La mansión se sumió en un silencio total tras el arresto de las dos criminales. Clodan se retiró con los oficiales, mientras Valentino subió a su habitación y se encerró, sin dirigir la mirada a nadie en el salón. Los sirvientes retomaron sus quehaceres, y Dimitri, al igual que su primo, se recluyó
—Puedes mofarte de mí ahora —esa voz ronca en su oído la desconcertó. Estaba cargada de tristeza y dolor, incluso ella podía sentirlo —. Puedes lanzarme todas las maldiciones que desees. Ya no me queda nada.—Parece que lamentas haberla perdido.—Ni por un instante la quise en mi vida —confesó, apre
***Los ojos de Atenea se perdieron en la desgracia de aquel hombre que ahora yacía acostado en la cama, sumido en el sueño profundo provocado por el alcohol. Después de haber llorado y rogado, finalmente había perdido la conciencia, obligando a Atenea a llevarlo de vuelta a su habitación casi arras
Finalmente, sus nudillos se movieron por sí mismos y golpearon la puerta. Instantes después, lamentó su decisión, pero ya era demasiado tarde.—¿Quién? —la voz ronca de Dimitri resonó al otro lado.—Soy yo —respondió ella, jugueteando nerviosa con sus dedos. No debería sentirse así, pero el aleteo e
—Entonces, dame tu consuelo toda la noche —demandó él, y ella pestañeó dudosa —. Si entras a mi habitación a estas horas de la noche, me escuchas, y me besas impulsivamente, solo puede terminar en algo. —Es todo lo que quieres de mí. —Siempre he sido sincero, aún así viniste. —Estaba preocupada —
—Es imposible hacerlo cuando me torturas —dijo ella con un atisbo de diversión, y él le respondió mordiéndole el costado de la cadera, haciéndola gemir sin remedio, los dedos de la chica enredándose en su espeso cabello.—Disfruta mi tortura —murmuró sensualmente, bajándole la ropa interior lentamen
—Dimitri —un gemido prolongado escapó de lo más profundo de su ser, su respiración agitada se deslizaba por la nariz, mientras el aire frío del ventanal abierto acariciaba la piel de ambos, creando un contraste con el calor que irradiaban.El gemido único de ella hizo que Dimitri perdiera la razón.
La rusa intentó colocar sus piernas sobre los hombros de Dimitri, pero las manos ancladas a ambos lados de sus muslos se lo impidieron, manteniéndolas abiertas para devorarla a su antojo mientras la observaba convertirse en una masa de súplicas y gemidos sin coherencia alguna.Justo cuando estaba li