El arte, la belleza y los gustos, son algo raro de comprender, aceptar e incluso ver, pero en medio de la noche, bajo la luz cálida de una lampara, Gabriel estaba observando el ser que más le gustaba, la belleza más irreal y su mejor obra de arte, cada marca que poseía el cuerpo de Cielo, era prueba
— Lo siento, en verdad, es solo que acabo de hacer el amor con mi bollito de azúcar y estoy… feliz, luego de tanto tiempo de no sentir nada, estoy feliz. — reconoció casi sorprendido, de que ese sentimiento aflorara una vez más en él, pues desde que sus abuelos habían muerto, sintió que algo había p
— Porque necesitaba que creyera que está muerto… él si la entrego Gabriel. — Azazel estiro los músculos, el fuego bullo en su estómago y subió tomando cada lugar de su cuerpo, un ángel caído, un ángel en llamas, la muerte era su aliada y lo dejaría en claro. — Piensan ir a su antigua casa unas horas
Gabriel dejo su automóvil a una calle de la precaria vivienda donde su cielo había vivido, si la información de Violeta era correcta y estaba seguro de que así era, los Crips aun demorarían un poco en llegar, por lo que solo ingreso confiado de que si alguno de ellos ya estuviera dentro, lo mataría
Fuera de la casa el ambiente era tenso, para los Crips llevar a cabo el encargo de uno de sus más grandes cabecillas era de vital importancia, aunque no dejaba de ser fuera de lo común.— ¿Crees que sea la hija de Roman? — pregunto uno de los jóvenes, mientras golpeteaba su bota en uno de los escalo
Solo la orden salió de sus labios, solo eso pudo hacer, y un nuevo golpe de cuerpo caído, resonó en el lugar, aturdiendo a los muchachos, porque Gabriel debía admitir que eran niñatos, esos que son fáciles de atraer y manipular, esos que no importaban si morían, simples peones. Casi sintió pena por
El aire de la noche se tensó ante la sola presencia de Gabriel, sus ojos denotaban el fuego que en él ardía, la furgoneta estaba en frente de la acera, con sus vidrios tiznados y se preguntó si fue en ella en la que subieron a su bollito de azúcar años atrás.Avanzó asegurándose que el bolso estuvie
— Pero ¿de qué hablas? Nadie se ha metido contigo… — el moreno quiso apelar al dialogo y razonamiento, pero no funcionaria, claro que no.— Claro, el tema es el siguiente, la mujer por la que fueron, y a la que tu ordenaste asesinar, es Cielo, mi mujer. — informo con seriedad y el hombre adquirió un