ANDREA—No se preocupe, yo le pasaré el mensaje al señor en el instante que logre comunicarme con él —informa Hilda cuando entro a la cocina.Cuelga la llamada. La observo con el ceño fruncido; noto que algo le preocupa.—¿Qué pasa, Hilda? —pregunto. Ella da un pequeño respingo cuando capta mi interrupción. Estaba distraída con algo en su mente. —¿Estás bien?Me angustia; no veo que esté bien. Se ve pálida e inquieta. Toma un pañuelo que estaba antes sobre la encimera y comienza a restregarlo en sus manos, como si las trajera sucias, pero no tiene nada en ellas.Definitivamente, algo malo le ocurre.—¿Hilda? —insisto. Me acerco a ella y coloco una mano en su hombro. —¿No me dirás qué te ocurre? No te ves bien; me preocupas.—Perdón —se disculpa y se aparta de mi lado, se pone a lavar unos platos que están en el fregadero.—La llamada de antes, ¿es la causante de que estés así? —me atrevo a preguntar.Tal vez sea algún problema familiar o algo referente a su vida, pero claramente oí qu
ANDREA Cuando llego a la oficina de la directora, le informo a la secretaria que estoy aquí en representación del señor McKibbon. Luego de que le da el aviso a la directora, me señala con la mano para que pase a la puerta contigua. Llamo antes de entrar, y, cuando me lo indican, entro en la habitación. Al entrar, me encuentro con dos pares de ojos inquisidores. Siento que he ingresado a un campo de batalla. Escaneo a las personas de la sala: una mujer de unos 30 o 40 años me está mirando con furia, mientras que un hombre alto se gira para verme en ese mismo momento. El rostro de este último se suaviza al notar mi presencia. Los observo a ambos por unos segundos con el ceño fruncido y después aparto la vista para fijarla en la mujer de mediana edad que está sentada detrás del escritorio; supongo que es la directora del colegio. —Buen día… —No sé a qué le quiere llamar “buen día” —me interrumpe la mujer que está acompañada por ese hombre—. Llega aquí y se presenta así, sin un ápice
ANDREANo sabía cómo sentirme con respecto a lo que Axel me contó. Al parecer, ese niño fue quien empezó todo, aunque Axel no entró en muchos detalles. Me dijo que le soltó el golpe porque ese compañero lo había estado molestando desde hace tiempo. No me reveló el motivo ni qué fue lo que el niño le dijo para reaccionar de esa manera. No quería forzarlo, así que lo dejé pasar, solo por esta vez, que me explique cuando se sienta seguro. Supongo que más adelante me contará el resto; solo debo ser paciente y no presionarlo.Después de la conversación con Axel, voy directo al cuarto de baño que comparto con Hilda cuando está en casa. No me molesto en ir a buscar ropa a mi habitación, entro así y cierro la puerta con mi pie mientras comienzo a desnudarme.Tengo mucho calor, estamos en mero verano, en una temporada muy calurosa. Desde que llegamos a casa he estado deseando darme una ducha con agua tibia, porque aunque haga mucho calor, nunca suelo ducharme con agua fría. Termino de desvesti
DAVIDMis ojos se quedan impactados por el monumento bello que tengo enfrente, las palmas de mis manos pican ansiosas por moverse y tocar ese cuerpo desnudo, esos senos que me invitan a probarlos. Sus pezones están duros, puedo notarlo desde aquí, mi pene se agita dentro de mis pantalones, me molesta eso que está causando en mi cuerpo. No por lo que me está haciendo sentir, porque no puedo tenerla y tocarla como quisiera hacerlo ahora mismo.Cuando subo la mirada, me encuentro con la suya. Ella parpadea varias veces y reacciona, rápido se mueve estirándose para recuperar su toalla que seguía atorada en los barandales de las escaleras. Fue un error haberme quedado viéndola, de repente el entorno se siente incómodo; no soy yo, es ella que se nota muy preocupada por cubrirse de vuelta.Me acerco y le ayudo a librar la toalla, pero en el intento de hacerlo, al tirar del trapo, accidentalmente mi mano roza uno de sus pechos. Andrea deja de moverse, y yo trato de controlar el deseo de volve
ANDREA—¿Y qué hiciste?—Nada, ¿qué se suponía que tenía que hacer? Solo me paralicé.Le explico a mi amiga como ocurrió lo del accidente con la toalla y como termine desnuda delante de mi jefe; sin mencionarle la parte donde su mano rozo uno de mis pezones y como me sentí por ese toque suyo.No estaba bien eso, no debo sentir nada por mi jefe que no sea respeto, o tal vez ni siquiera eso. Algo en mí había cambiado, ya no me siento como al principio cuando llegue a esa casa, ahora, ¿tengo miedo?, incluso ganas de escapar de allí.Ya no es un sitio agradable, ahora es incómodo, solo de pensar encontrarme con él en cada rincón de esa casa, me hace temblar de la cabeza a los pies.¿Por qué tengo miedo? ¿Acaso temo de sentir lo que me está haciendo sentir?—¡Qué locura! —exclama mi amiga con los ojos casi saliendo de órbita. —Entonces te vio toda, así como Diosito te mando al mundo, sin nada de nada —dice todavía incrédula, recorre mi figura con su mano en el aire.—Sí, ya te lo repetí co
ANDREA—Vaya, me has dejado muy impresionada —le confieso a mi amiga con alegría.—Es que te faltaba conocer esa faceta mía —sonríe con orgullo. —Estoy tratando de hacer lo mejor, finalmente me he dado cuenta de que sí estoy hecha para manejar una empresa.—Pero no solo eso, será tu empresa —le recuerdo.—Así es —de vuelta sonríe. —Mi padre me ha asegurado eso.Danna al principio no quería dedicarse al negocio de su familia, replicaba sobre seguir los pasos de su padre y de su abuelo y todo porque se sentía forzada. No puedo decir que la entiendo, yo no tuve ni tengo el privilegio que tiene ella ahora. Aunque no estoy a favor de que los padres obliguen a sus hijos a cumplir algo que ellos no quieren y nada más porque ha sido por generación.Aprecio a los padres de mi amiga, pero eso que hacía su padre, de ordenarle qué carrera elegir, eso no me parecía correcto. Sin embargo, ella se encuentra segura ahora.—Acepto que te tengo envidia, y de la buena, eh.Es cierto, siempre admiré la f
DAVIDMe dirijo hacia la cocina, mis pasos se detienen en seco antes de entrar cuando veo a Andrea parada frente a la mesada. Mis ojos se abren más ante esa imagen suya. Se ve radiante con esa falda que lleva puesta, sus piernas largas se notan mucho y de repente una oleada de algo se instala dentro de mí.—¿Saldrás? ¿A dónde?—pregunto al pasar a la cocina. No la veo, de hecho hago como si no la notará.Paso por su lado y me dispongo a abrir uno de los cajones, saco un sacacorchos.—No pensé que estuviera en casa ya —manifiesta ella, a mi espalda.Me tomo mi tiempo para girarme, mientras busco espero que diga algo más, sin embargo, no lo hace. Así que me muevo a la alacena donde tengo almacenadas las botellas de vino.—¿No crees que ya es tarde para salir? —indago, luchando por disimular mi coraje.¿Qué estoy haciendo? Sono cómo un padre o pueda que hasta peor que uno, como un novio.También me tardo un poco para elegir una de las botellas, ya sé por cuál venía, pero solo quiero hacer
ANDREALa música retumba desde antes que entramos al sitio, las luces parpadean en nuestras caras cuando cruzamos la puerta. Camino junto a lado de Danna, no me suelta en ningún segundo y se lo agradezco mentalmente, ya que si no me tomará del brazo, ya estuviera perdida entre esa multitud de personas que entran y salen del lugar.Mi amiga grita tratando de oírse por arriba de la música alta. Está claro que estuvo esperando esta noche con ansias, se le nota a kilómetros. Pero mi pésimo humor no ayuda, no quiero que se dé cuenta de que estoy desanimada, no la quiero afectar.Desde antes que llegáramos aquí, mi mente ha estado en otra parte, en el momento exacto cuando David me habló en la cocina y me dijo aquellas palabras.Imagine que, tras salir de la casa, él me detendría, me miraría fijamente a los ojos y me diría que no saliera, que lo que dijo antes solo lo hizo por alejarme y eso no quita que sienta algo por mí. Hasta tuve la esperanza que fueran celos, pues creí que existía un