—Valentino nos invitó porque tiene algo que informar, mi abuela ya lo ha dicho —reiteró la castaña, con su mirada afilada y un tono de voz indiferente y arrogante.—Ya es suficiente —cortó Atenea con calma, dirigiendo la mirada a su esposo—. Diles, amor mío, diles la verdad.—¿Qué quiere decir esta
—Es verdad —confirmó—. Todo lo que dijo mi esposa es cierto, Lirio. Nunca te he amado; lo que sentí por ti fue más bien pena y agradecimiento, carente de un afecto profundo. Lo siento, pero era necesario que lo supieras. Nunca te miré de esa manera.—No puedes estar hablando en serio... —pronunció L
—¿Qué hace este individuo aquí? —cuestiona Valentino.La pregunta de Valentino desconcierta a la rusa, quien rodea de inmediato la mesa para enfrentarlo, con las miradas de todos puestas sobre ambos.—Lenox es una pieza clave en todo esto. Lo he llamado porque es quien posee las pruebas de mis afirm
—Es increíble la astucia de estas serpientes —Atenea rompe el silencio—. Todo fue meticulosamente planeado —observa a Valentino, quien está callado, sumido en el infierno interior que se ha desatado dentro de él—. Siempre te has dejado manipular por ella, Valentino. Siempre has sido su juguete, y lo
La mansión se sumió en un silencio total tras el arresto de las dos criminales. Clodan se retiró con los oficiales, mientras Valentino subió a su habitación y se encerró, sin dirigir la mirada a nadie en el salón. Los sirvientes retomaron sus quehaceres, y Dimitri, al igual que su primo, se recluyó
—Puedes mofarte de mí ahora —esa voz ronca en su oído la desconcertó. Estaba cargada de tristeza y dolor, incluso ella podía sentirlo —. Puedes lanzarme todas las maldiciones que desees. Ya no me queda nada.—Parece que lamentas haberla perdido.—Ni por un instante la quise en mi vida —confesó, apre
***Los ojos de Atenea se perdieron en la desgracia de aquel hombre que ahora yacía acostado en la cama, sumido en el sueño profundo provocado por el alcohol. Después de haber llorado y rogado, finalmente había perdido la conciencia, obligando a Atenea a llevarlo de vuelta a su habitación casi arras
Finalmente, sus nudillos se movieron por sí mismos y golpearon la puerta. Instantes después, lamentó su decisión, pero ya era demasiado tarde.—¿Quién? —la voz ronca de Dimitri resonó al otro lado.—Soy yo —respondió ella, jugueteando nerviosa con sus dedos. No debería sentirse así, pero el aleteo e