El desayuno culminó en un ambiente tenso. La señora Elsa, incapaz de soportar la escena protagonizada por aquella joven chiquita e irespetuosa, no tuvo más opción que regresar a su casa. Su disgusto fue tal que incluso se le bajó la presión. Mientras tanto, Lirio decidió no darle el gusto a Atenea d
—¡Desgraciado! —exclamó Atenea al liberarse finalmente, quedando agitada con los labios enrojecidos e hinchados—. ¿¡Qué te pasa!? ¿¡Enloqueciste!?.—¿Ese tipo puede tocarte, pero yo no? —cuestionó, retrocediendo dos pasos—. Si le abriste las piernas a un desconocido, supongo que no tendrás ningún pr
—¿Qué tanto hiciste con ella? —La pregunta de Lirio hizo aterrizar a Valentino de sus vagos pensamientos—. Tardaste mucho en bajar.—Ya te dije que no te metas en ese tipo de asuntos, mantente al margen —suspiró, llevando el vaso de licor a sus labios, de pie frente al ventanal de su despacho.—¿Por
—¿Quién te crees? ¡Yo soy la mujer de Valentino! —chilló furiosa, acercándose y arrojando el libro de Atenea al pasto—. ¡Deja de ser tan insolente conmigo!.—¿Y bien? ¿Ya terminaste la escena? —la pequeña rusa se levantó con tranquilidad y recogió el libro del suelo sin dejarse influenciar por las p
Ese día tan esperado había llegado, marcando la unión política entre las distinguidas familias Volkov y Rizzo. La noticia se propagó como un incendio a través de los medios, destacando la fusión de estas influyentes dinastías y su demostración de poder.Mientras la noticia acaparaba titulares, Atene
Valentino, siguiendo el protocolo, tomó la mano de la novia mientras ambos se encontraban frente al altar, atentos a las palabras del padre. A pesar de ello, Valentino disimuló su asombro al ver a una novia tan elegante, bellísima e inigualable, casi como un ángel, aunque en realidad era el demonio
Los ojos de Atenea se humedecieron un poco al despedirse nuevamente de sus padres, quienes solo estuvieron presentes en la ceremonia y la recepción. Ahora, al haber concluido ambos eventos, debía presenciar su partida una vez más.Esto la hace darse cuenta sobre la dificultad de mantenerse lejos de
—¡Siempre es lo mismo contigo cuando te busco! —explotó, levantándose de sus piernas antes de que él mismo lo hiciera, pues en sus ojos solo se veía enojo—. ¿Querías que me quedara de brazos cruzados cuando vi la manera en que la besaste en el altar?. —Ella me besó —excusó.—¡Pero no te alejaste!.