El lugar que me corresponde
Gina
Una hora después de que Alessio se marchó, me encontraba en el consultorio de mi amiga Kate. Fuimos compañeras en la escuela. Ella se convirtió en mi ginecóloga luego de haberse graduado de la universidad; le tenía confianza. No podía quedarme con la incertidumbre de no saber qué pasaba. Una prueba de sangre era más efectiva que una de farmacia, así que opté por aquella opción antes de que mis nervios colapsaran.
—Bien… —entró en el consultorio con los resultados en las manos— puedes respirar, ya que no hay embarazo. —Solté el aire que había retenido—. Lo que pienso que puede haber suspendido tu período es que estés bajo estrés o presión. Algún evento traumático también lo provoca a veces, el cerebro no manda el mens
Ojalá y no sea tardeAlessioNecesitaba ver a Gina antes de marcharme. No sabía si esto sería un hasta luego o si podría solucionar todo para poder verla de nuevo. Haría todo lo posible para que no saliera lastimada, pues lo que comenzó como un juego al final se volvió en mi contra. Amaba a aquella mujer de curvas pronunciadas. Amaba su sonrisa, su mirada intensa y la forma en la que me desafiaba. Sin embargo, mi vida era demasiado retorcida y arrastrarla conmigo solo la llevaría a la perdición. Necesitaba redimirme para que ella pudiese ser parte de mi mundo.Aparté la vista de la ventana cuando escuché un golpe seco en la puerta. Abrí despacio. Mis ojos y los suyos se encontraron, pero muy en el fondo sabía que los míos reflejaban una tristeza que no podía ser ocultada. La halé por el brazo y me apresuré a besarla con
Lejos de HardinGinaDespertaba una y otra vez con la misma pesadilla. El corazón me latía desbocado y siempre terminaba llorando sobre la cama. Hacía un mes y un día que no sabía nada de Alessio. Hacía un mes y un día que comprendí que quizá nunca sería parte de su vida. Decidí seguir adelante y borrar su número de mi lista de contactos, ya que tenerlo allí era una maldita tentación. Adrián tuvo razón al decirme que yo no pertenecía a ese mundo. En aquel cuarto de hotel supe que era la última vez que lo vería.Quería mostrarme positiva y entusiasta aquella mañana. Traté de hacer a un lado mi tristeza para evitar preguntas que sabía que no iba a poder contestar. Genave se encontraba emocionada y me mostraba con entusiasmo el campus de la Universidad de Columbia. Quería en
La sangre correrAlessioDoblé mi camisa hasta los codos y los apoyé sobre mis piernas. Mirar aquellas fotos me desconcertaba y sentía cómo la rabia comenzaba a crecer dentro de mí. Gina no podía verme, pero eso no significaba que yo no podía verla. Tenía ojos sobre ella las 24 horas del día. Sabía lo que hacía desde que se levantaba, hasta que se iba a la cama. Sí, era un maldito maníaco obsesivo. Estaba encabronado por la osadía de aquel tipo. Se atrevió a tocarla cuando le dejé muy claro que no se atreviera a hacerlo.—Por lo que pude percibir, la señorita Stevens estuvo muy incómoda con la situación. Creo que mantendrá al tipo alejado. No será un problema.Agarré la fotografía y la rompí en varios pedazos. Mis deseos de hacerle lo mismo a aquel h
Solo regresaGinaLos días en Columbia fueron de locos. No sabía que la gente allí iba a reconocerme y mucho menos que me pedirían tantas fotos. Con todo lo ocurrido se me olvidó por completo quién era. Olvidé que Gina Stevens salía en portadas de revistas y caminaba en pasarelas importantes. Me sentí abrumada, pero traté de mantener siempre una sonrisa en el rostro. No podía dejar notar la incomodad a personas que seguían mi trabajo.—¿Qué tal, muñeca? ¿Quieres conocer a un verdadero hombre?Viré los ojos ante aquel comentario, el cual a la vez fue algo divertido. Al parecer, aún seguía siendo atractiva para los más jóvenes. No es que era una vieja, pero ya me encontraba casi rebasando los veinte.Seguí el camino hacia el salón de clases bajo la atenta mirad
La dueña de mis fantasíasAlessioAlfredo Berlusconi no tardó en contactarme después de haber hecho aquella jugada. No me limité y llevé un equipo de seguridad altamente capacitado a esa reunión. No quería sorpresas y pondría mi última carta sobre la mesa esta noche. Ellos tendrían que decidir si jugar o no. El club Velmez era un lugar exclusivo para reuniones extraoficiales. Todos los mafiosos y doble cara de la alta sociedad utilizaban este sitio para hacer sus planes. Los Berlusconi no eran la excepción.Alexander puso cara de pocos amigos cuando le dije el lugar al que nos dirigíamos.—Estás realmente loco—comentó descontento.—No tengo miedo —le respondí—. Ellos deben temerme a mí.Aunque mi padre y yo teníamos una relación de mierda, acud&ia
El único dueñoGinaEsto de ser estudiante universitaria me pasaba factura. Estaba agotada y pensaba que mi cabeza en cualquier momento iba a estallar, pero sentía una extraña satisfacción en todo aquello, pues conocía a nuevas personas. Genave, quien se inscribió en un postgrado solo para poder vigilarme de cerca, hacía mis días aún más llevaderos. Sin embargo, aún me hacía falta una parte de mí, esa que le pertenecía enteramente al hombre al cual le entregué todo. No hablaba solo de la tan preciada virginidad, hablaba del anhelo de mi corazón, ese que se moría por estar con él, por verlo de nuevo, por estar en sus brazos.El cielo se tiñó de un color grisáceo aquella tarde y el edificio de apartamentos donde vivía se veía más horrible que nunca. Me despedí
Oscuro deseoGinaNos encontrábamos abrazados en el pequeño mueble que adornaba mi ventana mirando la lluvia caer. No habíamos dicho nada, simplemente disfrutábamos del calor de nuestros cuerpos desnudos y de la perfección de aquel momento. Él tenía algunas cosas que decir y yo las iba a escuchar, ya que para salir adelante necesitábamos cerrar aquel capítulo. Teníamos que dejar todo atrás y seguir adelante sin mentiras, sin rencores y sin engaños.—Hice un trato con los Berlusconi. —Lo escuché con mucha atención—. Sé que quizá no sabes cómo ellos han hecho su fortuna.La confusión que mostraba mi rostro le había dado una respuesta.—Su marca es reconocida a nivel mundial, así que no hice muchas preguntas —comenté con sinceridad.Pareci&oacut
Arder en el infiernoAlessioLa observaba recogerse el cabello e inspeccionarse en el espejo con atención. Nunca me cansaría de contemplarla. Podía acostumbrarme a mirarla hacer aquello todas las mañanas sin problema alguno. Era demasiado bella, única e inigualable. No veía el momento en el que se convertiría en mi esposa. Me regaló una sonrisa a través de su reflejo y llevó sus pasos al baño. No quería que se marchara, pero tenía clases esta mañana. Acepté sus condiciones, así que lo tenía que soportar.—¿En serio no dejarás que te lleve? —Asomó la cabeza por la puerta y me miró, fastidiada.—Ya te dije que Genave vendrá por mí. —Desapareció de nuevo.Salí de la cama para ir tras ella.—Puedes llamarla y decirle q