CAPITULO 84

La situación se torna tensa, y Hilda no duda en expresar su descontento.

—Tú no eres nadie para decirme qué hacer. Si quiero ver a mis nietos, los veré. Si quiero esperar a David afuera de esta casa para hablar con él, también lo haré. Recuerda tu lugar, mujer —espeta la mujer con una voz dura.

La abuela que antes abrazó tiernamente a Axel ahora parece una sombra distorsionada de sí misma. Mis dudas sobre mi intervención se intensifican, y admito internamente que quizás no debí haberme involucrado.

—No se lo volveré a repetir, señora. Salga de aquí —declara Hilda con firmeza, su postura indicando que no está dispuesta a ceder.

Las miradas entre ambas mujeres refleja un desprecio mutuo, como si el tiempo se hubiera detenido en este momento. Mientras presencio la escena, lamento mi falta de conocimiento sobre lo que oculta esta familia.

¡Oh por dios!, ¿y si ella es mala y yo de tonta la dejé pasa. Estoy consciente de mi posible error. Pero, en mi defensa, si David hubiera compartido más
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