CAPITULO 3

ANDREA

Estoy completamente en la calle, y no sé si algo peor puede sucederme en este momento. Incluso he perdido todas mis pertenencias, ya que en la oficina no pudieron ayudarme debido a la falta de personal adecuado. Tendré que regresar mañana temprano, pero por ahora, debo pensar a dónde iré, puesto que no tengo un lugar donde pasar la noche.

Incluso mi teléfono se ha quedado sin batería, y no he encontrado ningún lugar donde pueda cargarlo. Las instalaciones del campus universitario ya están cerradas. Me acerco a una banca y me siento, apretando mi bolso contra mi pecho, que es lo único que tengo en este momento.

Decido no salir de la explanada de la universidad, ya que la seguridad no es tan estricta como para darse cuenta de que un estudiante está tratando de dormir en uno de los jardines. Aunque puede parecer extraño, cualquiera que me vea pensará que soy un indigente solo por dormir al aire libre, aunque mi ropa está en perfectas condiciones y no tengo un aspecto sucio o demacrado.

Me acomodo en la fría banca de metal, usando mi bolso como almohada, y me acuesto de lado mientras cierro los ojos e intento conciliar el sueño. Después de unos minutos, comienzo a sentir frío, así que me hago un ovillo para reducir la sensación de la brisa fresca. Sé que esto solo será por esta noche; mañana será otro día y tendré la oportunidad de encontrar algo mejor. No pierdo la esperanza.

El sonido de algunos cláxones, voces y el canto de algunas aves me despiertan. No me doy cuenta hasta que abro los ojos y recuerdo dónde terminé anoche. Un dolor en mi espalda me hace soltar un quejido, así que tengo cuidado al tomar asiento y enderezarme en el respaldo del banco.

«Nunca había dormido tan incómodamente.»

He dormido en el suelo muchas veces, y creo que es más cómodo que esta rígida banca. Puede que no haya mucha diferencia, ya que ambos lugares son incómodos para descansar durante toda la noche.

Afortunadamente, parece que nadie se ha dado cuenta de mi vergonzosa situación, al menos eso pienso, porque en ningún momento escuché un ruido cercano. Elegí un lugar apartado del edificio, donde rara vez viene alguien, a menos que sean parejas enamoradas buscando un rincón secreto.

Después de recuperar mi postura a pesar del dolor de espalda, me levanto de la banca con mi bolso en la mano y me dirijo de vuelta al campus. Los encargados de los dormitorios ya deberían haber llegado, al menos para que pueda recuperar mi maleta. Luego de eso, tendré que visitar los lugares a los que me presenté ayer en busca de empleo. Si es necesario, insistiré hasta que me den uno.

― ¿Tú eres Andrea? ―me pregunta un chico que pasa a mi lado.

― ¿Te conozco? ―respondo; es claro que no, no recuerdo haberlo visto antes.

―Yo no, pero Danna Tompkins, creo que sí.

― ¿Danna? ¿Conoces a Danna?

―Sí ―asiente mientras sonríe. ―Soy Arturo, amigo de Danna ―me tiende la mano para que lo salude.

―Perdón, nunca me había hablado de ti ―digo mientras le estrecho la mano. ― ¿Por qué preguntas si yo soy Andrea?

―Ah, ―se rasca la cabeza mientras recuerda algo. ―Es que desde ayer te está buscando. Danna dio señas y descripciones de cómo eres físicamente a casi toda la universidad para que te encontraran. Sí que es intensa Danna ―se carcajea.

Más bien diría que es una gran amiga, pero al parecer este chico no lo entendería, aunque se lo explique.

― ¿Sabes dónde está ahora?

―Creo que la puedes encontrar en la cafetería, hace unos minutos la vi allí, a menos que se haya ido ya.

―Gracias ―digo mientras comienzo a caminar.

―Si quieres, te acompaño ―dice elevando la voz debido a la distancia.

―No hace falta, pero gracias de nuevo ―le contesto con el mismo tono.

Mi maleta puede esperar un rato más; ahora me apura más encontrarme con mi amiga. Tal vez tenga buenas noticias o tal vez solo esté preocupada por mí, y eso es lo que menos quiero que pase.

― ¡Andrea! ―grita mi nombre cuando cruzo la puerta del comedor, meneando los brazos en el aire para que la vea. Pero no hace falta, con sus gritos ya la había ubicado. ―Finalmente apareces, ¿qué ocurrió contigo? ―exclama cuando llego.

―Lo siento por no haberme comunicado contigo, me quedé sin batería y ya no pude avisarte de nada.

― ¿Pero qué? ¿Pasó algo malo?

Ambas nos sentamos en una de las mesas desocupadas.

―Me echaron ―reprimo una lágrima que amenaza con salir.

― ¿A qué te refieres? ―dice con incredulidad. ― ¿Hablas sobre la beca? Eso ya me lo habías dicho, pero yo creo que todavía hay tiempo para que te la renueven y así puedas asistir de nuevo a clases. Solo has perdido dos días…

―No es así de fácil ―la interrumpo. ―Me echaron por completo, ni siquiera en el dormitorio me permitieron quedarme. Les dije que arreglaría mi situación financiera pronto, pero no quisieron esperar y me echaron así nada más.

― ¿Qué? ―exclama. ― ¿Qué, no tuvieron suficiente con quitarte la beca? No tienen derecho a echarte de allí, la beca es aparte. Le diré a mi padre que hable con administración y resuelva eso.

―No, déjalo así ―niego. ―La verdad es que lo que necesito ahora es un empleo; lo demás se puede solucionar más adelante. Ahora no tengo cabeza para lo de la uni, prefiero centrarme en conseguir un trabajo y después, cuando esté económicamente estable, volver a estudiar.

Eso es lo que estaba pensando anoche cuando me estaba quedando dormida.

―Oh, se me había pasado. Qué bueno que me recuerdas lo del trabajo.

― ¿Qué? ¿Ya le preguntaste a alguien o te enteraste de algún sitio donde realmente me pueden dar trabajo?

―Es mucho mejor ―me muestra una de esas sonrisas que usa cuando se sale con la suya. ―Te conseguí una entrevista, y no es con cualquier persona. ―Mueve sus cejas repetidas veces.

― ¿De qué es el trabajo? ―pregunto con temor.

Que no sea lo que estoy suponiendo.

―Hey, no seas mal pensada. Jamás te conseguiría un trabajo de esos. Este sí es legítimo y encaja con tu personalidad dulce.

―No estoy entendiendo.

Resopla y gira los ojos.

―Te conseguí una entrevista con uno de los hombres más importantes de la ciudad.

―Sigo sin entender, ¿por qué querría una entrevista de trabajo con un hombre poderoso?

―Porque ese hombre está buscando una niñera para sus hijos, solo para eso. Aunque estaría bien lo otro también, es un hombre soltero y con mucho dinero. ―De nuevo, mueve sus cejas.

―Por Dios, no me interesa eso ni encontrar a alguien que me mantenga. Solo quiero el empleo.

― ¿Entonces lo tomarás?

Nunca he cuidado a nadie; sin embargo, no creo que se necesite tanta experiencia para cuidar de unos pequeños niños.

―Está bien ―digo después de pensarlo unos minutos y tomo asiento de nuevo. ― ¿Y qué es lo siguiente?

―Bien, ahora te diré que vas a hacer.

Supongo que, si ya es la entrevista, como quien dice, ya tengo casi el trabajo, entonces no me debo preocupar.

*****

Luego de que mi amiga me explicará todo lo que tenía que hacer, le conté lo de mi maleta y tuve que decirle también dónde pasé la noche.

Me acompañó a la oficina de administración y juntas pedimos mis cosas, no nos fuimos sin que ella les dijera unas cuantas cosas y le mencionó a su padre. No sé si eso funcione, al menos la mujer encargada de los dormitorios dijo que hablaría con el rector de mi problema.

Pero mientras tanto, no tengo en dónde dormir, así que Danna me ofreció otra vez su casa para quedarme, está vez no me puedo sacar mi orgullo, porque en verdad anhelo mucho una cama o al menos algo cálido.

—¿Ya comieron algo? —nos pregunta su madre cuando llegamos.

Sus padres siempre han sido muy amables conmigo, no creo que sea lastima, supongo yo, solo son buenos con las personas que se lo merecen. La señora Tompkins varias veces me ha dicho que yo soy una chica que mece todo el cariño del mundo. Llevo años conociendo a esta familia y viniendo a su casa, y siempre es el mismo trato, agradable y honesto.

—Si, —responde Danna, me toma del brazo y tira de mi para subir las escaleras. —Estudiaremos un poco y después hablaremos de unas cosas, no bajaremos a cenar, madre, mejor dile a Peni que nos lleve algo fresco y ligero para comer a esa hora.

Mientras me lleva le dice todo eso a su madre, la mujer solo se queda en su lugar viéndonos y meneando la cabeza mientras sonríe.

—¿Por qué le has dicho que estudiaremos? —cuestiono cuando entramos en su dormitorio y estamos solas. —No te haré la tarea, Danna.

—Ay, solo una —se queja y va por su bolso donde carga sus libros. —Es más, no es como hacerme la tarea, es solo resolver unos problemitas, sabes que yo no me llevo muy bien con las matemáticas.

—No entiendo cómo puedes estudiar economía sino sabes nada de ello.

—Pues es lo que me obligaron estudiar —encoge los hombros.

Sus padres pueden ser muy buenas personas, pero como padres no son tan grandiosos como otros piensan, obligarla a estudiar algo que no le nace y que mucho menos le gusta, eso sí es horrible.

—Está bien te ayudaré, pero solo haré eso.

Danna aplaude como niña pequeña y después me ofrece la silla de su escritorio para que tome asiento. Nos lleva como media hora arreglar el problema y otra media hora más explicándole, por supuesto que iba a explicarle, debe ir aprendiendo algo si quiere que su padre este, orgullosa de ella como siempre lo menciona.

Luego de terminar con la clase que le di, me explica unas cosas del empleo y lo que posiblemente puede pasar mañana en la entrevista.

Al día siguiente, me despierto cuando suena la alarma de Danna, un dolor agudo me recorre la espalda cuando me muevo. Mi amiga insistió en compartir su cama conmigo, no es la primera vez, así que estoy acostumbrada a sus giros inesperados.

Danna no se levanta, así que yo apago el despertador por ella. Me siento y suspiro antes de procesar mentalmente lo que haré hoy.

Lo primero es ducharme, luego me pondré la ropa que me prestó Danna, y de ahí saldré rumbo a la dirección que me entregó ayer.

Término todo en menos de media hora y salgo, Danna sigue durmiendo, me pregunto cómo es que puede dormir tanto, la ventaja que tiene es que su primera clase comienza a las 10 de la mañana, entonces no entiendo para que tiene una alarma programada a las 7.

Cuando bajo, la madre de mi amiga me ofrece desayunar, le digo que no tengo tiempo, ya que la entrevista es a las 8:30 y si quiero llegar antes de esa hora, debo irme ahora mismo.

Le agradezco a la madre de Danna y salgo casi apresurada de su casa. Pido un taxi a la vuelta de la esquina y me subo. Lo bueno que pude conseguir uno muy pronto.

El trayecto es largo, pero el taxi llega justo a la hora que pensé. Me bajo rápido después de pagar y camino hacia la entrada del edificio. Danna me comentó que era una empresa tipo constructora, algo así, pero no le pedí detalles ya que no será aquí donde trabajaré.

Sigo sin entender porque me citaron en este lugar, sino es aquí donde voy a trabajar.

Llego a lo que es un módulo o recepción, y pregunto por el señor McKibbon, el nombre por el cual mi amiga me dijo que preguntará.

La mujer me indica un pasillo para que vaya a la sala donde me harán la entrevista. Hago lo que me dice y me dirijo hacía allí.

No veo a nadie en el sitio, así que tomo asiento en una de las sillas que está en fila junto a la entrada de la oficina.

Me encuentro nerviosa, y se supone que debo estar feliz porque finalmente tendré un empleo, pero no logro calmarme, y no es porque no quiera trabajar, sino porque es la primera vez que me presento a una entrevista, así que no sé qué preguntas me van a hacer, o que cosas querrán saber de mí.

Muevo mis manos nerviosas sobre mi regazo, veo varias veces el reloj, ni siquiera ha pasado cinco minutos y ya lo estoy viendo otra vez.

En eso la puerta de la oficina se abre, y de allí sale una mujer de mediana edad aproximadamente, tal vez de la edad de mi tía, supongo.

—Señorita Andrea —pregunta ella y yo me levanto de mi asiento como un resorte.

—Si, soy yo —casi le grite, la mujer parpadea y me mira como si fuera la cosa más rara que haya visto. —Perdon, yo soy Andrea.

—Me imagino que sí —noto un tono irónico en su voz.

Me doy cuenta que le echa una mirada a la habitación, estaba por responderle de un modo grosero, pero ahora sé porque me dijo aquello. Soy la única esperando, es claro que soy la persona que vino a la entrevista.

Creí que iban a asistir otras personas a la entrevista, al parecer no es así.

—Lo siento —me disculpo por segunda ocasión.

—El señor McKibbon llegará en unos minutos, me dijo que la hiciera pasar a la oficina y que lo esperara allí.

¿Qué? ¿Será él el que me entrevisté? Pensé que sería, no sé, esta mujer o otra persona, pero no él.

No sé cómo le haré, necesitaré, debo controlar mis nervios.

Sigo a la señora hasta la oficina y después me indica que tome asiento frente al escritorio, me deja allí pero antes de salir se gira y me mira.

—Te daré un par de consejos, no vaya a levantar la voz enfrente del señor McKibbon, digamos que a él no le agrada mucho los gritos, y la otra cosa es, muéstrate segura cuando te pregunte algo. La falta de seguridad en una persona no le da nada de confianza al señor. Recuerda siempre eso. —informa y después sale de la oficina, dejándome sola.

Oh no, ¿es que será un ogro? Bueno, a nadie le gusta los gritos y menos si van dirigidos a esa persona.

Finalmente, el ruido de la puerta me comprueba que ya no estoy sola. Me quedo sentada sin ver hacia esa dirección. Solo el sonido de unos pasos es lo único que percibo, levanto la vista cuando siento esa presencia delante de mí.

En ese instante el mundo se detiene para mí. Un hombre alto con un traje a medida realzando su figura   impotente, está viéndome. Mis ojos se conectan con los suyos y lo único que puedo ver es lo tan atractivo que es.

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