— ¡Cielo! ¡¿Cielo Pérez?! — exclamo Reyno.— ¡¿Todo esto es por la hermana de Ñeri?! — Gabriel avanzo hasta Erwin, mientras Daki esposaba a Reyno.— Todo esto es por mi mujer. — aclaro Gabriel.— ¿Quiénes rayos son? — indago viendo los ojos oscuros de Azazel.— Soy Azazel, soy quien va a matarte, so
— Gabriel. — murmuro Cielo y el mencionado bajo del automóvil mientras respondía.— Aquí estoy amor.— Ya estoy mejor, puedo esperar a que te desocupes. — murmuro Cielo ahora recostada en el sofá viendo por el gran ventanal y las luces de la ciudad fuera.— Imposible, ya casi llego, solo… no dejes d
Cielo había leído alguna vez la importancia de ser abrazada por alguien querido, más si este era un ser amado, hasta el momento su niña la había calmado en algún que otro momento, pero solo luego de tomar la píldora para la ansiedad, sin embargo, ahora ese no era el caso, aun con todo lo que pasaba
Gabriel toco el agua para asegurarse que estuviera a la temperatura justa, luego guio a su mujer, y se dispuso a quitar cualquier pesar de su mente y de su corazón, primero lavo su cabello, sus dedos masajearon el cuero cabelludo de Cielo y esta podria de dormirse allí mismo, pero entonces las manos
— Él sabe que no es tu hermano. — murmuro con frialdad Gabriel, más que molesto, aunque no con Cielo, sino con él mismo, ese bastardo de Sergio había llegado a su mujer, no debió dejarla sola, tendría que haberla llevado a la mansión.— ¿Qué? — ahora estaba más confusa que antes, Gabriel se dio cuen
— No lo sé, si me hice tres tez, pero uno dio positivo, otro negativo y otro no mostro nada, estaba malo.— Bien, iré por un nuevo tes. — informo poniendo se de pie, y saliendo, así como estaba, en pijama.— Pero es muy tarde y recién llegas, te ves cansado… — Cielo solo queria refugiarse en él y as
Gabriel no durmió esa noche, los pensamientos rebotaban en su mente, al igual que los sentimientos lo hacían en su corazón, una vez más experimentaba el miedo, la felicidad, los nombres para un futuro bebé se enredaban con las torturas a los que sometería a esos maleantes de poca monta que habían to
— Si. — soltó con determinación y sin duda alguna, antes de continuar. — Tomaría un cuchillo y haría así, así, así. — exclamo repetidas veces mientras su pequeña mano subía y bajaba, enterrando algo invisible en un nuevo oso de peluche que Gabriel le había comprado e Ian sonrió feliz.— Bien, ¿lo ve