DAVIDSe sienta de un salto en la cama. Su estómago no parece estar tan mal.—Cariño, ¿ya no te duele el estómago? ¿Te sientes mejor?Parpadea y hace ese gesto típico cuando recuerda algo importante que había olvidado.—Ah, sí —dice y se echa de nuevo mientras se toca la barriguita con ambas manos—. Me sigue doliendo mucho. ¿Pero, Andrea también se sigue sintiendo mal?, o ¿ella ya está mejor?Esto me parece un chantaje.—Alexia, no me cambies la conversación y dime la verdad. ¿Realmente te enfermaste o es solo una excusa para no ir mañana al colegio?—No, papi, realmente he tenido mucho dolor desde la tarde; pregúntale a Hilda, ella llamó al doctor, vino y dijo que algo que desayuné me hizo daño.—Bueno, está bien, te creo —respondo y beso su frente. La cubro con el resto de las sábanas—. Entonces duerme ya.—Papi —dice, cuando ya estoy de pie. Giro y la miro—. Dile a Andrea que vuelva cuando se sienta mejor, la extrañamos mucho, yo la extraño mucho, quiero que vuelva a arroparme toda
DAVIDSalgo de la habitación de Alexia y cierro la puerta suavemente. Al bajar las escaleras, mi mente vuelve a lo que ha pasado estos días, a lo de Martina, la custodia de mis hijos, mi separación con Andrea, sobre su accidente, sobre nuestro bebé. Esa brecha que se ha abierto entre nosotros y que parece expandirse con cada día que pasa.Me dirijo de nuevo a la cocina donde Hilda y Axel aún están. Axel me mira, sus ojos buscando respuestas que sé que también tendré que darle pronto.—Hilda, ¿puedo hablar contigo un momento? —pregunto, señalando hacia el salón para tener un poco de privacidad.—¿Cómo está ella? —pregunta Hilda, cuando ya estamos solos.—No sé qué decir; no puedo decirte que bien, no después de todo lo que ha pasado.Le he puesto al tanto de cada noticia a Hilda, y ella también está preocupada por Andrea. Así que sabe el problema de su columna y lo del bebé.—Pobre mi Andrea, debe estar pasándolo muy mal. Espero que me dejen verla mañana cuando vaya.—Es muy posible qu
DAVIDLa sorpresa me deja paralizado. Nora no desvía su mirada, me sostiene la vista como si no sintiera remordimiento alguno. Mi corazón late desbocado, la furia sube por mi garganta, pero me esfuerzo por mantener la calma.—¿Cómo pudiste? —mi voz es apenas un susurro, cargado de dolor y traición.—Sabía que ibas a venir a defender a tu niñera, o más bien dicho, a tu amante —dice, sin una pizca de pena.Por un momento pensé que armaría un teatro y negaría todo. Esta Nora que veo ahora, no es la misma que conocí. Es otra. Refleja desdén en su mirada y rostro, como sabiendo lo que le espera, pero sin importarle ya nada.—Se lo merecía, y si tuviera la oportunidad de nuevo, lo haría sin ningún problema —confiesa como si nada.—¿¡Qué me estás diciendo!? —exclamo, incapaz de contener la ira. Me acerco un paso, y no veo nada en su mirada, ni siquiera miedo. Respiro hondo, intentando recuperar el control para no llamar la atención de los oficiales y terminen sacándome sin saber todavía la i
DAVIDMe giro para ver de nuevo a Nora; ella se está mirando las manos, con una expresión relajada en el rostro.—Fue ella, ¿verdad? —digo, acercándome de nuevo.—No sé de qué hablas —Nora no levanta la mirada, tal vez para evitar que vea a través de ella.—Es Martina la que está detrás de todo esto, ahora lo sé muy bien.—No, te equivocas —niega. —Yo lo hice por Sol, por ella y nadie más.—¡Soile ya no está! —grito y golpeo mi puño sobre la mesa metálica.Si no fuera por el abogado que volvió a cerrar la puerta, tal vez ya estarían como diez oficiales de policía encima de mí sacándome de esta habitación.—¡Lo sé! —se pone de pie y deja su rostro a pocos centímetros del mío. —Por esa razón es que lo hice, hice justicia por ella.—¿Justicia? —ahora soy yo el que ríe, pero es una risa amarga. Me enderezo. —¿De qué justicia estás hablando? No digas estupideces, Nora.—Justicia por su muerte.—Pero si ella fue quien se quitó la vida, nadie la mató…—Por supuesto que sí —trata de acercarse
ANDREA—¿Así estás bien? —pregunta Danna, sus ojos llenos de preocupación y ternura. Asiento con una sonrisa débil. —No dudes en decirme si te sientes incómoda y quieres que te acomoden de otro modo —insiste, con una suavidad en su voz que me reconforta y me abruma a la vez.Danna ha sido tan amable y paciente conmigo, que me da miedo abusar de esa amabilidad. Me siento frustrada e impotente; el no poder moverme y valerme por mí misma me molesta profundamente. No estoy enojada con los demás, estoy enojada conmigo misma.Quiero hacer algo más, algo que me ayude a volver a caminar lo más pronto posible, aunque los médicos ya me dieron la mejor recomendación: hacer terapia para recuperar la movilidad en mis piernas.Por un lado, es bueno saber que mi columna no está dañada, que todo es cuestión de tiempo y esfuerzo, pero eso no quita que me sienta como ahora: débil y atrapada en mi propio cuerpo.—Gracias —pronuncio cuando el enfermero me acomoda las almohadas. Su presencia es un recorda
ANDREACuando la sesión termina, Danna y el enfermero me ayudan a acomodarme de nuevo en la cama.—Lo has hecho muy bien estos días —me dice Danna cuando nos quedamos solas. Su sonrisa es un bálsamo para mi cansancio y puedo ver el orgullo en sus ojos.—No podría hacerlo sin ti, Danna —respondo, mi voz llena de gratitud. —Les debo mucho a ti y a tus padres.Ella se inclina y me abraza con fuerza. Siento sus lágrimas en mi hombro y sé que son de felicidad.—No me digas eso, no nos debes nada —dice cuando se aparta, su voz quebrada por la emoción.—Claro que sí, han hecho mucho por mí. Y por eso voy a luchar con todas mis fuerzas —respondo, con una determinación renovada.Este es solo el principio, y aunque el camino será largo y duro, sé que puedo hacerlo. Cada día, cada ejercicio, me acerca un poco más a mi meta. Y con Danna a mi lado, no hay nada que no pueda superar.—Bueno, eso ya cambia las cosas. Tomaré tu agradecimiento por esa lucha —me guiña el ojo, pero de repente su sonrisa
ANDREACuando quedo sola en la habitación, decido hacer lo que Danna me recomendó. Siento que es la mejor manera de expresar mis sentimientos y quizás, de abrir una puerta hacia una esperanza. Tomo el celular de Danna que me presto, y comienzo a escribir un mensaje de texto.David, tal vez llevemos días sin hablarnos y venos, sé que al alejarme esto ha sido difícil para todos. Quiero que sepas que nunca fue mi intención lastimarlos. Necesitaba tiempo para sanar y sigo necesitando ese espacio, espero puedas entenderlo. Ambos necesitamos esto, necesitamos una recuperación tanto física como mental. Sin embargo, no hay un solo día en que no piense en ti y en los mellizos.Alexia y Axel deben estar muy preocupados, lo sé, y perdón por eso. Ellos son muy jóvenes para comprender, pero son muy inteligentes y saben escuchar si te sientas con ellos y les explicas el motivo de mi ausencia, al final sé que entenderán. Me duele no estar allí y despedirme de ellos, como debí haberlo hecho. A veces,
DAVID El mensaje llegó como un rayo en medio de la tormenta, un destello inesperado que cortó el aire denso. Lo leí una, dos, tres veces, sin poder creerlo. No es que hubiera perdido la esperanza de que Andrea me buscara, pero el mensaje me dejó perplejo, como si una parte de mí se resistiera a aceptar la realidad.—¿Se puede? —La voz de Samuel me saca de mi ensimismamiento. Llama a la puerta y le hago un gesto para que entre. —Todavía sigues con eso. Hace como dos horas que recibiste ese mensaje y no has soltado el móvil ni un segundo.Samuel estaba allí cuando el mensaje de Andrea llegó. Ahora ha vuelto y me encuentra aún aferrado al teléfono, como si soltarlo significara perder el contacto con ella.—¿Te atreviste a responderle? —continúa, con esa mezcla de curiosidad y preocupación que solo un amigo verdadero puede mostrar.—Sí, lo hice —respondo, trato de sonar más seguro de lo que me siento.Me llevo un buen rato responderle, estuve buscando las palabras correctas. Desde entonce