No hay vuelta atrás
Alessio
Esperé con impaciencia que aquel hombre llegara. Miré cómo la lluvia aumentaba su furia, igual como crecía la mía dentro de mí. Le advertí a ese sujeto que controlara a su hijo y le dejé bien claro que si intentaba otra cosa contra Gina no sería tan amable como la última vez. Percibí el temor en su voz cuando contestó mi llamada. Estaba decidido a quitar a Camilo del camino sin importar la maldita forma en la que debía hacerlo.
—Alfredo Berlusconi está aquí.
Lo escuché entrar con recelo en mi oficina y dejé el vaso de whisky sobre mi escritorio. Me giré para mirarlo. Pude darme cuenta de que él no estuvo al tanto de las acciones de su hijo. Este hombre no sabía siquiera de lo que su hijo era capaz.
—Una estadounidense secuestrada y tra&iac
La brumaGinaEl lado de la cara donde Camilo me golpeó palpitaba de manera dolorosa. Abrí los ojos con dificultad. Traté de moverme, pero mis brazos y piernas estaban inmovilizados. Me asusté, pero intenté mantener la calma. Estaba acostada sobre una cama. Miré a mi alrededor para tener una idea de dónde me encontraba. Al contemplar una foto que colgaba sobre la pared que estaba frente a mí, lo supe de inmediato. Vi a mi costado y analicé a Camilo. Miraba con sospecha por la ventana, tenía un arma en la mano y parecía que pasó la noche en vela.—Despertaste —dijo cuando clavó su fría mirada en mí.—¿Por qué me trajiste aquí? —No reconocí mi propia voz, parecía una extraña.—Quería saber cuánto tardaría mi padre en descubrirlo.
Estar bienAlessioCaminé de un lado a otro con impaciencia en la sala de espera de aquel hospital. Esperaba por la familia de Gina. Ni siquiera sabía por dónde iba a comenzar a contarles toda la historia, pero de lo que sí estaba seguro era de dejarles saber que el hombre que le hizo esto a su hija estaba muerto. La casa se hallaba rodeada. No quedó ningún tramo de perímetro por cubrir. En cuanto puso un pie en el patio trasero, la lluvia de disparos resonó bajo aquella tormenta. Recuerdo haber sujetado a Gina con fuerza y luego gritarle a los paramédicos por haberla arrancado de mis brazos. Estaba perdido. Sin Gina nada tenía sentido.Genave entró corriendo, seguida por su padre y la madre de Gina. Me observó en silencio, se lanzó a mis brazos y rompió en llanto. El señor y la señora Stevens se quedaron a una distancia prude
LibertadGinaMe desperté sobresaltada por una pesadilla y sentí un punzón en mi costado derecho. La verdad llegó a mí como un balde de agua helada. Miré a mi alrededor con temor y ansiedad, pero el recuerdo de su voz comenzó a calmarme. Por él regresé y pude salir de la oscuridad en la que me encontraba sumergida. Por él encontré el camino hacia luz.Giré mi cabeza; me observaba fijamente. Su frente estaba arrugada y las bolsas bajo sus luceros evidenciaban que tuvo unos malos días, pero aun así era perfecto ante mis ojos. No había nada que pudiese hacerme cambiar de opinión. Era el hombre malo más sexi del mundo, el malo que nunca dejaría de querer.—Dormiste mucho —comentó con tristeza—. Tu familia está afuera esperando. Los llamaré. —Trató de apartars
Tocar el cieloAlessioLa luz de la luna provocaba que sus ojos brillaran y cada movimiento de sus caderas me hacía enloquecer mucho más. Aparté mi mano de su boca y me apresuré a colocar su cuerpo boca abajo. Recorrí con mi lengua su espalda hasta llegar a su culo, levanté sus caderas y enterré mi cara allí; deslicé mi lengua por su coño mojado. El sexo con Gina no era solo eso, era un viaje de descubrimiento que cada vez me dejaba aún más sorprendido. Nunca llegaba a obtenerlo todo y parecía que nunca podría saciar mi deseo por ella.La puse sobre mis caderas y nos volvimos nuevamente uno solo. El sudor mojaba nuestros cuerpos. Agarré uno de sus pezones con mis dientes mientras ella soltaba un gemido. Introduje mis dedos en su boca. Ella chupó y lamió. Mi cabeza voló y su coño se apretó c
FelicidadGinaAlessio me cargó en sus brazos. La fresca brisa de aquella noche acarició mi rostro. Me escondí en su cuello e inhalé su aroma. Caminó al interior de la casa sin siquiera quejarse de lo pesada que quizá podría resultar para él, aunque nunca había hecho algún comentario respecto a mi peso. Era maravilloso estar aquí de nuevo. Compartir parte de su vida me hacía sentir importante, y lo era. Sabía que era importante para él, solo que aún no me acostumbraba a ser la mujer del hombre más codiciado de toda Italia.—Puedes bajarme si quieres, sé que soy algo pesada. —Envolví mis brazos en su cuello y lo miré con diversión. Tenía un brillo que nunca antes vi en su mirada.Lo que fuese que hubiese preparado lo emocionaba.—Déjame consentirte. Tiene
Mi amor por GinaAlessio5 meses despuésAquella mañana estaba siendo de locos. No recordaba la última vez que me levanté tan temprano, pero a sinceridad no pude dormir nada. Estaba ansioso. Mi padre no estaba siendo de mucha ayuda; tomaba su copa de whisky con las piernas cruzadas sentado en el sofá de la habitación del hotel. No sabía por qué la universidad tuvo que poner la graduación justo este día.—Míralo desde la siguiente perspectiva —se puso de pie y caminó hacia mí—: no tendrán que hacer doble celebración. —Lo miré de mala manera.Levantó los brazos en señal de rendición.—Estoy asustado —admití—. Quiero que todo sea perfecto.Se acercó de nuevo y me miró a los ojos.—Todo saldrá
Siempre tuyaGinaSiempre me gustó sentir aquella ventisca que anunciaba el invierno y dejar que los rayos del sol me bañaran con su calor, proporcionándome aquel equilibrio que tanto necesitaba. Así me sentía ahora. De pie frente a Alessio miraba cómo el verde de sus ojos se hacía cada vez más profundo cuando los rayos de sol los iluminaban. Contemplaba la belleza de su rostro y cómo se transformaba cada vez que una sonrisa se asomaba. ¿Acaso esto era un sueño? Nos despertamos aquella mañana como todas las demás y ahora los dos al fin nos jurábamos amor eterno frente al altar.—¿Cuánto amor estás dispuesto a dar? —indagué mientras veía cómo temblaba aquel trozo de papel en mis manos—. No sabía lo que era amar con tanta intensidad hasta que te vi llegar. Llegast
Mi dueñaAlessioContemplar a Gina dormida era algo de lo que nunca me cansaría. Mirar su rostro tranquilo y despreocupado me regalaba la paz que tanto anhelé. El camino hasta aquí fue turbulento. Tuvimos que atravesar demasiados obstáculos para poder estar tranquilos, para poder disfrutar del amor que sentíamos el uno por el otro. Nunca imaginé que se podía amar con tanta intensidad.Abrió los ojos despacio y me observó aún soñolienta. Acaricié su cabello y le di un corto beso. Era demasiado hermosa. No había nada que no pudiese amar de ella. No quería que estos días se terminaran. Volver a la rutina era algo que no anhelaba, pero sabía que era necesario y que aquello se convertiría en el verdadero reto de nuestra nueva vida.—Buenos días, señora Lombardi. ¿Quiere bajar a desayu