Capitulo 4: La cena

Capitulo 4: La cena

Violet estaba sentada nuevamente junto a Alexander, pero su mente seguía atrapada en aquel momento con Adrián. Aunque el bullicio del salón parecía volverla al presente, no podía ignorar la sensación que él había dejado en su interior. Era como si sus palabras y su presencia hubieran sembrado una inquietud que no podía comprender del todo.

—¿Todo bien? —preguntó Alexander, rompiendo el hilo de sus pensamientos.

Ella levantó la vista hacia él, su preocupación estaba reflejada en el azul profundo de sus ojos. Alexander siempre había sido su refugio, su constante, y la mirada tranquilizadora que le dedicaba en ese instante era lo que necesitaba.

—Sí, solo estoy cansada. Ha sido una noche… larga —respondió con una sonrisa que trataba de transmitir más seguridad de la que realmente sentía.

Alexander le devolvió una sonrisa cálida.

—No te preocupes, amor. Pronto podremos irnos. Pero estoy tan orgulloso de ti, ¿lo sabes? Verte subir al escenario… saber que estás logrando tus sueños… Eso es todo lo que quiero.

Violet le tomó la mano, agradecida por su apoyo. Alexander siempre había estado ahí para ella, desde que lo conoció al mudarse a la ciudad. Su relación era un oasis de calma, una conexión basada en la confianza y el respeto, pero en ese instante, Violet no pudo evitar sentirse como si algo faltara.

Sin poder evitarlo, sus ojos buscaron a Adrián. Él seguía en el centro de atención, rodeado por oficiales que parecían escuchar cada palabra que decía como si fuera ley. Violet no podía escuchar la conversación desde su lugar, pero la manera en que él controlaba el espacio era suficiente para captar su atención.

Adrián se giró, y sus ojos encontraron los de ella una vez más. Violet sintió un escalofrío recorrer su espalda. No había ninguna sonrisa en su rostro, solo una expresión imperturbable que parecía penetrarla. Su primera reacción fue apartar la mirada, pero algo dentro de ella la impulsó a mantenerse firme.

—¿Todo bien? —Alexander volvió a preguntar, esta vez frunciendo el ceño al notar su distracción.

—Sí, claro —respondió rápidamente, tratando de parecer despreocupada.

Pero mientras Alexander continuaba hablando con otros invitados, Violet sabía que la calma que siempre había sentido a su lado estaba comenzando a desmoronarse y no sabia porque. Era una sensación nueva, inquietante y, al mismo tiempo, imposible de ignorar.

Cuando los discursos llegaron a su fin y los invitados empezaron a retirarse, Alexander le ofreció su brazo para escoltarla.

—Vamos a casa. Mañana estarás más tranquila.

Violet asintió, dejando que su novio la guiara hacia la salida, pero su mente seguía perdida en aquel momento con Adrián, preguntándose por qué un hombre como él la había afectado tanto en tan poco tiempo.

Mientras cruzaban la puerta del salón, Violet sintió una última mirada sobre ella. Giró la cabeza de manera instintiva, y allí estaba Adrián, parado junto a la entrada, observándola en silencio, con una copa en la mano la cual alzo e hizo un gesto de brindis. Tenia una mirada que no prometía despedida, sino una certeza inquebrantable: esto era solo el comienzo.

Violet no pudo evitar mirar hacia atrás mientras Alexander la conducía hacia el auto. Aquellos ojos grises, fijos en ella desde la distancia, la hicieron tropezar con sus propios pensamientos. La sensación de ser observada no desapareció incluso después volver su vista al frente.

—¿Todo bien? —preguntó Alexander, abriendo la puerta del auto para ella con un gesto amable.

—Sí, claro —mintió Violet, entrando al vehículo. No podía dejar que Alexander sospechara lo que pasaba por su mente, principalmente porque ella misma no lograba entenderlo del todo.

El trayecto a casa transcurrió en silencio. Alexander, siempre atento, pensó que Violet estaba agotada por la gala, así que decidió no presionarla. Pero, en el asiento del copiloto, Violet miraba por la ventana, sus pensamientos aún estaban atrapados en la intensidad de aquella mirada gris de Adrian Volkov.

Cuando llegaron a la casa que compartía con Alexander durante los días que él no estaba en servicio, Violet fingió estar más animada.

—Gracias por acompañarme esta noche. No habría sobrevivido sin ti —dijo, dándole un beso en la mejilla.

Alexander sonrió, rodeándola con sus brazos.

—Siempre estaré aquí para ti, Violet. Lo sabes.

Ella asentía, agradecida por sus palabras. Pero incluso mientras lo abrazaba, sentía que una parte de ella estaba en otro lugar, atrapada en aquella terraza, reviviendo ese breve encuentro con Adrián.

Se sentia estupida de solo pensar que ese breve momento con Volkov la estaba haciendo sentir asi.

Cuando finalmente quedó sola en la habitación, el silencio fue tanto un alivio como una maldición. Violet se dejó caer en la cama y cerró los ojos, intentando borrar aquella mirada de su mente, pero fue inútil. Cada vez que pensaba en su expresión, en el modo en que la había estudiado, sentía un inexplicable escalofrío de curiosidad e inquietud.

Esa noche, mientras trataba de dormir, no pudo evitar preguntarse si Adrián Vólkov sería tan frío y oscuro como su mirada sugería.

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