— Quiero a ese ángel. — aseguro apuntando a su esposa y Alma tuvo que morder su labio para no echar por tierra todo el plan.— Por favor. — susurro enterrando las uñas en el brazo de Baltazar que solo tenía una camisa negra.— Tenías el Cielo, pero preferiste caer al infierno, ahora ve a trabajar. —
Cielo camino con apuro, cada dos pasos, veía sobre su hombro, la sensación de que alguien la seguía la acompaño las dos calles que tuvo que recorrer, hasta llegar a la farmacia, aun estando dentro, sentía un par de ojos clavados en su nuca y por un momento pensó que se estaba volviendo paranoica, pu
— Bueno, como que mucho no la ocultaste, porque fueron por nosotras ¿lo sabias? Claro que lo sabes, si enviaste a tus amigos. — algo había cambiado en Cielo, Sergio se dio cuenta de ello, no podía ser que Cielo hablara tan tranquila, como si ya no lo necesitara, era ridículo, porque ese riquillo sol
— No, no sucede nada, el hombre ya se iba.Fue todo lo que dijo antes de ingresar al edificio, y mientras su cabeza le decía que algo estaba mal, porque ella no podía sentirse tan bien luego de tratar a su hermano como un extraño, del otro lado de la ciudad, el infierno subía a la tierra y los ángel
— Pero no como esta. — rebatió Baltazar, saltándose las presentaciones y yendo directo al punto, dejando con disimulo la bebida que le habían alcanzado y la cual no había tocado. — Pregunta a tus hombres, con solo un cliente, junto lo que tus chicas en una calle hacen en toda un anoche. — Baltazar e
Cielo veía las pruebas de embarazo, y una serie de sentimientos la recorría, eso era tan… frustrante, ridículo, improbable, deseaba gritar y llorar, golpear y maldecir, no lo comprendía, no debería ser así, tres pruebas de embarazo, tres malditas pruebas, y aun así no sabía si estaba o no embarazada
— ¡Cielo! ¡¿Cielo Pérez?! — exclamo Reyno.— ¡¿Todo esto es por la hermana de Ñeri?! — Gabriel avanzo hasta Erwin, mientras Daki esposaba a Reyno.— Todo esto es por mi mujer. — aclaro Gabriel.— ¿Quiénes rayos son? — indago viendo los ojos oscuros de Azazel.— Soy Azazel, soy quien va a matarte, so
— Gabriel. — murmuro Cielo y el mencionado bajo del automóvil mientras respondía.— Aquí estoy amor.— Ya estoy mejor, puedo esperar a que te desocupes. — murmuro Cielo ahora recostada en el sofá viendo por el gran ventanal y las luces de la ciudad fuera.— Imposible, ya casi llego, solo… no dejes d