Capítulo 3

Capítulo 03

Sabrina Schulz

Di algo estúpida, dilo ya antes que Adler se dé cuenta que estás nerviosa por un hombre que no conoces y obviamente no es él.

—Erick Spencer, señora Schulz—sus ojos azules me miran burlones, el alemán está detrás de él mirando que haré. Observo la mano de Erick y paso de largo hasta el mafioso. Adler sonríe a medio lado satisfecho. Escucho al guardaespalda chasquear la lengua.

—Mi esposa es algo… especial. No le gusta las nuevas personas, pero como sabrás mi mujer es lo más importante para mí, mucho más que mi imperio —se sienta en la silla giratoria de su escritorio.—Es por eso que estas aquí Erick, para proteger a mi mujer. Te he contratado porque Dimitri mi mejor amigo y compañero de toda la vida me ha dado muy buenas referencias tuyas. —mi esposo hace que me siente sobre sus piernas. Erick me mira fijamente y luego a su nuevo jefe. Adler señala el encendedor para que se lo pase y lo hago sin demorarme. Le ayudo a encender su puro.

—Cinco años en servicios especiales y tres comandando, señor… —el alemán mete las manos por debajo de la falda que uso. Brinco mirando a Erick sonrojada.

—¿Porque dejó los servicios especiales, señor Spencer? —me atrevo a preguntar.

—Corrupción y asesinato, señora. —¡¿con esa cara de Dios griego?!

Adler me inclina un poco, saca la mano de mi braga para sacar un fajo de billetes para el hombre delante de nosotros. Erick lo mira y arruga levemente las cejas al darse cuenta que ha tocado el dinero con la mano que acariciaba mi vagina.

¡La vergüenza!

Le doy un beso corto con mi boca pequeña a Adler para salir huyendo de allí, debo mantener mi posición erguida para no verme como una estúpida que se esconde porque esta avergonzada.

Angela Gabriela me llama para que le diga que deben preparar, eso sí, puedo ser la reina del rey de la mafia, pero Adler le gusta que este al pendiente de las cosas de la casa. Comida, mantenimiento, jardín y cosas que se necesiten realmente.

Gracias al cielo no he quedado embarazada y no sé qué sería de mí si el alemán se da cuenta que he estado cuidándome con anticonceptivo durante mi tiempo con él. Lo más seguro es que me mate o quizás no.

—Ensalada romana, pure de papas y pollo,además una sopa de verduras y postre de napoleón —demando al chef de la mansión.

Subo hasta mi habitación después de la cena; hoy ha sido un día tan agotador y lleno de emociones. Vaya cumpleaños el que he tenido.

Peino mi castaño cabello, me observo con determinación en el espejo, he pasado seis años en este infierno y creo que ya nunca podré salir. Aplico un poco de crema de perlas sobre mi piel. Me tenso al escuchar la pistola de Adler tocar el cristal de mi tocador. Sus manos se posan sobre mi cuello, el cual lo acaricia con lentitud.

—Tuve tanto miedo perderte—habla mientras saborea la piel desnuda de mi cuerpo.

—Pero no me perdiste—digo. Observo hasta la puerta rogando al dios que me este escuchando alguien venga y lo interrumpa.

—¿Sabes que te amo? —asiento al borde de las lágrimas. Respiro cuando se aleja de mí.

Corro hasta la cama para cubrirme por completo, apago la lámpara del lado donde duermo. Adler sale del baño de nuestra habitación con una toalla que solo envuelven su cintura hacia abajo. Tiene su cabello rubio recogido en una coleta alta. Quita los anillos y cadenas de su cuello y dedos. Muerde su labio inferior y sonríe, sabe que estoy fingiendo. Sus tatuajes cubren la mayor parte de su cuerpo.

—Quiero follarte, nena… —quita las sábanas que me cubrían. No, no, no.

De un solo tirón quita el Pijama de prada que estaba usando, abro bien los ojos para mantener mi cordura. Lo observo relamerse los labios. Jala de mi pie para colocarme en el borde de la cama. Frunzo la frente al sentir su estocada, bestial y sin ningún tipo de contemplación.

Su cadera se mueve de adelante hacia atrás, apoya las piernas en el suelo para profundizar su embestida. Su cabello pega contra mi rostro y prefiero asi; en estas condiciones prefiero no verle. Mi vagina empieza a dolerme, no siquiera estaba lubricada. ¿A caso él no se da cuenta que no lo amo? Su movimiento se vuelve más fuerte y lujurioso.

—¡Mía! ¡Mía!¡Mía! La dueña de mi alma, de mi imperio, de mi corazón, de todo. No podría vivir si te arrebatan de mí. Si alguien intenta arrebatarte de mí lado lo mataré, lo despellejaré hasta que no quede nada de él. —sujeta mis mejillas para que lo vea—Si decides dejarme, no sólo mato el bueno para nada de tu padre, sino que mataré a toda persona que se cruce contigo cuando se vaya. ¿Me entendiste? —asiento.

Entierra los dedos en mis glúteos con fuerza, gimoteo para que se detenta, pero por algo le llama la bestia alemana.

—Dí que me amas… dí que me amas—te odio con toda mi alma Alder Schulz. Te odio más que el mismo odio. Deseo todos los días tu muerte y no descansaré hasta que un día venga alguien a casa y diga que la mafia italiana, la rusa o cualquier que existiera ha cortado tu cabeza. Te odio tanto que es lo único que me mantiene firme.

—Te amo más que nada en la vida… —le miento descaradamente. Adler esboza una sonrisa. Aprieta mis senos con sus enormes manos. Inclina un poco su dorso para moverse con impetuosidad. Arruga la frente y se corre.

Cae desplomado en mi pecho, realizo caricias falsas en su rostro.

Su regulación se va aplacando, sus hombros suben y bajan; me mira con sus ojos avellana para luego dejar un beso sobre mi boca. Camino hacia el baño y me recuesto contra la pared. Respiro y respiro. Un día esto va a acabar, un día ni siquiera voy a recordar nada de esto; tengo fe de eso. Tengo la certeza de que podré luchar contra todo. Contra él. Contra mi destino.

Toca la puerta y brinco, abro para que entre.

Adler se cepilla los dientes mientras que yo me estoy sumergiendo en la tina de nuestro baño, escupe en el lavabo y vuelve a mirarme con insistencia. La espuma tapa mi rostro. Apoyo mi cabeza sobre la cerámica para cerrar los ojos y descansar.

—¿Qué te pareció Erick? —abro los ojos. Es la primera vez que Adler me pregunta por alguien de sus empleados.

—Igual que todos, un lame botas que lo único que quiere es ganar puntos contigo. —apoya sus manos en la tina; flexiona las rodillas para poder mirarme.

—¿Eso es lo que piensas…? —abro los ojos al sentir su mano en mi vagina.

Parpadeo—Es igual que todos, sabes que tus hombres me fastidian, son como estúpidos esclavos llenos de tatuajes y… —Adler saca su mano del agua. Me mira con el ceño fruncido.

No, no, no…

—¿Les has mirado mucho, no?—mi cuerpo tiembla.

—Suelen estar todo el día aquí ¿Que esperabas? Si dejaras que viviera una vida normal, creeme no tendría que estar pendiente a lo que no… —mi rostro se gira por su abofetada. Llevo mi mano hacia es escozor de mi mejilla. Salgo de la tina; enrrollo una toalla sobre mi cuerpo desnudo y azoto la puerta.

Adler toca mi cabeza y lo empujo, es la primera vez que hago algo de esta manera, pero hoy me siento valiente para hacerlo. El alemán suaviza sus facciones, lleva una de sus manos hacia el puente de su nariz—Vale, lo siento… —dice con voz de arrepentimiento. —La he cagado de nuevo contigo, lo sé.

—Que bueno que lo sepas Adler Shulz… sabes que no me trajiste aquí en las mejores condiciones y eres un hombre de treinta y ocho que se comporta como un crio adolescente con novia nueva. —abre los ojos—Suelo callarme las cosas, tragarme lo que pienso y siento porque…. —dejo de hablar.

—Me odias. —alzo la mirada para verle.

—Lo has dicho bien… porque en realidad yo te odio.

Me observa con dolor, intriga y aflicción—¿Ni una sola vez me has amado? Seis años a mi lado ¿Nunca me has amado, cariño? —sus ojos se entrecierran.

—Yo… nunca te he… —niega. Toma su pistola chapada en oro y sale de la habitación cerrando la puerta de un portazo. Me desplomo en el suelo. Mi cuerpo tiembla asustado. He enfrentado a la bestia, por primera vez lo he echo.

Acomodo mi cuerpo en el blando colchón, miles de sensaciones se hacen presentes en mi pecho. Miedo. Desconcierto. Temor. Ira. Odio. Temí tanto que volviera esa noche y acabara con mi vida con una bala en mi cabeza; pero cuando escuche su camaro salir de la propiedad pude dormir tranquiliza, sabiendo que por hoy yo había ganado.

Aliso la tela de la falda que estoy usando, los tacones en el día de hoy me pesan más que de costumbre. Paso por la cocina y como un poco de sandia antes de disponerme a darme un chapuzon en la piscina de la mansión. Angie me trae un poco de capuchino mañanero, ese que me encanta tomar a diario. Las empleadas me preguntan sobre las cosas de la casa y les digo que tomen ellas las decisiones, ya que hoy quiero que sea un día para mí.

—El señor se ha ido a cerrar un negocio en Bramen—intento no sonreír al escuchar a Gasper, uno de sus mejores hombres.

—Puedes retirarte.—se da media vuelta, pero vuelve a girarse como si recordara algo.

—El señor dejó un recado—maldito—Dijo que la espera lista a las ocho de la noche en el restaurante donde la llevó a cenar por primera vez. Que usé el vestido rojo que a él tanto le gusta. Dimitri la llevará. —asiento.

Me siento sobre la silla playera, el bikini que uso Adler me lo compró hace un par semanas en nuestro viaje a París. Angie me ayuda a aplicarme bloqueador antes de marcharse. Me tiro en el agua fría intentando controlar todas mis emociones vividas. Nado hasta el fondo.

Necesito hayar la manera para que el alemán vea que no soy lo que piensa y me deje ir, vuelvo a salir hasta la superficie eso es imposible.

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