ANDREAEl dolor punzante golpea mi cráneo apenas intento abrir los ojos. La intensidad de la luz me obliga a cerrarlos de nuevo, inmediatamente. Mi respiración se acelera. ¿Dónde estoy? Mi mente es un caos sin recuerdos.Desafiando el dolor, abro los ojos lentamente, dejando que se ajusten al abrumador brillo. Parpadeo repetidamente, forzando a mis ojos a enfocarse, a encontrar claridad en medio de la neblina.Mi entorno es un mar de blanco—paredes, cortinas, sábanas blancas, luces—todo confirma mi temor: estoy en un hospital. Mi vista baja hacia mí misma, recostada y vulnerable en esta cama de hospital, mi cabeza palpitando ferozmente bajo un grueso vendaje.—¿Dónde estoy? —mi voz es un susurro tembloroso. —¿Es esto un hospital? ¿Por qué estoy aquí?Una voz suave flota hacia mí desde la derecha, pero sus palabras se pierden en el zumbido que invade mis oídos. —Ha tenido un accidente, pero ahora está a salvo—. Intento concentrarme en la fuente de esa voz, pero cada movimiento es una l
ANDREA—Casi una semana. Hubo algunas complicaciones, pero los médicos han estado en observación por estos días—. David aprieta mi mano, como si intentara transferirme su fuerza a través de ese simple gesto.Mi mente lucha por procesar la información. Una semana perdida, una cirugía en el bazo, un accidente que casi me cuesta la vida. Y sin embargo, aquí estoy, luchando por entender, para no dejarme caer.La enfermera continúa con voz suave, intentando aliviar la tensión, pero sus palabras son como cuchillas en mi mente ya turbulenta.—La rehabilitación será un proceso, Andrea, pero hay progreso en muchos casos como el tuyo.—¿Progreso? ¿Cuánto tiempo? —La urgencia en mi voz es palpable, casi hiriente. Me siento atrapada en una pesadilla de la que no puedo despertar.David finalmente levanta su mirada, encontrando la mía con un dolor que espeja el mío.—Cariño, sé que es mucho que asimilar. Siento tanto no haber dicho nada antes. Lo único que he hecho es protegerte, darte tiempo para
DAVIDLa noticia fue fuerte para Andrea, era lógico, ella tampoco sabía que esperábamos un hijo. Lo peor de todo es que yo no tuve el valor ni el coraje para decirle que nuestro bebé había muerto y que le habían practicado un procedimiento para extraerlo de su útero.Después de que recibió la noticia, la enfermera vino a informarme que tuvieron que sedarla, pues se alteró considerablemente y eso podría haberle causado daño, especialmente porque recientemente había sido operada.Ahora estoy en la sala de espera, esperando a que me digan que Andrea ha abierto sus ojos de nuevo. Sin embargo, la enfermera me indicó que es muy probable que pase horas durmiendo. No quiero alejarme de aquí ni un segundo. He estado llamando constantemente a mis hijos; Hilda se ha quedado al cuidado de ellos y tuvo que llevarlos a su casa. Solo me he ausentado para ducharme y cambiarme de ropa, lo cual no me ha tomado mucho tiempo.La amiga de Andrea también ha estado aquí sin apartarse, aunque hoy tuvo que ir
DAVIDLa espera para saber más detalles se vuelve insoportable. Mis ojos, cansados y ardientes de desvelo, apenas distinguen las figuras que se mueven alrededor. Cada vez que la puerta de la sala se abre, mi corazón salta esperando ver a alguien con noticias, pero solo son otros familiares angustiados o enfermeras que pasan de largo.No puedo estar quieto. Me levanto y camino de un lado a otro, mirando el reloj cada dos minutos, sintiendo cómo cada segundo se estira como una eternidad. La impaciencia me consume. Cada momento sin noticias es un tormento.En eso aparece la enfermera que atiende a Andrea. Me adelanto a ella, pero la mujer ya me ha visto.—Ella ya ha despertado —informa la enfermera.—¿Entonces ya puedo pasar?—Lo siento —dice, con una mano levantada para indicarme que me detenga. —Ella pidió que solo recibirá la visita de su amiga, y creo que usted no lo es.—No entiendo —sacudo la cabeza.Claro que lo entiendo, solo no quiero aceptar que Andrea no me quiera ver. La últi
DAVID—¿Dónde estaba? —pregunto, mi voz temblorosa por la tensión acumulada.—Lo encontraron escondido en una casa en las afueras de la ciudad. Parece que intentaba huir, pero llegaron justo a tiempo. Ahora lo tienen, eso es lo importante, lo tendrán bajo interrogatorio.—¿Interrogatorio? —exclamo con irritación. —Ese maldito ya debería estar encencerrado, no merece derecho a réplica.—Así es el procedimiento, David, sabes algo de eso.—Entonces necesito verlo, Samuel. Tengo que estar allí.—Lo mejor ahora es que estés con Andrea, ella y en tus hijos te necesitan ahora. Lo más importante es que estén seguros y que Andrea se recupere. El detective está haciendo su trabajo.Respiro hondo, tratando de centrar mis pensamientos. Samuel tiene razón. Debo enfocarme en Andrea y en mi familia. Pero la rabia y la necesidad de enfrentar al culpable son abrumadoras.Sin embargo, ella no quiere saber nada de mí ahora, y no le voy a contar a Samuel, así que eso me lo guardo, igual su sobrina le con
DAVIDSe sienta de un salto en la cama. Su estómago no parece estar tan mal.—Cariño, ¿ya no te duele el estómago? ¿Te sientes mejor?Parpadea y hace ese gesto típico cuando recuerda algo importante que había olvidado.—Ah, sí —dice y se echa de nuevo mientras se toca la barriguita con ambas manos—. Me sigue doliendo mucho. ¿Pero, Andrea también se sigue sintiendo mal?, o ¿ella ya está mejor?Esto me parece un chantaje.—Alexia, no me cambies la conversación y dime la verdad. ¿Realmente te enfermaste o es solo una excusa para no ir mañana al colegio?—No, papi, realmente he tenido mucho dolor desde la tarde; pregúntale a Hilda, ella llamó al doctor, vino y dijo que algo que desayuné me hizo daño.—Bueno, está bien, te creo —respondo y beso su frente. La cubro con el resto de las sábanas—. Entonces duerme ya.—Papi —dice, cuando ya estoy de pie. Giro y la miro—. Dile a Andrea que vuelva cuando se sienta mejor, la extrañamos mucho, yo la extraño mucho, quiero que vuelva a arroparme toda
DAVIDSalgo de la habitación de Alexia y cierro la puerta suavemente. Al bajar las escaleras, mi mente vuelve a lo que ha pasado estos días, a lo de Martina, la custodia de mis hijos, mi separación con Andrea, sobre su accidente, sobre nuestro bebé. Esa brecha que se ha abierto entre nosotros y que parece expandirse con cada día que pasa.Me dirijo de nuevo a la cocina donde Hilda y Axel aún están. Axel me mira, sus ojos buscando respuestas que sé que también tendré que darle pronto.—Hilda, ¿puedo hablar contigo un momento? —pregunto, señalando hacia el salón para tener un poco de privacidad.—¿Cómo está ella? —pregunta Hilda, cuando ya estamos solos.—No sé qué decir; no puedo decirte que bien, no después de todo lo que ha pasado.Le he puesto al tanto de cada noticia a Hilda, y ella también está preocupada por Andrea. Así que sabe el problema de su columna y lo del bebé.—Pobre mi Andrea, debe estar pasándolo muy mal. Espero que me dejen verla mañana cuando vaya.—Es muy posible qu
DAVIDLa sorpresa me deja paralizado. Nora no desvía su mirada, me sostiene la vista como si no sintiera remordimiento alguno. Mi corazón late desbocado, la furia sube por mi garganta, pero me esfuerzo por mantener la calma.—¿Cómo pudiste? —mi voz es apenas un susurro, cargado de dolor y traición.—Sabía que ibas a venir a defender a tu niñera, o más bien dicho, a tu amante —dice, sin una pizca de pena.Por un momento pensé que armaría un teatro y negaría todo. Esta Nora que veo ahora, no es la misma que conocí. Es otra. Refleja desdén en su mirada y rostro, como sabiendo lo que le espera, pero sin importarle ya nada.—Se lo merecía, y si tuviera la oportunidad de nuevo, lo haría sin ningún problema —confiesa como si nada.—¿¡Qué me estás diciendo!? —exclamo, incapaz de contener la ira. Me acerco un paso, y no veo nada en su mirada, ni siquiera miedo. Respiro hondo, intentando recuperar el control para no llamar la atención de los oficiales y terminen sacándome sin saber todavía la i