Lobo feroz
Alessio
Los celos eran algo que te cegaban y yo lo tenía más que claro. Sin embargo, al mirar cómo aquel hombre sostenía a Gina por la cintura, se me nubló la mente. Una oscura capa comenzaba a cegarme. Traté de mantenerme a raya y distante, pero al ver que él la sostenía con más firmeza, como si fuese suya, no lo soporté. Caminé hacia ellos, aparté su mano con brusquedad, agarré a Gina del brazo con salvajismo y la arrastré conmigo fuera de allí. Quería escuchar lo que tenía que decir al respecto y deseaba que me aclarara por qué dejaba que otro hombre la tocara.
—¡Suéltame! —Escapó de mi agarre a mitad del pasillo—. ¿Qué demonios crees que haces? —masculló.
—¡¿Qué crees que haces tú?! —bram&
Sin escapatoriaGinaUna brisa helada se colaba por aquella ventana abierta. Al mirar con detenimiento la habitación, algo se apretó en mi bajo vientre.Alessio bajó despacio la cremallera de mi vestido y este cayó a mis pies. Opté por la más insípida ropa interior que ni siquiera combinaba. Nunca imaginé que esta noche terminaría en los brazos del italiano. Me levantó por la cintura e hizo aquel vestido a un lado. Hacía algún tiempo que no miraba al depredador, pero esta noche el lobo feroz se encontraba frente a mí.Escuché algo metálico caer al suelo. Me estremecí. Sería castigada y no tendría forma de escapar. La piel se me puso de gallina, tanto por la brisa que se colaba, como por la anticipación de todo lo que iba a pasar en esta recámara. Tuve muchos momentos intensos con Alessio y sa
Me perteneceAlessioMe encontraba de pie frente a la cama contemplando el cuerpo de Gina boca abajo. Ella dormía plácidamente, pero mi pene estaba muy despierto, aunque pensaba darle un pequeño descanso. Lo de anoche fue intenso y sin pausas. No podía permitir que se me escapara. Me coloqué sobre ella y dejé un beso en su cuello. Se removió un poco y abrió los ojos despacio. No podía creer que seguía siendo tan perfecta incluso hasta la hora de despertar.—Quiero que vayamos a desayunar —susurré.Acaricié su espalda Quería cogerla ahora mismo, pero debía poner freno por un rato a mi lujuria.Se sentó, adormilada, y llevó sus pasos al baño sin decir nada. La seguí para acompañarla. Cuando el agua comenzó a caer sobre su cabeza, sus ojos al fin se abrieron. Enredó sus
Un mal presentimientoGinaAlessio y Hardin se sostuvieron la mirada por lo que parecieron ser los segundos más largos de mi vida. Todo fue tan silencioso, que solo se escuchaba el pasar de algunos vehículos por la calle principal. No sabía qué buscaba mi madre con invitar a Hardin, ni por qué mi padre aceptó eso. Él les caía bien mis padres desde siempre. El hombre a mi lado lamentablemente era el terror de cualquier padre.—Hola, Hardin —saludé animada.Alessio ajustó aún más su agarre en mi cintura. Le clavé los ojos y él hizo un gesto despectivo con sus labios.—Soy el novio de Gina —se apresuró a decir. A mi madre parecía que le iba a dar un infarto—. Además, soy el dueño de la marca Lombardi.A mi padre se le endureció el rostro al escuchar lo &uacut
El peso de la coronaAlessioEl rostro de Gina palideció y vi cómo el tal Hardin se acercaba a ella de manera cautelosa. Pude haberme acercado y hacer otra de mis escenas, pero preferí confiar en ella. Ya que no entré con buen pie a esta casa, decidí mantener mis celos a raya. Gina se alejó de él con rapidez y caminó hacia mí. No pude evitar la sonrisa de satisfacción que apareció en mi rostro, pero al mirarla parecía enferma. Aquello era muy extraño. Hacía solo unos minutos estaba perfecta.—¿Qué pasa? —pregunté preocupado.—Estoy algo agotada. Quiero irme a casa. —Su actitud cambió, pero no quería agobiarla con preguntas. Dejaría que ella hablara en el momento que pensara oportuno.El camino de regreso a su casa fue silencioso. Gina estaba perdida en su mundo
El lugar que me correspondeGinaUna hora después de que Alessio se marchó, me encontraba en el consultorio de mi amiga Kate. Fuimos compañeras en la escuela. Ella se convirtió en mi ginecóloga luego de haberse graduado de la universidad; le tenía confianza. No podía quedarme con la incertidumbre de no saber qué pasaba. Una prueba de sangre era más efectiva que una de farmacia, así que opté por aquella opción antes de que mis nervios colapsaran.—Bien… —entró en el consultorio con los resultados en las manos— puedes respirar, ya que no hay embarazo. —Solté el aire que había retenido—. Lo que pienso que puede haber suspendido tu período es que estés bajo estrés o presión. Algún evento traumático también lo provoca a veces, el cerebro no manda el mens
Ojalá y no sea tardeAlessioNecesitaba ver a Gina antes de marcharme. No sabía si esto sería un hasta luego o si podría solucionar todo para poder verla de nuevo. Haría todo lo posible para que no saliera lastimada, pues lo que comenzó como un juego al final se volvió en mi contra. Amaba a aquella mujer de curvas pronunciadas. Amaba su sonrisa, su mirada intensa y la forma en la que me desafiaba. Sin embargo, mi vida era demasiado retorcida y arrastrarla conmigo solo la llevaría a la perdición. Necesitaba redimirme para que ella pudiese ser parte de mi mundo.Aparté la vista de la ventana cuando escuché un golpe seco en la puerta. Abrí despacio. Mis ojos y los suyos se encontraron, pero muy en el fondo sabía que los míos reflejaban una tristeza que no podía ser ocultada. La halé por el brazo y me apresuré a besarla con
Lejos de HardinGinaDespertaba una y otra vez con la misma pesadilla. El corazón me latía desbocado y siempre terminaba llorando sobre la cama. Hacía un mes y un día que no sabía nada de Alessio. Hacía un mes y un día que comprendí que quizá nunca sería parte de su vida. Decidí seguir adelante y borrar su número de mi lista de contactos, ya que tenerlo allí era una maldita tentación. Adrián tuvo razón al decirme que yo no pertenecía a ese mundo. En aquel cuarto de hotel supe que era la última vez que lo vería.Quería mostrarme positiva y entusiasta aquella mañana. Traté de hacer a un lado mi tristeza para evitar preguntas que sabía que no iba a poder contestar. Genave se encontraba emocionada y me mostraba con entusiasmo el campus de la Universidad de Columbia. Quería en
La sangre correrAlessioDoblé mi camisa hasta los codos y los apoyé sobre mis piernas. Mirar aquellas fotos me desconcertaba y sentía cómo la rabia comenzaba a crecer dentro de mí. Gina no podía verme, pero eso no significaba que yo no podía verla. Tenía ojos sobre ella las 24 horas del día. Sabía lo que hacía desde que se levantaba, hasta que se iba a la cama. Sí, era un maldito maníaco obsesivo. Estaba encabronado por la osadía de aquel tipo. Se atrevió a tocarla cuando le dejé muy claro que no se atreviera a hacerlo.—Por lo que pude percibir, la señorita Stevens estuvo muy incómoda con la situación. Creo que mantendrá al tipo alejado. No será un problema.Agarré la fotografía y la rompí en varios pedazos. Mis deseos de hacerle lo mismo a aquel h