Fuera de la mansión, Atenea y su amiga se desplazaron en un lujoso automóvil, optando esta vez por no llevar escoltas, ya que solo planeaban disfrutar de una noche entre chicas. El trayecto transcurrió en silencio hasta que Layla, incapaz de contener la intriga, rompió el mutismo.—Observo a tu futu
—Hola, linda —la voz de un hombre atrajo la atención de Atenea, quien dejó de bailar para mirarlo—. ¿Quieres tomar una copa conmigo?.—Hola —le respondió, forzando una sonrisa, ya que la figura masculina no cumplía con sus gustos, al contrario, se veía considerablemente mayor—. Eh, yo...—Venga, pod
—Debes amarlo mucho, qué desafortunado soy —se lamentó, posando sus ojos en los labios de Atenea—. ¿Qué debería hacer? ¿Robar a la novia?.—Si es que puedes —lo retó seductoramente—, pero te digo, amo tanto a mi prometido que no tengo ojos para nadie más —el hombre esbozó una sonrisa torcida, captan
Valentino estaba furioso en su habitación, tratando de descansar mientras solo miraba el reloj, esperando a Atenea que aún no regresaba. A pesar de no entender por qué la esperaba, la ausencia de ella lo inquietaba, imaginándola en los brazos de otro hombre.Frustrado, decidió salir de su habitación
Todo salió perfecto, ya que Atenea sabía y estaba segura que Valentino, su prometido, no se contendría y la buscaría. El plan no pudo salir mejor ahora que él mismo la estaba viendo con otro en el momento justo, probando de su propio veneno. —¡Atenea! —el grito de Valentino retumbó en todo el pasil
Después de llevar a Layla a la mansión, donde Atenea y Lenox se encontraron con Valentino, regresaron para continuar con su noche. Aunque el rubio con semblante serio optó por no reclamarle nada, no mostraría debilidad y prefirió dejarlos ir, tragándose su propio orgullo.Por otro lado, Atenea regre
«Ate, perra, me dejaste sola, vuelve a la mansión de inmediato, hay una invitada inesperada».Ella frunció el ceño confusa, mientras Lenox conducía. Tecleó una vez más en la pantalla para responderle a su amiga.«Ya estoy de camino, pero, ¿Puedes decirme quién es?».Pronto su teléfono vibró con la r
—¿Acuerdo? —él parecía confuso.—Sí, un acuerdo donde estipulaba que no nos inmiscuiríamos en la vida del otro por ningún motivo o circunstancia —declaró ella, mientras Valentino cerraba los ojos brevemente, conteniéndose de explotar—. Por lo tanto, ya que él tiene la desfachatez de traer a su amant