Capítulo 110. Ada había dejado solos a sus padres en la cabaña, con la excusa de buscar el desayuno. No había sido una decisión fácil pero sí necesaria. Habían pasado demasiados años alejados, llenos de rencor y sin poder cerrar las heridas de sus corazones rotos. Ada estaba segura de que sus padres necesitaban hablar. Ella no tenía que estar presente, era lo mejor, una conversación entre adultos, sin testigos. Esa era la única manera de que ellos sacaran todo lo que llevaban dentro. Meredith había aceptado quedarse a regañadientes, y Henry, bueno… se notaba que estaba nervioso, aunque intentaba disimularlo con ese porte de Alfa que aún conservaba. La cabaña se sumergió en un silencio incómodo segundos después de que Ada cerrará la puerta. Meredith no dijo nada al principio, se quedó mirando por la ventana como si lo que estuviera pasando en el exterior fuera más interesante que ese hombre que una vez amó y que tanto daño le había hecho. —Mer... —empezó él, rompiendo el
Capítulo 111. El aire olía a pan tostado, café recién hecho y ese toque dulce que solo la cafetería de Susana tenía. Ada bajó la vista hacia Halley, que dormia tranquila en el pañuelo que llevaba atado contra su pecho, y una sonrisa suave se le dibujó en el rostro. A pesar de todo lo que estaba pasando, ese lugar seguía oliendo a hogar. Está era la última parada antes de llegar a su destino Ada queria despedirse de sus amigos. De los primeros que la acogieron sin pedir nada a cambio cuando se quedó sola, sin manada, sin rumbo y sin nada. Mientras avanzaba por la calle principal del pueblo, los adoquines le devolvían el eco suave de sus pasos. Cada esquina guardaba un recuerdo en su interior, pero fue al girar hacia la cafetería cuando él pecho se le apretó por la emoción. Recordó claramente el día en que Jack le sirvió aquella sopa humeante sin decir una palabra. Había llegado empapada por la lluvia, con el corazón hecho trizas después de que su padre Henry la hubiera echado de l
Capítulo 112. Y por fin, después de tantos días, lograron divisar su destino. Ni siquiera sabían cómo se llamaba aquel pueblo. Estaba justo en la línea que dividía el Norte del Sur, entre colinas verdes y caminos de tierra roja, con un río de aguas claras cruzando de lado a lado, como si bendijera el lugar con su presencia. Lukyan decía que ese no era territorio de ningún reino. Las primeras semanas fueron una locura. Buscaron un terreno lo bastante amplio como para construir su casa, cerca del bosque y con vistas al río. Sergey y Talía se unieron poco después, igual de ilusionados por la idea de empezar de cero. Los cuatro compartían la emoción de edificar con sus propias manos, de poner la primera piedra, de elegir cada detalle. Ada se encargó del diseño, porque si algo había aprendido en el Sur era a imaginar espacios llenos de luz, acogedores. Lukyan hacía un poco de todo, pero sobre todo cargaba troncos, empujaba carretillas y se pasaba el día con la camisa abierta y la cara ll
Capitulo 113. Helena se encontraba sola y llena de amargura había pasado los últimos meses buscando un nuevo lugar para empezar y no había encontrado nada que se adaptará a ella, a sus expectativas. Ella no había sido educada para aspirar a algo menos de un Alfa. Apenas si le quedaba dinero, cuando fue echada del castillo por Sergey y ese par de soldados no llevaba nada consigo, aunque con algo de astucia había logrado engañar a un par de mal nacidos y quitarles hasta el aire para respirar. Estaba cansada, llevaba el mismo vestido ya varios días, caminó unos pasos más y se detuvo a las puertas de una taberna. Sopesó sus posibilidades, aún era bonita sí que era verdad que había perdido algo de peso en las últimas semanas y no tenía el mismo brillo pero aún así todavía podía despertar el deseo de más de uno. Se adentro la taberna con paso firme y la cabeza bien alta, busco con la mirada algún malnacido al que pudiera engañar. Y allí lo vio, la víctima perfecta para llevar a cabo s
Capítulo 114. Helena había aprendido a base de golpes que el dolor podía enseñarte cosas que la felicidad no. Y ella había encontrado un propósito: vengarse. No solo de Lukyan, sino de todos los que la dejaron atrás sin mirar atrás. Las veces anteriores no lo había conseguido pero estaba segura de que está vez si lograría llevar a cabo su venganza y acabar con Ada de una vez por todas. Al principio, pensó que en Iván encontraría consuelo. Y, de alguna forma retorcida, lo encontró. No había amor, y mucho menos ternura, pero sí una especie de conexión. Él también lo había perdido todo, él también ardía por dentro. Una noche mientras Iván y Helena estaban en la cama, está comenzó a hablar: —Nos parecemos más de lo que crees, le susurró, con la voz ronca por el whisky. Iván no dijo nada. Solo la miró. Como si no supiera que esa mujer que lo besaba con rabia no buscaba amor, sino armas. Y Helena lo sabía. Sabía que ese vínculo no era real, pero era útil. Y por eso se aferró a él. P
Capítulo 115. Habían pasado ya varios meses desde que Ada y Lukyan había logrado establecerse en su nuevo hogar. Después de tanto caos, de tantas heridas y traiciones, al fin habían encontrado un rincón de tierra neutral donde construir algo nuevo. Aquel lugar, rodeado de bosques, se había convertido en su refugio… aunque la palabra “paz” todavía resonaba en sus mentes de manera lejana. Ada y Lukyan se preparaban para una reunión que llevaba semanas gestándose: la última, la definitiva. Iban a firmar el tratado de paz con los dos consejos. Uno venía del Norte, liderado por antiguos aliados de Lukyan; el otro del Sur. —No va a ser fácil —murmuró Ada mientras se ajustaba la capa—. Todavía hay muchos que no nos perdonan. Lukyan la miró por el reflejo del espejo. Se acercó y le tomó la mano con calma, como solía hacer cuando ella estaba preocupada. —Lo sé, no tienes que preocuparte por nada, yo estoy contigo en esto, todo va a salir bien. Ada asintió, no dijo nada, se mantuvo en s
Los primeros rayos del sol acababan de aparecer en el firmamento con mucho esfuerzo se levantó. Ada se fijó en lo vieja y deteriorada que se encontraba su pequeña cabaña. Pero se recordó a sí misma que al menos tenía un techo sobre la cabeza. El viento se filtraba por las pequeñas grietas de las paredes, la pequeña brisa que se filtraba era fría, esa era la primera señal de que la nieve no tardaría en llegar. Miró con preocupación la fina manta que cubría la cama y suspiró, preguntándose si su padre estaría de buen humor hoy y tendría la bondad de darle alguna de las prendas de ropa vieja de las que ya se quisieran deshacer. Necesitaba abrigarse más si no lo más probable es que enfermará. No tardó demasiado en encontrarse parada justo enfrente de la lujosa residencia del Alfa de la Manada Black Mountain, lista para comenzar con las tareas de limpieza del día. En esta casa vive su padre, Henry el Alfa de la manada; su madrastra, Luna Ursula; y su hermanastra Andrea, la princes
— Lo siento, fue un accidente. Estaba tan cansada que me desmayé.—Esas son las únicas palabras que se atrevió a decir, llevaba tanto tiempo pidiendo perdón que esas se habían convertido en las únicas palabras que pronunciaba al cabo del día.La mirada de su padre pareció suavizarse, mostrando una expresión de preocupación, pero en cambio la de Luna Úrsula seguía llena de ira. La interrumpió:—¿De verdad es así? ¿O planeas hacer lo mismo que la última vez y robar las joyas de tu hermana?—¡Yo nunca le he robado nada! —le respondió inmediatamente, furiosa. Ella y su Andrea siempre se aliaban para acusarla de robar dinero de la casa, e incluso escondían dinero en su habitación como "prueba".—No te molestes en negarlo. Encontramos en tu habitación el dinero que obtuviste vendiendo esas joyas —dijo con desprecio—. Con una madre como la tuya, no es sorprendente que seas capaz de cualquier cosa.— Qué haces ahí parada, no tienes suficiente trabajo por hacer o quizás debería darte más tarea