— Hades, amigo mío, dime que tienes algo bueno que contar. — se oía mal, pero, aun así, Hades debía ser honesto, Lucero era familia, no solo era la esposa de su primo Eros Zabet, ella era la cabeza de la familia más influyente de continente y tal vez del mundo.— Lamento no ser portador de buenas no
— Te tranquilizas o te golpeare hasta matarte. — no le importaba morir, incluso pensó que prefería que la golpeara hasta la muerte que, seguir ahogándose con su angustia, por lo que se sacudió una vez más, entonces Sergio puso una navaja en su barriga. — ¿Qué te parece esto? Te tranquilizas o te sac
Cielo estaba sentada en el borde de la cama, en sus manos la ecografía que el doctor le acababa de entregar se llevaba toda su atención.— Gabriel, ve que pequeño que es, y ya tiene piernitas y manitos. — el brillo en sus ojos cautivaba al tatuado, ¿paraíso? Quien lo necesitaba si la tenía a ella.—
— ¿Qué haces? Deja de atormentarlo. — su padre acababa de ingresar, quien sabe dónde, aunque si debía dejarse llevar por lo que Baltazar le acababa de decir, seguro estaba en un hospital.— No le he dicho nada de Cielo, ni de Pamela. — ¿Cielo, Pamela? ¿Qué tenía que decirle? O mejor dicho ¿Qué no te
— Claro oficial, aquí tiene.— Y necesito que abra el maletero. — el corazón se le acelero, tal vez se había equivocado, se dijo.— Sí, bueno, la cerradura se traba un poco. — objeto Sergio, y Cielo sintió como movía la puerta del maletero, tenía esperanzas.— Tómese el tiempo que quiera. — y esa fu
— ¿Quién te dijo? — era asqueroso que le recriminara como si fuese pareja o algo y a la vez que se enojara porque ella sabía la verdad.— Gabriel, cuando le pedí que te buscara en los hospitales, me dijo que no éramos hermanos y que tú lo sabias. — no podía creer que el idiota le creyera, pero así e
Roman comprendió al llegar a la fábrica que usaba de guarida que estaba solo, solo con una niña que no dejaba de llorar, por lo que decidió cambiar sus planes e ir directamente a Chicago, luego de darle una bebida a Pamela con un par de calmantes, para que durmiera; entonces condujo casi sin detener
— Yo tomare la tarjeta. — intervino Sergio comenzando a sospechar y a punto de salir de aquel lugar.— Wou, momento, se la estaba dando a ella, así tú me facilitas los documentos, necesito identificación de ambos para el registro. — Tiara no sabía administrar su dinero, pero si era inteligente, y mu