Capítulo 4

CAPITULO 04

Me giro para buscar la toalla, encontrándome un par de zapatos costoso de cuerpo, subo un poco la mirada hasta encontrarme con los ojos azules de Erick. Su cabello le cae hacia un lado con elegancia. Su barba de pocos días lo hacen lucir tan masculino. Sus ojos azules como el océano contrasta a la perfeccion con su cabello medio ondulado y rubio. Sonríe a medio lado cuando termino de analizarlo.

—¿Qué haces aquí? Si no te has dado cuenta o eres imbécil… está es una piscina privada. Mi marido la ha creado cerrada para que ningún hombre entra aquí ¿Porque incumple las reglas?

Sonríe mostrando dientes—¿Siempre eres así?

—¿Así como?—salgo del agua, me coloco una bata de baño. Miro con determinación a Erick cuando le he pillado mirándome el trasero.

Pasa por mi lado—Mandona… —susurra cerca de mi oído. Me alejo un poco.

—¿Perdona? ¿Es que nadie te ha dicho quien soy? Si se me da la gana le digo a Adler que te eche—trueno los dedos—Y hoy mismo estarías patitas en la calle—sus ojos bajan hasta el escote de la bata. Lo observo relamerse los labios.

—Eso no es posible. Soy el mejor hombre en mi área y su esposo sabe que es así, estoy aquí para salvarte el culo ¿No deberías estar agradecida conmigo por eso?

¡Serás imbécil en la vida!

Lo apuñalo con mi dedo índice—Que te quede bien claro esto y no quiero volver a repetirlo, cuando te dirijas a mí, me hablas con respeto. No soy tu igual ni tú el mío. Solo estas aquí para trabajar, lo que haga o no, tienes prohibido comunicarle todo a mi esposo; solo le dirás lo que yo te autorice. Te mueves si yo lo digo y digo que pares paras.

Erick suelta una carcajada—¿Paro cuando usted me diga que lo haga? —muerde su labio inferior ¡Sagrado Cristo redentor! Este hombre debe ser un maldito pecado.

—¡¿Que?! Sabes a lo que me refiero. Ahora largate.

—Señora… —ruedo los ojos.

—¿Qué quieres ahora?

—También fue un gusto conocerle, sé que nos vamos a llevar muy… bien—mi piel se eriza por la tonalidad que usó para decir eso último. Erick ¿Me vas a traer dolor de cabeza? ¡Espero que no!

(***)

Angie me ayuda a cerrar el corsé del vestido que estoy usando.

Este maldito vestido rojo que cada vez que me lo coloco, Adler me folla como si no hubiese un mañana. Retoco mi cabello y maquillaje, antes de tomar la mano de Dimitri para así llegar a la cena preparada en el restaurante de alta cocina del chef Marcelo Montessino. El mejor amigo de Adler me mira a cada cinco minutos por el retrovisor. Este imbécil es otro que me debe tantas. Es tan… rastrero que hasta a mí me causa fastidio.

—¿Me vas a decir o seguirás como idiota? —musito mirándolo de solayo.

—Solo, te ves hermosa—parpadeo sin mirarle.

—¿Cuanto falta para llegar?

—Ya llegamos. —abro la puerta trasera y salgo sin ayuda de nadie. Detrás de mí va un cuerpo de hombres del mafioso, Erick a la cabecera. Me hacen esperar en la entrada para asegurarse que todo el lugar esté limpio de atentado o algún sicario que hayan mandado para matarme.

Erick asiente, coloca la mano detrás de mi espalda al pasar la puerta y me tenso de inmediato.

Lo miro y sonríe mostrando dientes, Adler se levanta cuando llego a la mesa, deja un beso sobre mi mejilla. Coloca una mano en el espaldar de la silla y así poder sacarla para que me siente. Le agradezco con voz baja. Una mesera muy elegante y joven nos trae el menú. El alemán traza líneas imaginarias sobre la piel de mi mano. Los guardas del mafioso están esparcidos por todo el lugar. Las personas nos miran y murmuran. Todos saben quien es él.

—Camarones salteados, espárragos y puré de colifror—pido para mí. Bebo un poco del vino blanco que nos han dejado como entrada.

—Estás hermosa Himmel meines Himmels.

«cielo de mi cielo»

Me centro en el plato que acaban de traerme con lo que pedí, vuelvo a beber otro sorbo de vino. Adler toca mi pierna por debajo de la mesa. Parpadeo sin poder moverme. Corto un poco de camarón con el cuchillo, llevo con sumo cuidado hasta mi boca para no dejar caer nada sobre mi vestido. Lo escucho suspira hondo.

En el fondo suena una canción de esas románticas de jhonny Cash, el teléfono de Adler suena y cuelga sin nisiquiera mirar quien es. Se levanta y alzo la mirada para poder ver que es lo que está haciendo. Saca de uno de sus bolsillos de la americana negra que usa una caja de terciopelo azul. De aquí en adelante debo fingir felicidad.

Llevo mis manos hacia la boca fingiendo sorpresa; las personas a nuestro alrededor están al pendiente de lo que esta sucediendo. El alemán abre la caja mostrándome una pulsera de diamantes y rubíes. Con el dinero de esa joya podría pagar la construcción de una nueva escuela con alta tecnología en un suburbio que lo necesite. Pero no, todas mis joyas las debo de aceptar, porque sino, no lo contaría.

—¿Te gusta?—asiento. Escucho el clic cuando lo cierra en mi muñeca. Vuelvo a sentirme.

—Es bellísimo.

—Como tú… —Erick camina hasta nosotros, le dice algo en el oído a Adler, me mira y sonríe hacia mi dirección fugazmente.

El alemán pide la cuenta, rodea la mesa para ayudarme a levantar como si yo fuese una estúpida que ni eso podría hacer sola. Me subo en su camaro para marcharme con él. Las camionetas detrás de nosotros nos abordan para protegernos sea lo que sea que Erick le haya dicho al mafioso.

Dimitri se acerca a su mejor amigo, subo las escaleras que dan hacia la puerta principal, tapo un poco mi rostro al sentir la fuerte luz de la lámpara de cristal que adorna el techo de la mansión. Mi cuerpo es echado hacia adelante. Adler sostiene mi brazo con fuerza y su rostro me demuestra que esta furioso.

—¿Qué sucede? —hablo con temor. Me alarmo al subir las escaleras que dan hacia el cuarto de castigos.

No puede ser posible…

Repaso todo lo que he echo en el día, que yo sepa no he incumplido ninguna de sus normas, soy muy cuidadosa de todo lo que hago para no enojarlo. Lo veo sacar un juete de uno de los cajones de manera. Me pide que me quite los zapatos y me arrodille delante de él. Sorbo mi nariz por mi llanto, ese que no detendrá que la bestia alemana haga conmigo lo que se le plazca. Ahogo un grito de dolor, al sentir el ardor del golpe en una de mis nalgas.

Adler se quita la camiseta dejando al descubierto sus pectorales, mi nombre en el lado izquierdo de su pecho me hace sonreír con amargura. ¿Amor? Esto no es amor.

—¿Porque no me dijiste que tu primera Adele esta en la ciudad?

No puede ser posible…

Adler y Adele eran como gatos y ratones, los dos se odiaban a morir; mi única prima nunca ha tenido pelos en la lengua para decirle las cosas en la cara al alemán. Adele Beckett es la hija menor de mi tía Marina con Gregory Beckett el hermano mayor de mamá. El verano pasado y después de rogarle por casi un mes a Adler que permitiera quedarse a Adele en nuestra casa, las cosas se volvieron un caos. Mi prima vivía retando al alemán cada vez que veía algo odioso en el (más veces de las que quisiera admitir) así que el mafioso la echó a la calle y prohibió que volviera a nuestra propiedad.

—Yo no sabia que ella estaba en la ciudad—y era cierto.

Aprieta el juete con firmeza—¿No me estas mintiendo? —niego. Adler toma mi mano para levantarme. Besa mis labios con suavidad. Esa que me recuerda que estoy en el infierno y ni siquiera he muerto. —Solo me he enojado cuando Erick me comunicó que tu prima te vino a buscar. Dimitri se la llevó de la prioridad—parpadeo asustada, él se da cuenta de mi temor—A un hotel Mein Liebling, sabes que no sería capaz de tocarla, ella es importante para ti. Es tu única familia con vida y no tengo el corazón para causarte ese dolor. —se agacha para besar mis rodillas—¿Me entiendes? —muevo la cabeza en señal que si.

Me carga entre sus brazos hasta llegar a nuestra habitación, coloco mi cabeza sobre la almohada. Esto debe parar.

—Adler… —escucho su bota caer al piso.

—¿Si cariño?

—¿Por qué yo? —se gira para verme.

—¿De qué hablas?

—¿Por qué me elejiste a mí? He visto mujeres hermosas, mucho más hermosas que yo… si hubiese sido por dinero, papá tenía los medios para salir adelante ¿Pero porque me vendió? A caso… ¿Tú…?

Se ríe en son de burla—¿Crees que hice que tu padre te vendiera? ¿Tan bestia crees que soy?

No quiero responder eso, porque si. Sé hasta donde es capaz de llegar para obtener lo que quiere. Si fue capaz de matar a su propia tía (era la encargada del negocio familiar cuando él aún era joven y su padre murió) ¿Que de espera para alguien como yo? ¿O como el resto del mundo?

Me acuesto dándole la espalda, no quiero seguir peleando, quiero descansar y al menos ser libre y yo misma en mis sueños.

(***)

Arrugo la nariz con los ojos cerrados.

El alemán toca cada parte de mi cuerpo con sus manos, me giro para verle y me sonríe apenas abro los ojos. Me incorporo en la cama al ver la habitación llena de flores. Vuelve a observarme para luego besar los nudillos de mis manos.

Angie junto a una nueva empleada nos sirven el desayuno, Erick entra por la puerta principal y no puedo evitar el contacto visual con él. Lleva puesto un traje negro de tres piezas. Su peinado hoy está hacia atrás y hasta acá puedo olor su perfume Dior.

Le da algunas ordenes a sus subordinados, Adler le llama con la mano para que venga y se siente en la mesa con nosotros. Hago un mohín porque es la primera vez que el alemán le da tanta confianza a un empleado que no sea Dimitri. Angie le sirve huevos y tocino al nuevo guardaespaldas.

—Dimitri me dijo que eres bueno con las bombas—Adler mira fugazmente al ojiazul. Este lleva un trozo de huevo a su boca y asiente confirmando lo que él le acaba de decir.

—¿Para que soy bueno, señor? —baboso. Intento levantarme de la mesa, pero el mafioso lo impide.

—Te necesito en este negocio, amor—espabilo—Erick, necesito que armes algunas bombas para el putadero de Gian Lucas; amor, tú serás mi cebo, necesito que seduzcas al nuevo jefe a cargo del lugar. El gilipollas del italiano robó mi mercancía y las quiero de vuelta.

Quiere derribar el night club con ellas adentro…

¡Maldito hijo de puta!

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