Capitulo 88. El silencio de su habitación ya no era un refugio. Había dejado de ser la celda invisible de su derrota y se había transformado en un templo para su nuevo propósito. Las paredes eran cómplices y la tinta y el papel sus armas. Helena ya no lloraba. Las lágrimas se habían secado como los ríos en invierno, y en su lugar había nacido una paciencia cortante, dura como el hielo del norte. Cada noche escribía. Su caligrafía, elegante pero firme, trazaba mentiras con tanta gracia que se le antojaban verdades. Los Alfas no recibirían súplicas, sino insinuaciones. No amenazas, sino advertencias disfrazadas de preocupaciones. No ruegos, sino proposiciones veladas que rozaban el filo del escándalo. Helena comprendía mejor que nadie cómo funcionaba el poder cuando no se ostenta: se insinúa, se susurra, se propaga como el humo. Y el humo, si se cuela por los pasillos adecuados, puede provocar un incendio. La primera carta se la envió a la compañera del Alfa de la Manada del Valle
Capítulo 89. El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte cuando el estruendo de los cuernos de guerra rompió el silencio helado de la madrugada. El asedio al castillo del Norte había comenzado. Ajax y su ejército se movían como piezas bien colocadas en un tablero que llevaban meses estudiando. Iván, montado en un caballo tan oscuro como el rencor que lo consumía, observaba las murallas con una sonrisa cargada de victoria anticipada. Esta vez, no pensaban fallar. Esta vez, Lukyan caería. Y con él, el Norte. El trono sería suyo, por fin. —Conocemos cada rincón de ese castillo —murmuró Iván—. Cada costumbre. Cada punto débil. Y lo más importante… conocemos su herida más profunda. Ajax asintió con confianza. —Ada ya no está. Lukyan no es el mismo. Está solo, débil. Hoy acabaremos con él. La primera oleada fue salvaje, los cimientos del castillo comenzaban a templar, los arietes golpearon sin descanso las puertas principales, y desde los costados, una lluvia de flechas oscure
Capítulo 90. El calabozo del castillo era un lugar húmedo, oscuro y maloliente. Un sitio donde la esperanza se pudría más rápido que las ratas muertas que rodaban por el suelo. Ajax estaba sentado en el rincón más lejano de la celda, con las manos esposadas con cadenas de plata y la mirada clavada en las piedras del muro. A su lado, Iván se paseaba de un lado a otro, como una bestia enjaulada, bufando de impaciencia. —Todo esto es por tu culpa —espetó Ajax de pronto, sin siquiera mirarlo—. Por tu incompetencia, por no seguir un maldito plan. Iván se detuvo en seco y soltó una risita seca, sarcástica. —¿Mi culpa? Por favor, no me hagas reír. Si alguien arruinó esto, fuiste tú. El gran Ajax, el estratega infalible… que no fue capaz ni de mantener a Ada bajo control. ¿Qué clase de líder eres si no puedes con una sola mujer? Ajax apretó los dientes. No porque Iván tuviera razón, sino porque cada palabra le dolía más que un golpe. —No perdimos la guerra por eso. Fue por tu idiotez, p
Capítulo 91. Cuatro meses habían pasado desde que Ada dejó el castillo de Lukyan. Parecía mentira todo lo que había cambiado su vida en ese tiempo. Ahora era oficialmente la Reina del Sur. Había encontrado su lugar en el mundo, restaurado alianzas y, además, estaba a punto de convertirse en madre. Pero en ese momento, nada de eso parecía importante. Lo único que tenía frente a ella era una montaña de papeles que no dejaba de crecer. Contratos, informes, propuestas, quejas, registros... todos querían su firma, su sello, su aprobación. Ella no se quejaba, al contrario, se sentía útil, necesaria, viva. Mientras se mantuviera ocupada no tendría tiempo para pensar. Se encontraba sentada en su despacho, su madre había insistido en que descansara. "Podrías dar a luz en cualquier momento", le decía. Pero Ada, como siempre, no hacía caso. —¿No deberías estar descansando? —dijo Talia desde la puerta, apoyada contra el marco con los brazos cruzados. —¿Y tú no deberías estar en la manada? —r
Capítulo 92. Dentro de la habitación, el calor era abrumador. Las ventanas estaban abiertas, pero el viento del sur, tibio y húmedo, no ayudaba a aliviar la tensión que se respiraba en el aire. Ada sudaba, jadeaba, gemía. Su cabello dorado estaba pegado a su frente, sus mejillas estaban encendidas, y sus manos se aferraban con fuerza a las sábanas arrugadas, a la mano de su madre, a la vida misma. Cada contracción la sacudía con una violencia casi sobrenatural. Era dolor, sí, pero también era poder. Había algo más en su interior que no era solo físico, algo que vibraba con cada espasmo, con cada quejido. Como si la tierra misma empujara junto con ella. Meredith, firme a su lado, no soltaba su mano ni por un instante. Le murmuraba palabras que sólo una madre podía decir con tal ternura. —Ya casi, mi niña. Eres fuerte. Eres más fuerte de lo que crees. La voz de Meredith se quebraba de vez en cuando, y sus ojos estaban enrojecidos, pero no se permitió llorar. No ahora. La pa
Capítulo 93. Los días pasaron volando, y sin que Ada lo notara, Halley ya había cumplido dos meses de vida. No era precisamente el mejor momento para celebrar nada. La tensión con las tierras del Norte se había vuelto insoportable. Si no se lograba un acuerdo pronto, la guerra era inminente. Durante semanas, Ada había intentado por todos los medios evitar una confrontación. Mandó cartas, propuso emisarios, sugirió mediadores... pero Lukyan se había negado rotundamente. No se reuniría con nadie más que con la reina del Sur. Y lo que él no sabía, lo que nadie en el Norte sospechaba, era que esa reina... era ella. Ada, la chica a la que él había amado y luego dejado atrás. Ada, la misma mujer a la que una vez llamó suya. La misma que ahora gobernaba un reino entero y criaba en silencio a una hija que también era suya… aunque él no tuviera ni la mínima idea. Era extraño. Irónico, incluso. Que el mismo hombre que no había podido estar para ella, que ni siquiera sabía que se había con
Capítulo 94. —Sorpresa —respondió Ada de manera irónica y alzando una ceja en el proceso—. La reina del Sur te saluda. Él parpadeó varias veces, como si esto fuera un espejismo creado por su mente atormentada. —¿Cómo es posible...? ¿Desde cuándo...? ¿Por qué nadie me lo dijo? —No era asunto tuyo —cortó ella, fría—. Nunca te preguntaste quién era la reina. Lukyan la miró con intensidad, buscando algo en su rostro. Pero Ada había cerrado todas las puertas. O al menos eso intentaba. —¿Todo este tiempo...? ¿Eras tú? —insistió él, dando un paso hacia ella. —Sí. La misma a la que abandonaste. La misma a la que le pediste amablemente que abandonará el castillo. Aunque ahora tengo un nuevo título. ¿Quieres que te lo repita? —Ada… —No. La Reina del Sur. Se produjo un silencio tenso, donde solo se oía el viento soplar por las rendijas de las ventanas. Finalmente, Ada fue la que se sentó a la mesa, desplegando los papeles del tratado. —Estamos aquí para evitar una guerra, ¿no? Así que
Capítulo 95. Lukyan no sabía si quería romper algo… o simplemente sentarse en un rincón, con la cabeza agachada, sin decir una palabra, mirando al vacío hasta que el mundo dejara de moverse. "¿Qué demonios acababa de pasar?" Se frotó la cara con ambas manos, como si el contacto con su propia piel fuera a darle claridad. Pero no. Ahí seguía. En esa sala helada, con la luz de la mañana colándose por las ventanas altas, el tratado estaba recién firmado sobre la mesa… y su corazón hecho un puñetero nudo que no sabía cómo deshacer. Ada. Era ella. Después de todo ese maldito tiempo. Después de tantas suposiciones, de noches enteras preguntándose si estaba viva, si lo odiaba, si acaso pensaba en él con rencor o indiferencia… ahí estaba. De pie, al otro lado de la sala, con la cabeza erguida y una corona invisible en el alma que pesaba como una condena. La reina del Sur. Su compañera. La que había dejado atrás creyendo que hacía lo correcto. Qué idiota había sido. Se levantó bruscame