incluso cuando estábamos juntos. Aún no podía creer que ella estaba aquí conmigo.—Solo será un par de días, lo prometo —digo cuando le preparaba el desayuno en la cocina del castillo. Los trabajadores ya se habían acostumbrado. A todos les asombraba que aún supiera cocinar, sobre todo porque yo no comía estos alimentos, pero ya había aprendido qué era lo que a ella le gustaba y quería darle solo lo mejor. A ella le gustaba mirarme pacientemente, como si fuera nuestro pequeño ritual.Éramos inseparables. Ella me acompañaba a la librería mientras yo investigaba sobre las armas, hechicería y demás. Era profundamente feliz en la biblioteca de Su Majestad, con miles de libros, tantos que ya no sabía cuál elegir. Me acompañaba por el jardín, en las reuniones, en las cenas. Quería que se sintiera lo más cómoda posible. E
Eva—Realmente te has infiltrado… —Adriana me miraba con expresión de sorpresa.—Y muy bien, nadie sospecha de ella —comentó el Duque, mientras ambos estaban en celdas contiguas, aquí, en las mazmorras más profundas. La bestia seguía dormida.—Yo había salido del castillo hacía meses. Había estado con varios guerreros, buscando alguna pista de Valerius. Recibimos un mensaje de que teníamos que ir al norte, pues había alfas sospechosos en el castillo. Nos dividimos; vine con dos compañeros, y del resto no sé nada. Nos atacaron, nos persiguieron vampiros, lobos y rogues. Pronto nos dimos cuenta de que nunca encontraríamos nada, las casas, inclusive esta, deben tener un fuerte hechizo protector—comentó Adriana.Seguía con su traje de guerrera. Ya le había traído algo de comida y agua. Se suponía que estaba aquí para interrogarla, torturarla, peor mi objetivo era otro. Pero era una mujer inteligente, y pronto se dio cuenta de que algo no cuadraba. Le conté mi plan, y debo reconocer que su
Celeste —Tengo que ir —dije con determinación— Algo me dice que debo estar allí. Hay algo importante en esa ciudad.—¿Escuchaste algo? ¿Las voces? —me preguntó mi mate. Su rostro reflejaba angustia. Estaba entre la espada y la pared, no quería que fuera, pero sabía que tampoco podía evitarlo. Necesitamos respuestas. Su preocupación por no dejarme ir era evidente.—Hace tiempo que no escucho las voces, pero es un sentimiento, como lo del templo. Sé que debo estar ahí, Alaric —le pedí, tomando los bordes de su chaqueta. Habíamos pasado unas semanas hermosas juntos, como si fuéramos un rey y una reina viviendo en paz. Pero la realidad no tardaría en alcanzarnos.—Voy contigo —demandó, mientras tomaba su espada y sus cosas.—Sabes que no puedes ir. El pacto de sangre... Si sales lo suficiente...—No es una pregunta, mi cielo. No hay forma de que te deje sola —insistió, con una mirada inquebrantable en sus ojos verdes.—Te lo ruego, si algo te pasa... —suspiré mientras él me abrazaba con
Alaric—Esos desgraciados... —gruñí mientras sentía mi aura expandirse. El llamado del pacto se escuchaba lejano, como una canción a kilómetros, pero ahí estaba. El anillo que hizo mi cielo era una bendición; mi amor era un regalo del paraíso. —Estan en la zona norte. Con razón nos han tenido perdidos en tontas peleas en las otras coordenadas —murmuró Damián, colocándose frente a una computadora. Sus dedos golpeaban el teclado con rapidez mientras buscaba información—. ¿Cuántos son?—Unos cuarenta mercenarios, la vampira y la hechicera —respondió Nora. Era una muchacha curiosa y proactiva. Estos dos hermanos, los lobos les había dado la espalda, y ellos habían creado algo grandioso. Esta ciudad se alzaba imponente ante esos bribones. —¿Una hechicera? Pensé que solo conocería a una en mi vida, con la llegada de nuestra reina, y ahora hay dos —musitó Marina, impresionada. El odio que le tenía a Humberto por aterrorizar a mi mate y por unirse a las fuerzas de mi fallecido hermano, nubl
Eva—¡Maldición, maldición, maldición! —murmuré para mí misma, con frustración. Este se suponía que iba a ser un viaje sencillo: ir a la ciudad, buscar un supuesto objeto, con ayuda de la diosa, evitar que lo obtuvieran, y eso sería todo. Mi idea era alejarme lo más posible de alfa Damián y sus guerreros. Me agradaba el joven alfa, y había escuchado muchas cosas de su ciudad, pero todo se había quedado corto. La ciudad era imponente, y entre sus guerreros había tanto lobos como vampiros, preparados para matar. Y, como si no fuera poco, estaba Su Majestad. Algo me decía que Cielito también estaría aquí. Juro que esto era una tragedia.Las piedras caían como si fueran lanzadas desde el cielo, y si aún tenía dudas sobre cuál era el elemento de Clementina, sin duda era la tierra. La hechicera estaba bien resguardada, y no podía evitar maravillarme al ver su poder en acción. La batalla se desataba a nuestro alrededor. Me parecía que estábamos enfrentándonos uno a uno, aunque sabía que el p
Celeste—Tiene que ser por aquí, siento que está cerca —dije mientras caminaba entre los callejones. No tenía tiempo para admirar la belleza de la ciudad. Simplemente seguía mi instinto, como había dicho mi mate. Solo pensar que él estaba allá afuera peleando con esos hombres hacía que mi corazón se encogiera. Pero si alguien podía ganar, era él, siempre y cuando no se expusiera más allá de lo que el anillo que le di le permitía.—¿Qué estamos buscando exactamente? —preguntó Nora, insistía en que conocía la ciudad como la palma de su mano.—Celeste siente que hay algo aquí, un objeto que el enemigo necesita. No sabemos dónde ni qué es, pero tenemos que llegar antes que... antes que esa hechicera.—La hechicera se está moviendo —dijo uno de los guerreros que nos acompañaban. Sin duda, alguien en la sala de los monitores ya le había dado el mensaje.—¿Qué hay por allá? —pregunté mientras avanzábamos.—Es la zona más antigua de la ciudad —indicó la muchacha. Era nuestra mejor opción. Íba