Me pertenece
Alessio
Me encontraba de pie frente a la cama contemplando el cuerpo de Gina boca abajo. Ella dormía plácidamente, pero mi pene estaba muy despierto, aunque pensaba darle un pequeño descanso. Lo de anoche fue intenso y sin pausas. No podía permitir que se me escapara. Me coloqué sobre ella y dejé un beso en su cuello. Se removió un poco y abrió los ojos despacio. No podía creer que seguía siendo tan perfecta incluso hasta la hora de despertar.
—Quiero que vayamos a desayunar —susurré.
Acaricié su espalda Quería cogerla ahora mismo, pero debía poner freno por un rato a mi lujuria.
Se sentó, adormilada, y llevó sus pasos al baño sin decir nada. La seguí para acompañarla. Cuando el agua comenzó a caer sobre su cabeza, sus ojos al fin se abrieron. Enredó sus
Un mal presentimientoGinaAlessio y Hardin se sostuvieron la mirada por lo que parecieron ser los segundos más largos de mi vida. Todo fue tan silencioso, que solo se escuchaba el pasar de algunos vehículos por la calle principal. No sabía qué buscaba mi madre con invitar a Hardin, ni por qué mi padre aceptó eso. Él les caía bien mis padres desde siempre. El hombre a mi lado lamentablemente era el terror de cualquier padre.—Hola, Hardin —saludé animada.Alessio ajustó aún más su agarre en mi cintura. Le clavé los ojos y él hizo un gesto despectivo con sus labios.—Soy el novio de Gina —se apresuró a decir. A mi madre parecía que le iba a dar un infarto—. Además, soy el dueño de la marca Lombardi.A mi padre se le endureció el rostro al escuchar lo &uacut
El peso de la coronaAlessioEl rostro de Gina palideció y vi cómo el tal Hardin se acercaba a ella de manera cautelosa. Pude haberme acercado y hacer otra de mis escenas, pero preferí confiar en ella. Ya que no entré con buen pie a esta casa, decidí mantener mis celos a raya. Gina se alejó de él con rapidez y caminó hacia mí. No pude evitar la sonrisa de satisfacción que apareció en mi rostro, pero al mirarla parecía enferma. Aquello era muy extraño. Hacía solo unos minutos estaba perfecta.—¿Qué pasa? —pregunté preocupado.—Estoy algo agotada. Quiero irme a casa. —Su actitud cambió, pero no quería agobiarla con preguntas. Dejaría que ella hablara en el momento que pensara oportuno.El camino de regreso a su casa fue silencioso. Gina estaba perdida en su mundo
El lugar que me correspondeGinaUna hora después de que Alessio se marchó, me encontraba en el consultorio de mi amiga Kate. Fuimos compañeras en la escuela. Ella se convirtió en mi ginecóloga luego de haberse graduado de la universidad; le tenía confianza. No podía quedarme con la incertidumbre de no saber qué pasaba. Una prueba de sangre era más efectiva que una de farmacia, así que opté por aquella opción antes de que mis nervios colapsaran.—Bien… —entró en el consultorio con los resultados en las manos— puedes respirar, ya que no hay embarazo. —Solté el aire que había retenido—. Lo que pienso que puede haber suspendido tu período es que estés bajo estrés o presión. Algún evento traumático también lo provoca a veces, el cerebro no manda el mens
Ojalá y no sea tardeAlessioNecesitaba ver a Gina antes de marcharme. No sabía si esto sería un hasta luego o si podría solucionar todo para poder verla de nuevo. Haría todo lo posible para que no saliera lastimada, pues lo que comenzó como un juego al final se volvió en mi contra. Amaba a aquella mujer de curvas pronunciadas. Amaba su sonrisa, su mirada intensa y la forma en la que me desafiaba. Sin embargo, mi vida era demasiado retorcida y arrastrarla conmigo solo la llevaría a la perdición. Necesitaba redimirme para que ella pudiese ser parte de mi mundo.Aparté la vista de la ventana cuando escuché un golpe seco en la puerta. Abrí despacio. Mis ojos y los suyos se encontraron, pero muy en el fondo sabía que los míos reflejaban una tristeza que no podía ser ocultada. La halé por el brazo y me apresuré a besarla con
Lejos de HardinGinaDespertaba una y otra vez con la misma pesadilla. El corazón me latía desbocado y siempre terminaba llorando sobre la cama. Hacía un mes y un día que no sabía nada de Alessio. Hacía un mes y un día que comprendí que quizá nunca sería parte de su vida. Decidí seguir adelante y borrar su número de mi lista de contactos, ya que tenerlo allí era una maldita tentación. Adrián tuvo razón al decirme que yo no pertenecía a ese mundo. En aquel cuarto de hotel supe que era la última vez que lo vería.Quería mostrarme positiva y entusiasta aquella mañana. Traté de hacer a un lado mi tristeza para evitar preguntas que sabía que no iba a poder contestar. Genave se encontraba emocionada y me mostraba con entusiasmo el campus de la Universidad de Columbia. Quería en
La sangre correrAlessioDoblé mi camisa hasta los codos y los apoyé sobre mis piernas. Mirar aquellas fotos me desconcertaba y sentía cómo la rabia comenzaba a crecer dentro de mí. Gina no podía verme, pero eso no significaba que yo no podía verla. Tenía ojos sobre ella las 24 horas del día. Sabía lo que hacía desde que se levantaba, hasta que se iba a la cama. Sí, era un maldito maníaco obsesivo. Estaba encabronado por la osadía de aquel tipo. Se atrevió a tocarla cuando le dejé muy claro que no se atreviera a hacerlo.—Por lo que pude percibir, la señorita Stevens estuvo muy incómoda con la situación. Creo que mantendrá al tipo alejado. No será un problema.Agarré la fotografía y la rompí en varios pedazos. Mis deseos de hacerle lo mismo a aquel h
Solo regresaGinaLos días en Columbia fueron de locos. No sabía que la gente allí iba a reconocerme y mucho menos que me pedirían tantas fotos. Con todo lo ocurrido se me olvidó por completo quién era. Olvidé que Gina Stevens salía en portadas de revistas y caminaba en pasarelas importantes. Me sentí abrumada, pero traté de mantener siempre una sonrisa en el rostro. No podía dejar notar la incomodad a personas que seguían mi trabajo.—¿Qué tal, muñeca? ¿Quieres conocer a un verdadero hombre?Viré los ojos ante aquel comentario, el cual a la vez fue algo divertido. Al parecer, aún seguía siendo atractiva para los más jóvenes. No es que era una vieja, pero ya me encontraba casi rebasando los veinte.Seguí el camino hacia el salón de clases bajo la atenta mirad
La dueña de mis fantasíasAlessioAlfredo Berlusconi no tardó en contactarme después de haber hecho aquella jugada. No me limité y llevé un equipo de seguridad altamente capacitado a esa reunión. No quería sorpresas y pondría mi última carta sobre la mesa esta noche. Ellos tendrían que decidir si jugar o no. El club Velmez era un lugar exclusivo para reuniones extraoficiales. Todos los mafiosos y doble cara de la alta sociedad utilizaban este sitio para hacer sus planes. Los Berlusconi no eran la excepción.Alexander puso cara de pocos amigos cuando le dije el lugar al que nos dirigíamos.—Estás realmente loco—comentó descontento.—No tengo miedo —le respondí—. Ellos deben temerme a mí.Aunque mi padre y yo teníamos una relación de mierda, acud&ia