ANDREACuando la sesión termina, Danna y el enfermero me ayudan a acomodarme de nuevo en la cama.—Lo has hecho muy bien estos días —me dice Danna cuando nos quedamos solas. Su sonrisa es un bálsamo para mi cansancio y puedo ver el orgullo en sus ojos.—No podría hacerlo sin ti, Danna —respondo, mi voz llena de gratitud. —Les debo mucho a ti y a tus padres.Ella se inclina y me abraza con fuerza. Siento sus lágrimas en mi hombro y sé que son de felicidad.—No me digas eso, no nos debes nada —dice cuando se aparta, su voz quebrada por la emoción.—Claro que sí, han hecho mucho por mí. Y por eso voy a luchar con todas mis fuerzas —respondo, con una determinación renovada.Este es solo el principio, y aunque el camino será largo y duro, sé que puedo hacerlo. Cada día, cada ejercicio, me acerca un poco más a mi meta. Y con Danna a mi lado, no hay nada que no pueda superar.—Bueno, eso ya cambia las cosas. Tomaré tu agradecimiento por esa lucha —me guiña el ojo, pero de repente su sonrisa
ANDREACuando quedo sola en la habitación, decido hacer lo que Danna me recomendó. Siento que es la mejor manera de expresar mis sentimientos y quizás, de abrir una puerta hacia una esperanza. Tomo el celular de Danna que me presto, y comienzo a escribir un mensaje de texto.David, tal vez llevemos días sin hablarnos y venos, sé que al alejarme esto ha sido difícil para todos. Quiero que sepas que nunca fue mi intención lastimarlos. Necesitaba tiempo para sanar y sigo necesitando ese espacio, espero puedas entenderlo. Ambos necesitamos esto, necesitamos una recuperación tanto física como mental. Sin embargo, no hay un solo día en que no piense en ti y en los mellizos.Alexia y Axel deben estar muy preocupados, lo sé, y perdón por eso. Ellos son muy jóvenes para comprender, pero son muy inteligentes y saben escuchar si te sientas con ellos y les explicas el motivo de mi ausencia, al final sé que entenderán. Me duele no estar allí y despedirme de ellos, como debí haberlo hecho. A veces,
DAVID El mensaje llegó como un rayo en medio de la tormenta, un destello inesperado que cortó el aire denso. Lo leí una, dos, tres veces, sin poder creerlo. No es que hubiera perdido la esperanza de que Andrea me buscara, pero el mensaje me dejó perplejo, como si una parte de mí se resistiera a aceptar la realidad.—¿Se puede? —La voz de Samuel me saca de mi ensimismamiento. Llama a la puerta y le hago un gesto para que entre. —Todavía sigues con eso. Hace como dos horas que recibiste ese mensaje y no has soltado el móvil ni un segundo.Samuel estaba allí cuando el mensaje de Andrea llegó. Ahora ha vuelto y me encuentra aún aferrado al teléfono, como si soltarlo significara perder el contacto con ella.—¿Te atreviste a responderle? —continúa, con esa mezcla de curiosidad y preocupación que solo un amigo verdadero puede mostrar.—Sí, lo hice —respondo, trato de sonar más seguro de lo que me siento.Me llevo un buen rato responderle, estuve buscando las palabras correctas. Desde entonce
DOS SEMANAS DESPUÉSDAVIDEl tiempo ha pasado más rápido de lo que espere. La rutina diaria, aunque a veces agotadora, me ha dado una sensación de estabilidad. He dedicado más tiempo a mis hijos, a sus actividades y sus necesidades. Hemos tenido momentos de risa y alegría, pequeños destellos de felicidad que me recuerdan por qué sigo adelante.Una tarde, mientras mis hijos juegan en el jardín, Alexia me mira con esos ojos grandes y curiosos.—¿Crees que Andrea está feliz, papi? —pregunta de repente.Detengo un momento lo que estoy haciendo, pensando en cómo responderle. Quiero que entienda la complejidad de la situación, pero también quiero seguir manteniéndole esa esperanza.—Creo que Andrea está muy feliz, cariño. Ella es fuerte, sé que está haciendo todo lo posible para volver a ser la misma de antes.—Ella debe estar más feliz que nosotros, porque yo todavía no me siento super alegre, me hace mucha falta Andrea.—Ven aquí —le digo, dejo el periódico sobre la mesa y tomo a mi hija
OTRO MES MÁSANDREAHe ido mejorando con mis ejercicios, ya puedo dar mis pasos por mí sola. Claro, ahora uso un bastón, pero el médico dice que eso solo será por un tiempo. Me ha dicho que lo he hecho bien y que, quizás en un par de meses o menos tiempo, caminaré sin apoyo de nada.Estoy muy contenta por ese lado, pero mi corazón todavía se siente vacío. Es como si en mi pecho hubiera un hueco enorme que nada consigue llenar. Las únicas personas que pueden llenarlo se han ido.Entiendo que David quiso también tomarse su tiempo; sin embargo, no pensé que se iría fuera de la ciudad y por un buen tiempo. Danna se enteró por su tío y me contó lo que él le dijo. Aunque no me atreví a preguntarle dónde se encuentran ahora, mi ansiedad no se evapora, y ahora quiero saber con más ganas en qué lugar se encuentran.—Danna —la llamo, cuando entro a la cocina. Está ayudando a cocinar un postre. Ella deja la charola y se gira para verme—. ¿Tienes un momento?—Sí, dime, ¿te ha dolido la pierna otr
ANDREAMientras camino por el camino de piedra que lleva hasta la puerta principal, pienso qué diré si es David quien abre. Espero que sea la chica del servicio de limpieza la que me reciba.Me detengo y, cuando estoy por tocar, oigo risas al fondo, luego unas voces de niños. Las reconozco de inmediato, son Alexia y Axel, seguro en una de sus discusiones de hermanos. Me alejo de la puerta y camino por el pórtico, doblo en la esquina y sigo el sendero que lleva al patio al lado de la casa de campo.Conozco el lugar, por eso sé que allí está el patio donde suelen jugar los niños. Me detengo en seco y mis ojos se llenan de lágrimas cuando los veo. Alexia y Axel están pateando un balón de fútbol.Un sollozo se me escapa y velozmente me cubro la boca para que no me escuchen.—Andrea… —La voz de David llega a mis oídos. Debe de estar parado detrás de mí. Me encuentro con sus ojos cuando me giro, están llenos de sorpresa y alivio.—Hola… —digo, mi voz se quiebra por la emoción—. Solo quería v
SEIS MESES DESPUÉSANDREAHoy es el día de mi graduación. Estoy muy contenta, no solo porque hoy cierro una etapa y comienzo otra, sino por todas esas personas que están ahora a mi lado.Después de quedar sola, sin mis padres y mi tía, quien me cuidó por muchos años, y tras haber terminado en la calle, nunca pensé que la vida me diera este enorme regalo: tener la familia que siempre quise tener.A pesar de todas las cosas que hemos pasado David y yo, ahora estamos aquí, juntos y amándonos, cuidando de nuestros pequeños mellizos. Aunque todavía siento la pérdida de mi bebé no nacido, tengo la esperanza de que algún día vuelva a quedar embarazada y por fin darle ese hijo a David.Aunque él no me lo ha pedido, siento que él también deseaba ese bebé tanto como yo, sin haber sabido que venía. Esa noticia nos cambió, nos dio un fuerte golpe que nos sacudió, pero eso fortaleció nuestra relación.Cuando dicen mi nombre, salgo de mis pensamientos y lo siguiente que hago es ponerme de pie. Dejo
DAVID ―No pueden seguir comportándose de esa manera, no los eduqué para que sean unos malcriados ―sermoneo a mis gemelos. Los llamé hace unos minutos. Estaba muy molesto con ellos, decidí hablar de cosas de su colegio para calmarme un poco y no ser demasiado duro. ―Pero papá, ella tuvo la culpa, no nosotros ―se queja Axel, mi hijo mayor, por solo cinco minutos más, siempre lo dice así. ―Axel tiene razón, la niñera fue la culpable ―salta Alexia, defendiendo a su hermano. Físicamente, es idéntica a su madre, ambos tienen mucho de ella, pero Alexia tiene aún más parecido. Verla a veces me duele, aunque ya no tanto como al principio; los recuerdos se han ido desvaneciendo con el tiempo. Ellos dos son todo lo que tengo y lo único que me importa. ―De igual manera no debieron haber sido groseros con ella. ¿Ahora qué se supone que haré? ―Fijo mi mirada primero en mi hijo y después de unos segundos, la dirijo a mi princesa. ―Es la cuarta niñera en este mes que sale corriendo debido a sus t