La sangre correr
Alessio
Doblé mi camisa hasta los codos y los apoyé sobre mis piernas. Mirar aquellas fotos me desconcertaba y sentía cómo la rabia comenzaba a crecer dentro de mí. Gina no podía verme, pero eso no significaba que yo no podía verla. Tenía ojos sobre ella las 24 horas del día. Sabía lo que hacía desde que se levantaba, hasta que se iba a la cama. Sí, era un maldito maníaco obsesivo. Estaba encabronado por la osadía de aquel tipo. Se atrevió a tocarla cuando le dejé muy claro que no se atreviera a hacerlo.
—Por lo que pude percibir, la señorita Stevens estuvo muy incómoda con la situación. Creo que mantendrá al tipo alejado. No será un problema.
Agarré la fotografía y la rompí en varios pedazos. Mis deseos de hacerle lo mismo a aquel h
Solo regresaGinaLos días en Columbia fueron de locos. No sabía que la gente allí iba a reconocerme y mucho menos que me pedirían tantas fotos. Con todo lo ocurrido se me olvidó por completo quién era. Olvidé que Gina Stevens salía en portadas de revistas y caminaba en pasarelas importantes. Me sentí abrumada, pero traté de mantener siempre una sonrisa en el rostro. No podía dejar notar la incomodad a personas que seguían mi trabajo.—¿Qué tal, muñeca? ¿Quieres conocer a un verdadero hombre?Viré los ojos ante aquel comentario, el cual a la vez fue algo divertido. Al parecer, aún seguía siendo atractiva para los más jóvenes. No es que era una vieja, pero ya me encontraba casi rebasando los veinte.Seguí el camino hacia el salón de clases bajo la atenta mirad
La dueña de mis fantasíasAlessioAlfredo Berlusconi no tardó en contactarme después de haber hecho aquella jugada. No me limité y llevé un equipo de seguridad altamente capacitado a esa reunión. No quería sorpresas y pondría mi última carta sobre la mesa esta noche. Ellos tendrían que decidir si jugar o no. El club Velmez era un lugar exclusivo para reuniones extraoficiales. Todos los mafiosos y doble cara de la alta sociedad utilizaban este sitio para hacer sus planes. Los Berlusconi no eran la excepción.Alexander puso cara de pocos amigos cuando le dije el lugar al que nos dirigíamos.—Estás realmente loco—comentó descontento.—No tengo miedo —le respondí—. Ellos deben temerme a mí.Aunque mi padre y yo teníamos una relación de mierda, acud&ia
El único dueñoGinaEsto de ser estudiante universitaria me pasaba factura. Estaba agotada y pensaba que mi cabeza en cualquier momento iba a estallar, pero sentía una extraña satisfacción en todo aquello, pues conocía a nuevas personas. Genave, quien se inscribió en un postgrado solo para poder vigilarme de cerca, hacía mis días aún más llevaderos. Sin embargo, aún me hacía falta una parte de mí, esa que le pertenecía enteramente al hombre al cual le entregué todo. No hablaba solo de la tan preciada virginidad, hablaba del anhelo de mi corazón, ese que se moría por estar con él, por verlo de nuevo, por estar en sus brazos.El cielo se tiñó de un color grisáceo aquella tarde y el edificio de apartamentos donde vivía se veía más horrible que nunca. Me despedí
Oscuro deseoGinaNos encontrábamos abrazados en el pequeño mueble que adornaba mi ventana mirando la lluvia caer. No habíamos dicho nada, simplemente disfrutábamos del calor de nuestros cuerpos desnudos y de la perfección de aquel momento. Él tenía algunas cosas que decir y yo las iba a escuchar, ya que para salir adelante necesitábamos cerrar aquel capítulo. Teníamos que dejar todo atrás y seguir adelante sin mentiras, sin rencores y sin engaños.—Hice un trato con los Berlusconi. —Lo escuché con mucha atención—. Sé que quizá no sabes cómo ellos han hecho su fortuna.La confusión que mostraba mi rostro le había dado una respuesta.—Su marca es reconocida a nivel mundial, así que no hice muchas preguntas —comenté con sinceridad.Pareci&oacut
Arder en el infiernoAlessioLa observaba recogerse el cabello e inspeccionarse en el espejo con atención. Nunca me cansaría de contemplarla. Podía acostumbrarme a mirarla hacer aquello todas las mañanas sin problema alguno. Era demasiado bella, única e inigualable. No veía el momento en el que se convertiría en mi esposa. Me regaló una sonrisa a través de su reflejo y llevó sus pasos al baño. No quería que se marchara, pero tenía clases esta mañana. Acepté sus condiciones, así que lo tenía que soportar.—¿En serio no dejarás que te lleve? —Asomó la cabeza por la puerta y me miró, fastidiada.—Ya te dije que Genave vendrá por mí. —Desapareció de nuevo.Salí de la cama para ir tras ella.—Puedes llamarla y decirle q
La vida y la muerteGinaLa cabeza me daba vueltas y sentía que iba a perder nuevamente el conocimiento. Escuchaba voces en la lejanía y mi estómago se revolvió hasta vomitar. No podía ver nada porque mis ojos estaban cubiertos. Las muñecas me dolían por lo bien sujeta que se encontraba aquella cuerda. Lo que ocurrió iba y venía en mi mente. Recordaba con claridad mi conversación con Genave de camino a la universidad, un zumbido, mi hermana llena de sangre y luego todo fue oscuridad.—Qué asco —escuché decir a una voz que no reconocía.Alguien más se acercó y sentí su respiración sobre mi cara.—Creo que es un efecto secundario del sedante. —Sentí miedo al oír ese tono que tanto conocía. Todo mi cuerpo tembló.Allí supe que mi vida corr&iacu
No hay vuelta atrásAlessioEsperé con impaciencia que aquel hombre llegara. Miré cómo la lluvia aumentaba su furia, igual como crecía la mía dentro de mí. Le advertí a ese sujeto que controlara a su hijo y le dejé bien claro que si intentaba otra cosa contra Gina no sería tan amable como la última vez. Percibí el temor en su voz cuando contestó mi llamada. Estaba decidido a quitar a Camilo del camino sin importar la maldita forma en la que debía hacerlo.—Alfredo Berlusconi está aquí.Lo escuché entrar con recelo en mi oficina y dejé el vaso de whisky sobre mi escritorio. Me giré para mirarlo. Pude darme cuenta de que él no estuvo al tanto de las acciones de su hijo. Este hombre no sabía siquiera de lo que su hijo era capaz.—Una estadounidense secuestrada y tra&iac
La brumaGinaEl lado de la cara donde Camilo me golpeó palpitaba de manera dolorosa. Abrí los ojos con dificultad. Traté de moverme, pero mis brazos y piernas estaban inmovilizados. Me asusté, pero intenté mantener la calma. Estaba acostada sobre una cama. Miré a mi alrededor para tener una idea de dónde me encontraba. Al contemplar una foto que colgaba sobre la pared que estaba frente a mí, lo supe de inmediato. Vi a mi costado y analicé a Camilo. Miraba con sospecha por la ventana, tenía un arma en la mano y parecía que pasó la noche en vela.—Despertaste —dijo cuando clavó su fría mirada en mí.—¿Por qué me trajiste aquí? —No reconocí mi propia voz, parecía una extraña.—Quería saber cuánto tardaría mi padre en descubrirlo.