Capítulo 35 Ada dedicó unos minutos más para despedirse de sus amigos, Jack insistió tanto en que comieran antes de partir que Vladimir no se pudo negar y Ada disfruto de esos instantes como si fueran los últimos. Ada salió del restaurante acompañada de Vladimir, mientras caminaba de regresó a su antigua vivienda para recoger sus pertenencias, no dejaba de darle vueltas a todo lo que le había contado Susana. Le resultaba difícil de aceptar. Extrañaba a su madre, pero al mismo tiempo no podía evitar sentir cierto resentimiento. Se preguntaba por qué su madre no había insistido un poco más, por qué había creído tan fácilmente las mentiras de Úrsula y la había dejado crecer en un infierno. En ese momento, una voz sorprendida interrumpió sus pensamientos. Era Kevin. Al reconocerla, se acercó con gesto avergonzado y se disculpó con ella. —Lo siento mucho Ada, perdóname por mi culpa tuviste que abandonar el pueblo. Dijo Kevin compungido. —No debes sentirte culpable, mi marcha no tuvo
Capítulo 36 Ada se acurrucó en su celda, sintiendo el frío de las piedras en su espalda. Había descubierto y no de la mejor manera, que tanto su padre como Andrea y Úrsula se encontraban prisioneras allí. A su lado, la presencia de Úrsula y Andrea se hacía más apremiante cada segundo del día. Sus risas sarcásticas resonaban en sus oídos, recordándole su desesperada situación. Las paredes de su prisión estaban desgastadas, al igual que su esperanza de escapar. —¿Por qué no le hablas a Lukyan para que nos deje marchar? había dicho su padre con tono autoritario en su voz. —Él te escuchará. Si tú se lo pides él nos liberará. ¿Ada acaso has olvidado que somos tu familia? La idea había resonado en su mente como un eco inquieto. Pero enfrentar a Lukyan era otro tema. Ni siquiera sabía si era él culpable de que ella se encontrara en esa situación. Ada siento formarse el dolor en su corazón. Ella no tenía la libertad de buscarlo; era tan prisionera como los demás. Los murmullos de Úrsula
Capitulo 37 Helena, con su habitual arrogancia, no tardó en hacer de las suyas, lanzando comentarios despreciativos que hacían que cada palabra se sintiera como un corte en la piel de Ada. —¿Crees que Lukyan vendrá a salvarte? Eres solo una sombra para él, ni en tus mejores sueños te puedes comparar a mí. Se rió Helena, mirándola despectivamente. —¿Qué pensabas que él me dejaría a mí por ti? Pequeña ignorante. Las palabras de Helena cada vez eran más afiladas. La ira creció en el pecho de Ada mientras se aferraba a su dignidad. —Eres una ridícula, le respondió con firmeza, cada palabra saliendo de su boca sonaba como una balada desafiante. —No me subestimes, Helena. Tus insultos baratos no me asustan. La tensión entre ambas mujeres era palpable, un choque de voluntades en el que Ada se negaba a ser vencida. Sin embargo, Helena no se detuvo. Con un movimiento brusco, abofeteó a Ada, quien, a pesar del dolor, se mantuvo en pie. —Vladimir, esta perra no merece vivir. Termina
Capítulo 38 Iván sacó a Ada de la celda y la condujo hasta su despacho, una vez allí cerró con llave y se acercó hasta ella. Noto como algo brillaba debajo de su blusa, a la altura de su cuello. Con rapidez se acercó y desabrochó dos botones. Dejando a la vista el collar de las fuerzas secretas. — Vaya, realmente la cadena está contigo, Lukyan definitivamente tiene algo especial contigo. Sus ojos se iluminaron de emoción, pensó que ese collar había desaparecido para siempre. Con él podría controlar a las fuerzas especiales y derrocar a Lukyan de una vez. El brillo del collar que pendía del cuello de Ada iluminaba su rostro, revelando las lágrimas que surcaban sus mejillas. —¡Dame el collar! Exigió Iván de manera contundente. —No, Iván —protestó ella, su voz resonando con firmeza—Nunca te lo daré. Iván frunció el ceño, titubeando ante su respuesta. Se acercó más, intentando tocar el collar, pero Ada se apartó de su alcance. En un momento de frustración, Iván hizo un movimient
Capitulo 39. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos naranja y malva, mientras Ada e Iván se acercaban hasta el jardín donde Lukyan solía encontrarse con Helena. La risa de la joven resonaba como una melodía lejana, y el pálido rostro de Ada se tornó aún más grave al escucharla. La imagen de Lukyan, con sus ojos brillantes y su sonrisa encantadora, contrastaba dolorosamente con el sufrimiento que crecía en su pecho. Lukyan besaba y acariciaba dulcemente a Helena, mientras ella sentada sobre sus piernas disfrutaba de cada caricia que este le otorgaba. Helena al darse cuenta de que Ada estaba allí parada observando la escena indicó a Iván con señas que se acercaran. Ivan no estaba dispuesto a desaprovechar esta oportunidad, por lo que cogió del brazo a Ada y la llevó hasta el lugar donde se encontraban su hermano y Helena. Ada se quedó parada junto a la pareja y con la voz entrecortada se atrevió a dirigirse a Lukyan: —¿Te acuerdas de mí? preguntó con su voz temblando
Capítulo 40. La luz del atardecer se filtraba a través de las ventanas del castillo, creando un ambiente cálido y acogedor. Ada sentada sobre la cama y perdida en sus pensamientos no escuchó cuando tocaron a la puerta. Tres golpes hicieron falta para que Ada diera la orden de entrar. Tras la puerta una pequeña mujer la miraba con curiosidad. —¿Qué se le ofrece señora? Preguntó Ada con cierta incomodidad, sintiendo como esa mujer analizaba cada parte de su cuerpo. —El señor Iván ha dado órdenes precisas sobre usted, en unos minutos vendrán a prepararla para la cena de esta noche. —¿Hay algo más qué desee hacerme saber? Preguntó Ada sorprendida por las palabras de aquella sirvienta. —No, nada más, el señor solo me dijo que la avisara y que tiene que estar lista a las ocho en punto, él mismo vendrá a recogerla. La señora de servicio se marchó y unos minutos después se desató el caos para Ada. Su dormitorio antes vacío y silencioso se llenó de gente que se movía rápidamente de u
Los primeros rayos del sol acababan de aparecer en el firmamento con mucho esfuerzo se levantó. Ada se fijó en lo vieja y deteriorada que se encontraba su pequeña cabaña. Pero se recordó a sí misma que al menos tenía un techo sobre la cabeza. El viento se filtraba por las pequeñas grietas de las paredes, la pequeña brisa que se filtraba era fría, esa era la primera señal de que la nieve no tardaría en llegar. Miró con preocupación la fina manta que cubría la cama y suspiró, preguntándose si su padre estaría de buen humor hoy y tendría la bondad de darle alguna de las prendas de ropa vieja de las que ya se quisieran deshacer. Necesitaba abrigarse más si no lo más probable es que enfermará. No tardó demasiado en encontrarse parada justo enfrente de la lujosa residencia del Alfa de la Manada Black Mountain, lista para comenzar con las tareas de limpieza del día. En esta casa vive su padre, Henry el Alfa de la manada; su madrastra, Luna Ursula; y su hermanastra Andrea, la princes
— Lo siento, fue un accidente. Estaba tan cansada que me desmayé.—Esas son las únicas palabras que se atrevió a decir, llevaba tanto tiempo pidiendo perdón que esas se habían convertido en las únicas palabras que pronunciaba al cabo del día.La mirada de su padre pareció suavizarse, mostrando una expresión de preocupación, pero en cambio la de Luna Úrsula seguía llena de ira. La interrumpió:—¿De verdad es así? ¿O planeas hacer lo mismo que la última vez y robar las joyas de tu hermana?—¡Yo nunca le he robado nada! —le respondió inmediatamente, furiosa. Ella y su Andrea siempre se aliaban para acusarla de robar dinero de la casa, e incluso escondían dinero en su habitación como "prueba".—No te molestes en negarlo. Encontramos en tu habitación el dinero que obtuviste vendiendo esas joyas —dijo con desprecio—. Con una madre como la tuya, no es sorprendente que seas capaz de cualquier cosa.— Qué haces ahí parada, no tienes suficiente trabajo por hacer o quizás debería darte más tarea