Capítulo 26

Amaya

—Señorita, ¿está despierta? —preguntó Octavio mientras yo me estaba cambiando—. El señor está aquí, pidió verla y están preparando el desayuno para que puedan conversar a gusto en la terraza.

Me quedé de piedra por el dato, más que todo porque no era algo que esperaba, pero dada su aparición hacía solo dos días en Berkeley, ya no dudaba de que vendría a controlar la situación. Parecía que no había recibido el memo, así que me tendría que decantar por hacérselo entender a las malas.

Molesta salí con la decisión fija de decirle que tenía que dejar de controlarme, que ya mucho tenía con mi padre, con el resto y las exigencias, lo que le iba a dar de mí misma, como para que también pidiese más de mí.

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