DAVIDMe giro para ver de nuevo a Nora; ella se está mirando las manos, con una expresión relajada en el rostro.—Fue ella, ¿verdad? —digo, acercándome de nuevo.—No sé de qué hablas —Nora no levanta la mirada, tal vez para evitar que vea a través de ella.—Es Martina la que está detrás de todo esto, ahora lo sé muy bien.—No, te equivocas —niega. —Yo lo hice por Sol, por ella y nadie más.—¡Soile ya no está! —grito y golpeo mi puño sobre la mesa metálica.Si no fuera por el abogado que volvió a cerrar la puerta, tal vez ya estarían como diez oficiales de policía encima de mí sacándome de esta habitación.—¡Lo sé! —se pone de pie y deja su rostro a pocos centímetros del mío. —Por esa razón es que lo hice, hice justicia por ella.—¿Justicia? —ahora soy yo el que ríe, pero es una risa amarga. Me enderezo. —¿De qué justicia estás hablando? No digas estupideces, Nora.—Justicia por su muerte.—Pero si ella fue quien se quitó la vida, nadie la mató…—Por supuesto que sí —trata de acercarse
ANDREA—¿Así estás bien? —pregunta Danna, sus ojos llenos de preocupación y ternura. Asiento con una sonrisa débil. —No dudes en decirme si te sientes incómoda y quieres que te acomoden de otro modo —insiste, con una suavidad en su voz que me reconforta y me abruma a la vez.Danna ha sido tan amable y paciente conmigo, que me da miedo abusar de esa amabilidad. Me siento frustrada e impotente; el no poder moverme y valerme por mí misma me molesta profundamente. No estoy enojada con los demás, estoy enojada conmigo misma.Quiero hacer algo más, algo que me ayude a volver a caminar lo más pronto posible, aunque los médicos ya me dieron la mejor recomendación: hacer terapia para recuperar la movilidad en mis piernas.Por un lado, es bueno saber que mi columna no está dañada, que todo es cuestión de tiempo y esfuerzo, pero eso no quita que me sienta como ahora: débil y atrapada en mi propio cuerpo.—Gracias —pronuncio cuando el enfermero me acomoda las almohadas. Su presencia es un recorda
ANDREACuando la sesión termina, Danna y el enfermero me ayudan a acomodarme de nuevo en la cama.—Lo has hecho muy bien estos días —me dice Danna cuando nos quedamos solas. Su sonrisa es un bálsamo para mi cansancio y puedo ver el orgullo en sus ojos.—No podría hacerlo sin ti, Danna —respondo, mi voz llena de gratitud. —Les debo mucho a ti y a tus padres.Ella se inclina y me abraza con fuerza. Siento sus lágrimas en mi hombro y sé que son de felicidad.—No me digas eso, no nos debes nada —dice cuando se aparta, su voz quebrada por la emoción.—Claro que sí, han hecho mucho por mí. Y por eso voy a luchar con todas mis fuerzas —respondo, con una determinación renovada.Este es solo el principio, y aunque el camino será largo y duro, sé que puedo hacerlo. Cada día, cada ejercicio, me acerca un poco más a mi meta. Y con Danna a mi lado, no hay nada que no pueda superar.—Bueno, eso ya cambia las cosas. Tomaré tu agradecimiento por esa lucha —me guiña el ojo, pero de repente su sonrisa
ANDREACuando quedo sola en la habitación, decido hacer lo que Danna me recomendó. Siento que es la mejor manera de expresar mis sentimientos y quizás, de abrir una puerta hacia una esperanza. Tomo el celular de Danna que me presto, y comienzo a escribir un mensaje de texto.David, tal vez llevemos días sin hablarnos y venos, sé que al alejarme esto ha sido difícil para todos. Quiero que sepas que nunca fue mi intención lastimarlos. Necesitaba tiempo para sanar y sigo necesitando ese espacio, espero puedas entenderlo. Ambos necesitamos esto, necesitamos una recuperación tanto física como mental. Sin embargo, no hay un solo día en que no piense en ti y en los mellizos.Alexia y Axel deben estar muy preocupados, lo sé, y perdón por eso. Ellos son muy jóvenes para comprender, pero son muy inteligentes y saben escuchar si te sientas con ellos y les explicas el motivo de mi ausencia, al final sé que entenderán. Me duele no estar allí y despedirme de ellos, como debí haberlo hecho. A veces,
DAVID El mensaje llegó como un rayo en medio de la tormenta, un destello inesperado que cortó el aire denso. Lo leí una, dos, tres veces, sin poder creerlo. No es que hubiera perdido la esperanza de que Andrea me buscara, pero el mensaje me dejó perplejo, como si una parte de mí se resistiera a aceptar la realidad.—¿Se puede? —La voz de Samuel me saca de mi ensimismamiento. Llama a la puerta y le hago un gesto para que entre. —Todavía sigues con eso. Hace como dos horas que recibiste ese mensaje y no has soltado el móvil ni un segundo.Samuel estaba allí cuando el mensaje de Andrea llegó. Ahora ha vuelto y me encuentra aún aferrado al teléfono, como si soltarlo significara perder el contacto con ella.—¿Te atreviste a responderle? —continúa, con esa mezcla de curiosidad y preocupación que solo un amigo verdadero puede mostrar.—Sí, lo hice —respondo, trato de sonar más seguro de lo que me siento.Me llevo un buen rato responderle, estuve buscando las palabras correctas. Desde entonce
DOS SEMANAS DESPUÉSDAVIDEl tiempo ha pasado más rápido de lo que espere. La rutina diaria, aunque a veces agotadora, me ha dado una sensación de estabilidad. He dedicado más tiempo a mis hijos, a sus actividades y sus necesidades. Hemos tenido momentos de risa y alegría, pequeños destellos de felicidad que me recuerdan por qué sigo adelante.Una tarde, mientras mis hijos juegan en el jardín, Alexia me mira con esos ojos grandes y curiosos.—¿Crees que Andrea está feliz, papi? —pregunta de repente.Detengo un momento lo que estoy haciendo, pensando en cómo responderle. Quiero que entienda la complejidad de la situación, pero también quiero seguir manteniéndole esa esperanza.—Creo que Andrea está muy feliz, cariño. Ella es fuerte, sé que está haciendo todo lo posible para volver a ser la misma de antes.—Ella debe estar más feliz que nosotros, porque yo todavía no me siento super alegre, me hace mucha falta Andrea.—Ven aquí —le digo, dejo el periódico sobre la mesa y tomo a mi hija
OTRO MES MÁSANDREAHe ido mejorando con mis ejercicios, ya puedo dar mis pasos por mí sola. Claro, ahora uso un bastón, pero el médico dice que eso solo será por un tiempo. Me ha dicho que lo he hecho bien y que, quizás en un par de meses o menos tiempo, caminaré sin apoyo de nada.Estoy muy contenta por ese lado, pero mi corazón todavía se siente vacío. Es como si en mi pecho hubiera un hueco enorme que nada consigue llenar. Las únicas personas que pueden llenarlo se han ido.Entiendo que David quiso también tomarse su tiempo; sin embargo, no pensé que se iría fuera de la ciudad y por un buen tiempo. Danna se enteró por su tío y me contó lo que él le dijo. Aunque no me atreví a preguntarle dónde se encuentran ahora, mi ansiedad no se evapora, y ahora quiero saber con más ganas en qué lugar se encuentran.—Danna —la llamo, cuando entro a la cocina. Está ayudando a cocinar un postre. Ella deja la charola y se gira para verme—. ¿Tienes un momento?—Sí, dime, ¿te ha dolido la pierna otr
ANDREAMientras camino por el camino de piedra que lleva hasta la puerta principal, pienso qué diré si es David quien abre. Espero que sea la chica del servicio de limpieza la que me reciba.Me detengo y, cuando estoy por tocar, oigo risas al fondo, luego unas voces de niños. Las reconozco de inmediato, son Alexia y Axel, seguro en una de sus discusiones de hermanos. Me alejo de la puerta y camino por el pórtico, doblo en la esquina y sigo el sendero que lleva al patio al lado de la casa de campo.Conozco el lugar, por eso sé que allí está el patio donde suelen jugar los niños. Me detengo en seco y mis ojos se llenan de lágrimas cuando los veo. Alexia y Axel están pateando un balón de fútbol.Un sollozo se me escapa y velozmente me cubro la boca para que no me escuchen.—Andrea… —La voz de David llega a mis oídos. Debe de estar parado detrás de mí. Me encuentro con sus ojos cuando me giro, están llenos de sorpresa y alivio.—Hola… —digo, mi voz se quiebra por la emoción—. Solo quería v