Reino de NuanteLis se despertó gritando. Seguía fresca en su mente la espantosa imagen de la mano desfigurada de Desz, con los blancos huesos asomándose entre las carnes expuestas y fue la primera que le llegó. Ya más calmada, pudo percatarse de otros detalles que, en su estado de conmoción, no había procesado a cabalidad, como el aroma. La mano de la criatura olía, incluso le pareció que en un comienzo humeaba. Y el aroma era bien conocido por ella pues abundaba en los banquetes del palacio y le era muy apetitoso. Era el aroma de la carne asada. ¡Y con lo que disfrutaba ella de comer carne! Una incontrolable arcada la hizo vomitar todo cuanto había comido el día anterior. Por fortuna estaba en sus aposentos y no en la biblioteca. De seguro Desz la había llevado en sus brazos, tocándola con la mano asada. Más vómito. Los violentos espasmos que la hacían sacudirse cesaron cuando no le quedó nada más que echar fuera y se apresuró a limpiar, temiendo que el increíble olfato de la cria
Llevaba Lis un buen rato mirando a la bestia en la tina. Seguía agazapada contra el muro, sin saber qué hacer, sin reaccionar a la orden dada.—Mientras más te tardes, peor será después —la amenazó él. Inhalando profundamente y armándose de valor, ella se atrevió a dar unos pasos, con los puños apretados y todo el cuerpo tenso, como si su carne se hubiera vuelto de acero. Lo que la bestia le pedía no era tan difícil ni tan horroroso, ella podía imaginar cosas mucho peores y... sucias.Agradeció que Desz tuviera los ojos cerrados, eso le haría menos penosa la labor. Esperaba que no se le ocurriera mirarla. Cogió la esponja y la sumergió en el agua de una esquina, sin despegar la vista del torso de la criatura. Toda su piel tenía la misma palidez que veía en su rostro, como si careciera de sangre, pese a ser lo único que él parecía consumir. Sin más demora, llevó la esponja hasta su pecho y la estrujó. Los finos hilos de agua se deslizaron suavemente por las curvas que marcaban sus mú
Aldea Miaza, reino de ArkhamisEl líder de la caravana ordenó que todos los aldeanos permanecieran en sus hogares mientras se realizaba el censo. Allí esperarían a los soldados, que irían vivienda por vivienda tomando nota de los integrantes de cada familia, así como de sus edades, ocupaciones y sexos. La caravana se dividió en cuatro grupos, que abordarían la aldea desde los cuatro puntos cardinales.En la tercera casa que visitó el grupo norte había tres habitantes, un matrimonio y el hijo de ambos. Los tres pares de ojos estuvieron atentos al hombre frente a ellos. Le vieron sentarse a la mesa y dejar en ella un papel, junto con pluma y tinta. Tomó la pluma y observaron con atención la bella piedra que relucía en el anillo de uno de sus dedos. Brillaba como un atardecer. Los seis ojos que la vieron refulgieron en respuesta y causaron el estupor del hombre frente a ellos y de los soldados que se habían posicionado a sus espaldas. Eran cuatro y a una señal del hombre del anillo, tres
Reino de Balai—Majestad, ¿cree que sea prudente abandonar el reino en un momento como éste? La aprensión del consejero era evidente ante la idea del rey Ulster de visitar en persona al rey Barlotz en Galaea. —Precisamente porque estamos contra el tiempo es que debo ir yo mismo a hablar con Barlotz. Ese cobarde no se atreverá a ocultarme información. Fue así como, dejando al general Rogak a cargo del reino, partió con un pequeño grupo de soldados hasta el reino vecino. Tras poco más de un día de viaje, llegó a las fronteras tan escasamente protegidas como su informante le había comentado. —¡Deténganse! Las fronteras se encuentran cerradas. Nadie puede salir o entrar sin la autorización del rey Barlotz —les informó un soldado que, acompañado de dos más, esperaba lograr frenar la entrada de los intrusos. Eran apenas unos chiquillos y Ulster sintió ganas de reír. —Venimos del reino de Balai, el propio rey Ulster se encuentra entre nosotros —dijo uno de los soldados balaítas.Del cue
Reino de Arkhamis, jardines del palacio realLa princesa Daara deambulaba tristemente, casi desfalleciendo. Ni el hermoso jardín donde parecía reinar eternamente la primavera lograba aminorar el dolor que había en su pecho y que la afligía hasta el punto de dificultarle el respirar. Sus pasos cansinos la llevaron hasta las caballerizas, un lugar que no solía frecuentar. Era el penetrante aroma a suciedad de caballos lo que la espantaba. Esa mezcla de excrementos y sudor le resultaba tan repugnante que no lograba entender cómo ese podía ser uno de los sitios favoritos de Lis. —Tú, ¿puedes guiarme hasta donde está el caballo de mi hermana? —le dijo al primer siervo que encontró.El hombre, sorprendido de verla allí, le hizo una reverencia y ella lo siguió. Caminaba casi a brincos, esquivando las pozas de agua que se formaban en el suelo de tierra y restos de paja olorosa.—¿Es muy lejos? —preguntó Daara.No sabía que había tantos caballos en el palacio, ella imaginaba que los soldados
Aldea Miaza, reino de ArkhamisLos soldados del grupo sur ya habían logrado eliminar exitosamente a diez Dumas cuando entraron a la cabaña de la mujer que les preguntó si de camino habían visto a su pequeño perdido. Las lágrimas se habían secado en su rostro, mas la tristeza y preocupación continuaban aquejándolo. Con una jarra de sidra sobre la mesa les dio la bienvenida. La había preparado con las manzanas que Hagen había recogido la primavera pasada. Aquella fue una estación maravillosa, donde se regocijaron con los frutos que esta fértil tierra les daba. La que se avecinaba no parecía ser muy buena, pues el año había estado bastante seco. Por fortuna, en la aldea tenían la precaución de guardar una parte de las cosechas en los tiempos de bonanza y si, como pensaba, el año seguía siendo seco, estarían bien preparados para enfrentarlo. Los hombres se ubicaron en sus posiciones estratégicas y ella le extendió un vaso a cada uno. Se miraron con desconfianza y, tal como el rey, fingie
Reino de BalaiEn cuanto el rey regresó de su viaje, le pidió al general que formara un grupo de treinta de sus mejores hombres para ser enviados como apoyo a Galaea. Él mismo se reunió con ellos para asegurarse de que sus órdenes fueran comprendidas a cabalidad y ejecutadas con la eficacia que le caracterizaba. Aquellos soldados fornidos, criados desde pequeños para ser guerreros en el clima extremo de las montañas, con la sangre ardiente corriendo por sus gruesas venas, estaban ansiosos por clavar sus espadas en el enemigo y hacer muy feliz a su rey. La excitación por la inminente guerra era compartida por todo el ejército, imbuida por el rigor de su preparación y vidas como soldados de Balai, reconocidos en todos los reinos por su ferocidad.—Refuerza las fronteras, extrema las medidas de seguridad y establece toque de queda. No quiero que se mueva una piedra en este reino sin que yo lo sepa. Rogak asintió. Conocía al rey desde que era un niño y sabía perfectamente cuando algo irr
Bosque de las sombras, cerca de la aldea MiazaLos ojos plateados aparecieron frente a Camsuq y los pocos soldados que le quedaban en el bosque cargado de voces no humanas. La espesa bruma se cerró en torno a ellos. No veían más allá de unos cuantos pasos, pero oían todo a su alrededor. Los rugidos ásperos y secos de los Dumas que les pisaban los talones se volvieron lejanos. Increíblemente, ahora provenían desde varias direcciones, como si en el instante en que vieron aquellos ojos se hubieran separado y avanzado por sobre ellos, sin ser vistos.—Desz —jadeó el monarca, sosteniéndose apenas de su caballo con el brazo lastimado. No comprendía qué hacía el Tarkut allí. ¿Acaso les había seguido? No importaba, los misterios del mundo no revestían la menor importancia cuando estaba en juego la supervivencia. La criatura de ojos espectrales avanzó por entre los atónitos hombres sin molestarse en mirarlos. Su andar ligero no agitaba una hoja que delatara su presencia y la misma bruma se abr