DAVIDMis ojos se quedan impactados por el monumento bello que tengo enfrente, las palmas de mis manos pican ansiosas por moverse y tocar ese cuerpo desnudo, esos senos que me invitan a probarlos. Sus pezones están duros, puedo notarlo desde aquí, mi pene se agita dentro de mis pantalones, me molesta eso que está causando en mi cuerpo. No por lo que me está haciendo sentir, porque no puedo tenerla y tocarla como quisiera hacerlo ahora mismo.Cuando subo la mirada, me encuentro con la suya. Ella parpadea varias veces y reacciona, rápido se mueve estirándose para recuperar su toalla que seguía atorada en los barandales de las escaleras. Fue un error haberme quedado viéndola, de repente el entorno se siente incómodo; no soy yo, es ella que se nota muy preocupada por cubrirse de vuelta.Me acerco y le ayudo a librar la toalla, pero en el intento de hacerlo, al tirar del trapo, accidentalmente mi mano roza uno de sus pechos. Andrea deja de moverse, y yo trato de controlar el deseo de volve
ANDREA—¿Y qué hiciste?—Nada, ¿qué se suponía que tenía que hacer? Solo me paralicé.Le explico a mi amiga como ocurrió lo del accidente con la toalla y como termine desnuda delante de mi jefe; sin mencionarle la parte donde su mano rozo uno de mis pezones y como me sentí por ese toque suyo.No estaba bien eso, no debo sentir nada por mi jefe que no sea respeto, o tal vez ni siquiera eso. Algo en mí había cambiado, ya no me siento como al principio cuando llegue a esa casa, ahora, ¿tengo miedo?, incluso ganas de escapar de allí.Ya no es un sitio agradable, ahora es incómodo, solo de pensar encontrarme con él en cada rincón de esa casa, me hace temblar de la cabeza a los pies.¿Por qué tengo miedo? ¿Acaso temo de sentir lo que me está haciendo sentir?—¡Qué locura! —exclama mi amiga con los ojos casi saliendo de órbita. —Entonces te vio toda, así como Diosito te mando al mundo, sin nada de nada —dice todavía incrédula, recorre mi figura con su mano en el aire.—Sí, ya te lo repetí co
ANDREA—Vaya, me has dejado muy impresionada —le confieso a mi amiga con alegría.—Es que te faltaba conocer esa faceta mía —sonríe con orgullo. —Estoy tratando de hacer lo mejor, finalmente me he dado cuenta de que sí estoy hecha para manejar una empresa.—Pero no solo eso, será tu empresa —le recuerdo.—Así es —de vuelta sonríe. —Mi padre me ha asegurado eso.Danna al principio no quería dedicarse al negocio de su familia, replicaba sobre seguir los pasos de su padre y de su abuelo y todo porque se sentía forzada. No puedo decir que la entiendo, yo no tuve ni tengo el privilegio que tiene ella ahora. Aunque no estoy a favor de que los padres obliguen a sus hijos a cumplir algo que ellos no quieren y nada más porque ha sido por generación.Aprecio a los padres de mi amiga, pero eso que hacía su padre, de ordenarle qué carrera elegir, eso no me parecía correcto. Sin embargo, ella se encuentra segura ahora.—Acepto que te tengo envidia, y de la buena, eh.Es cierto, siempre admiré la f
DAVIDMe dirijo hacia la cocina, mis pasos se detienen en seco antes de entrar cuando veo a Andrea parada frente a la mesada. Mis ojos se abren más ante esa imagen suya. Se ve radiante con esa falda que lleva puesta, sus piernas largas se notan mucho y de repente una oleada de algo se instala dentro de mí.—¿Saldrás? ¿A dónde?—pregunto al pasar a la cocina. No la veo, de hecho hago como si no la notará.Paso por su lado y me dispongo a abrir uno de los cajones, saco un sacacorchos.—No pensé que estuviera en casa ya —manifiesta ella, a mi espalda.Me tomo mi tiempo para girarme, mientras busco espero que diga algo más, sin embargo, no lo hace. Así que me muevo a la alacena donde tengo almacenadas las botellas de vino.—¿No crees que ya es tarde para salir? —indago, luchando por disimular mi coraje.¿Qué estoy haciendo? Sono cómo un padre o pueda que hasta peor que uno, como un novio.También me tardo un poco para elegir una de las botellas, ya sé por cuál venía, pero solo quiero hacer
ANDREALa música retumba desde antes que entramos al sitio, las luces parpadean en nuestras caras cuando cruzamos la puerta. Camino junto a lado de Danna, no me suelta en ningún segundo y se lo agradezco mentalmente, ya que si no me tomará del brazo, ya estuviera perdida entre esa multitud de personas que entran y salen del lugar.Mi amiga grita tratando de oírse por arriba de la música alta. Está claro que estuvo esperando esta noche con ansias, se le nota a kilómetros. Pero mi pésimo humor no ayuda, no quiero que se dé cuenta de que estoy desanimada, no la quiero afectar.Desde antes que llegáramos aquí, mi mente ha estado en otra parte, en el momento exacto cuando David me habló en la cocina y me dijo aquellas palabras.Imagine que, tras salir de la casa, él me detendría, me miraría fijamente a los ojos y me diría que no saliera, que lo que dijo antes solo lo hizo por alejarme y eso no quita que sienta algo por mí. Hasta tuve la esperanza que fueran celos, pues creí que existía un
ANDREAAbro los ojos con lentitud, siento un dolor en mi cabeza y cierro de nuevo los ojos. Los aprieto y me quedo sentada en la cama mientras me recupero.No debí haber bebido anoche, no fue mucho, pero con esos dos pequeños vasos que ingerí, tuve suficiente para acabar de este modo. Nunca me había pasado, esta es la primera vez que me atrevo a más y ahora me arrepiento de haber pasado los límites.No lo volveré hacer. Me sobo las sienes con ambas manos.Me dispongo a levantar cuando abro de nuevo mis ojos, compruebo la hora en mi reloj de mesa y me preocupo cuando veo la hora que es. Ya pasan de las nueve de la mañana, Alexia y Axel tienen su clase a esa hora. Porque me quedé tirada en la cama, debí haber puesto la alarma. Jamás lo hago, ya que es raro que me desvele. Anoche mi cabeza estaba en otra parte, no pude pensar en nada más que en mi jefe con esa mujer que estaba en su sala, charlando cómodamente y riendo sabe que cosas.¿Quién es esa mujer? Mi cabeza no ha dejado de hacers
ANDREATomo su mano cuando se acerca y juntas nos alejamos del salón, no sin antes decirle a su profesora de música que no demoraremos en volver.—¿Qué ocurre, cariño? —pregunto cuando estamos en la cocina. Le ayudo a sentarse en el taburete y la acerco a la mesada. Hilda deja unas galletas en un recipiente para nosotras antes de irse para dejarnos solas. —Tú siempre te pones contenta los sábados, esperas con ansias tus clases de piano. Y ahora, ¿qué está pasando?Me coloco del otro lado de la encimera y la observo desde aquí. Su cabeza baja y sus manos cruzadas en su regazo, es señal de tristeza, he aprendido a conocerla. Algo la tiene afligida.Al comprobar que no dirá nada, que se siente sin ánimos de hablar, pienso en algo para romper esa barrera que ha creado entre nosotras dos. Estiro el brazo y tomo una de las galletas del recipiente, y le doy un generoso mordisco.—Mmm —suelto un sonido exagerado para llamar su atención. Me doy cuenta de que lo logro cuando me ve de reojo, seg
ANDREA—Andrea —alguien pronuncia mi nombre, pero sigo sumergida en mis pensamientos. —¡Andrea, mi helado se me cayó!Parpadeo cuando oigo el llanto de Alexia. Me muevo hacia ella y la veo, tiene sus ojitos húmedos y está con la mirada fija en el suelo donde su helado hace derritiéndose.—No te preocupes, te compraré otro —le digo, tomo su mano para regresar al mostrador. —Axel, no te muevas de tu asiento, llevaré a comprar otro helado a tu hermana, no nos tardaremos.Él ni siquiera levanta su mirada, tiene toda su atención en su helado de chocolate.—¿Crees que papá se molestará? —Me pregunta Alexia cuando nos formamos en la fila de personas.—¿Por qué lo preguntas? —bajo la cabeza para verla.—Es que nos estás comprando helado, y Axel se está comiendo uno de chocolate, papá no le gusta que comamos mucha azúcar.Cierto, lo olvidé por un instante. No sé donde traigo la cabeza.—Será un secreto entre los tres, si ninguno dice nada, tu padre no se molestará porque no se enterará.¿Qué e