CAPITULO 4

ANDREA

El hombre, de unos treinta años aproximadamente, destaca por su impecable apariencia. Es alto y su cabello castaño claro está peinado hacia atrás, mientras que sus cautivadores ojos azules observaban el mundo con cautela.

―Buenos días, señorita ―saluda en un tono serio.

―Amm… ―titubeo, ―buenos días, soy Andrea, me puede llamar…

―Siéntese, por favor ―indica con un gesto de su mano para que vuelva a la silla.

Ni siquiera me di cuenta en qué momento me había puesto de pie. Senti una mezcla de emoción y ansiedad, volví a sentarme frente a él.

―Me dijeron que está muy interesada en el trabajo, incluso me dieron buenas recomendaciones de usted.

―Oh, sí, sí ―continúo temblando, ―quiero decir que sí, estoy muy interesada en el trabajo de cuidadora.

El señor McKibbon me interrumpa, su mirada intensa se clava en mí.

― ¿Y tiene experiencia cuidando niños? ―Se acomoda en su silla, apoyando la espalda en el respaldo y mirándome desde esa distancia.

Mis piernas tiemblan, agradezco estar sentada y no flaquear en este momento. No podía mentirle; él se daría cuenta después o lo averiguaría en algún momento.

―Bueno, no exactamente, pero estoy dispuesta a aprender y hacer lo mejor que pueda ―forzo una sonrisa, ya que mis nervios no me permiten más.

―No necesito a alguien que se esfuerce, y mucho menos a una aprendiz. ―Sonó molesto, aunque su rostro sigue serio. ―Necesito a alguien con experiencia. Mis hijos son lo más importante para mí, y no puedo dejarlos en manos de alguien que quizás no sepa cuidarlos adecuadamente, porque tal vez ni ella sepa cuidarse a sí misma.

Sus palabras me hirieron profundamente y no sé porque, ni siquiera lo conozco, fue casi como una bofetada. ¿Qué estaba tratando de decir? El ambiente se ha vuelto incómodo, ya no lo veo atractivo, aunque continúa estándolo. Ahora me cae mal este hombre; ¿quién se cree para juzgarme? No sabe nada de mí.

―Lo comprendo, señor ―trato de no mostrar irritación; ―pero realmente estoy dispuesta a…

―No creo que sea adecuada para este trabajo, ―me vuelve a interrumpir sin prevención ―Sin ofender, pero parece muy joven y carece de experiencia. Busco a alguien maduro y centrado en la tarea que realizará. Gracias por venir, señorita. Hablaré con el padre de su amiga para evitar cualquier malentendido.

¿Me está despidiendo así de simple sin antes contratarme? Ni siquiera me entrevistó, ¿o fue esto una entrevista? No preguntó nada de mi vida o algo relacionado. Tal vez no exista mucha información sobre mí, pero al menos debió averiguar algo. Parece que solo le interesa eso, la experiencia y la edad.

Pensé que tenía asegurado el trabajo, pero evidentemente no es así. A pesar de haber sido recomendada por el padre de Danna, eso tampoco ayudo en absoluto. ¿Qué voy a hacer ahora?

Desilusionada, me levanto de la silla.

―Perdón por haberle quitado algo de su tiempo ―digo antes de salir de la habitación.

No volví a mirarlo a los ojos, así que, sin mirar atrás, abandono la oficina. Me doy cuenta de que la primera impresión que tuve de él estuvo lejos de la realidad. La belleza exterior no garantiza una personalidad agradable. Es un hombre que se siente intocable y superior a los demás. Su atractivo no le sirve de nada, siendo tan frío e indiferente con todo mundo.

*****

DAVID

No debí hablarle así a esa joven, pero estaba claro que no estaba preparada para lo que estoy buscando, y además, era muy joven, demasiado, diría yo. Sé que le pregunté a Sam acerca de su edad, y me dijo que era casi de la misma edad que su sobrina, pero no imaginé que se vería tan joven. ¿La rechacé por eso o por lo bonita que es?

No, claro que no. No vi eso en ella para nada. Solo estoy buscando una niñera, y no necesito ver su belleza para aceptarla como cuidadora de mis hijos. Por Dios, qué tonterías pienso. Fue mejor haberla rechazado. Como le dije, no es adecuada para el empleo. Eso significa que debo seguir buscando y debo apresurarme; los gemelos no pueden estar tanto tiempo sin una niñera.

Salgo de la oficina y mientras camino, llamo a Samuel. Tarda en responder, estoy por cortar cuando lo hace.

― ¿Qué pasa? ¿Cómo salió la entrevista? ―Estoy por responderle, pero agrega, ―espera, ¿tan rápido acabó? ¿Qué tal la chica?

―Si dejaras de hacer tantas preguntas, podría explicarte ―le digo. ―Y no, no fue tan bien como creías, era de esperarse.

― ¿De qué hablas? ¿Qué tenía de malo la chica?

―Pues no tiene experiencia y se ve muy joven.

― ¿Y eso qué?

― ¿Cómo que eso qué? Pues que no quiero dejar a mis hijos con alguien irresponsable.

― ¿Por qué dices eso? Ni siquiera la conoces o, ¿acaso investigaste sobre ella? ¿Averiguaste si es una universitaria fiestera, de esas chicas que no toman nada en serio?

―No y no ―suspiro hondo.

―Entonces no entiendo por qué no la contrataste.

―Ya te dije. ―Estoy perdiendo la paciencia.

Puede que él no me entienda, es soltero y no tiene hijos, lo único que tiene es la familia de su hermana, y muy pocas veces ha sabido el sentido de la responsabilidad cuando se trata de su sobrina.

― ¿Por qué es joven? ―se ríe. ―Eso es absurdo, David. Si ella quiere, te puede demandar por negarle un empleo solo por parecer joven. Tengo entendido que ella es mayor de edad y no necesita la autorización de sus padres.

―No solo por eso, te dije que la chica no tiene experiencia…

―Eso también es una tontería. ¿Cuántos jóvenes a esa edad tienen experiencia en un empleo? ―Se escucha un rechinido de una puerta y después el sonido de una silla, como si se hubiese sentado. ―Lo que quiero decir es que te viste muy grosero en el momento que la rechazaste. No necesito estar allí para saberlo; te conozco y sé cuando algo no cumple tus expectativas. ―Suspira y se toma unos segundos. Mientras tanto considero sus palabras. ―Pero si quieres, podemos buscar por otro lado. Está bien, solo esta vez debemos aclarar lo de la edad. Yo digo que lo hagamos para que no hagas perder el tiempo a la siguiente chica. Me imagino que esa joven dejó todo para ir hasta allí contigo, debió estar segura de que le darías el trabajo porque iba recomendada por una persona cercana. No te preocupes por mi cuñado, yo le explico.

Samuel sonó molesto casi toda la llamada, y yo no pude hacer más que decirle que después hablábamos. Entiendo que él dará la cara para que no se sienta mal su familia por la chica, ya que él fue el primero en proponerla como niñera.

No tengo tiempo para lamentarme por algo que no es de mi interés. Hasta ahora, no me arrepiento de haberle dicho que no.

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