DAVIDLa noticia fue fuerte para Andrea, era lógico, ella tampoco sabía que esperábamos un hijo. Lo peor de todo es que yo no tuve el valor ni el coraje para decirle que nuestro bebé había muerto y que le habían practicado un procedimiento para extraerlo de su útero.Después de que recibió la noticia, la enfermera vino a informarme que tuvieron que sedarla, pues se alteró considerablemente y eso podría haberle causado daño, especialmente porque recientemente había sido operada.Ahora estoy en la sala de espera, esperando a que me digan que Andrea ha abierto sus ojos de nuevo. Sin embargo, la enfermera me indicó que es muy probable que pase horas durmiendo. No quiero alejarme de aquí ni un segundo. He estado llamando constantemente a mis hijos; Hilda se ha quedado al cuidado de ellos y tuvo que llevarlos a su casa. Solo me he ausentado para ducharme y cambiarme de ropa, lo cual no me ha tomado mucho tiempo.La amiga de Andrea también ha estado aquí sin apartarse, aunque hoy tuvo que ir
DAVIDLa espera para saber más detalles se vuelve insoportable. Mis ojos, cansados y ardientes de desvelo, apenas distinguen las figuras que se mueven alrededor. Cada vez que la puerta de la sala se abre, mi corazón salta esperando ver a alguien con noticias, pero solo son otros familiares angustiados o enfermeras que pasan de largo.No puedo estar quieto. Me levanto y camino de un lado a otro, mirando el reloj cada dos minutos, sintiendo cómo cada segundo se estira como una eternidad. La impaciencia me consume. Cada momento sin noticias es un tormento.En eso aparece la enfermera que atiende a Andrea. Me adelanto a ella, pero la mujer ya me ha visto.—Ella ya ha despertado —informa la enfermera.—¿Entonces ya puedo pasar?—Lo siento —dice, con una mano levantada para indicarme que me detenga. —Ella pidió que solo recibirá la visita de su amiga, y creo que usted no lo es.—No entiendo —sacudo la cabeza.Claro que lo entiendo, solo no quiero aceptar que Andrea no me quiera ver. La últi
DAVID—¿Dónde estaba? —pregunto, mi voz temblorosa por la tensión acumulada.—Lo encontraron escondido en una casa en las afueras de la ciudad. Parece que intentaba huir, pero llegaron justo a tiempo. Ahora lo tienen, eso es lo importante, lo tendrán bajo interrogatorio.—¿Interrogatorio? —exclamo con irritación. —Ese maldito ya debería estar encencerrado, no merece derecho a réplica.—Así es el procedimiento, David, sabes algo de eso.—Entonces necesito verlo, Samuel. Tengo que estar allí.—Lo mejor ahora es que estés con Andrea, ella y en tus hijos te necesitan ahora. Lo más importante es que estén seguros y que Andrea se recupere. El detective está haciendo su trabajo.Respiro hondo, tratando de centrar mis pensamientos. Samuel tiene razón. Debo enfocarme en Andrea y en mi familia. Pero la rabia y la necesidad de enfrentar al culpable son abrumadoras.Sin embargo, ella no quiere saber nada de mí ahora, y no le voy a contar a Samuel, así que eso me lo guardo, igual su sobrina le con
DAVIDSe sienta de un salto en la cama. Su estómago no parece estar tan mal.—Cariño, ¿ya no te duele el estómago? ¿Te sientes mejor?Parpadea y hace ese gesto típico cuando recuerda algo importante que había olvidado.—Ah, sí —dice y se echa de nuevo mientras se toca la barriguita con ambas manos—. Me sigue doliendo mucho. ¿Pero, Andrea también se sigue sintiendo mal?, o ¿ella ya está mejor?Esto me parece un chantaje.—Alexia, no me cambies la conversación y dime la verdad. ¿Realmente te enfermaste o es solo una excusa para no ir mañana al colegio?—No, papi, realmente he tenido mucho dolor desde la tarde; pregúntale a Hilda, ella llamó al doctor, vino y dijo que algo que desayuné me hizo daño.—Bueno, está bien, te creo —respondo y beso su frente. La cubro con el resto de las sábanas—. Entonces duerme ya.—Papi —dice, cuando ya estoy de pie. Giro y la miro—. Dile a Andrea que vuelva cuando se sienta mejor, la extrañamos mucho, yo la extraño mucho, quiero que vuelva a arroparme toda
DAVIDSalgo de la habitación de Alexia y cierro la puerta suavemente. Al bajar las escaleras, mi mente vuelve a lo que ha pasado estos días, a lo de Martina, la custodia de mis hijos, mi separación con Andrea, sobre su accidente, sobre nuestro bebé. Esa brecha que se ha abierto entre nosotros y que parece expandirse con cada día que pasa.Me dirijo de nuevo a la cocina donde Hilda y Axel aún están. Axel me mira, sus ojos buscando respuestas que sé que también tendré que darle pronto.—Hilda, ¿puedo hablar contigo un momento? —pregunto, señalando hacia el salón para tener un poco de privacidad.—¿Cómo está ella? —pregunta Hilda, cuando ya estamos solos.—No sé qué decir; no puedo decirte que bien, no después de todo lo que ha pasado.Le he puesto al tanto de cada noticia a Hilda, y ella también está preocupada por Andrea. Así que sabe el problema de su columna y lo del bebé.—Pobre mi Andrea, debe estar pasándolo muy mal. Espero que me dejen verla mañana cuando vaya.—Es muy posible qu
DAVIDLa sorpresa me deja paralizado. Nora no desvía su mirada, me sostiene la vista como si no sintiera remordimiento alguno. Mi corazón late desbocado, la furia sube por mi garganta, pero me esfuerzo por mantener la calma.—¿Cómo pudiste? —mi voz es apenas un susurro, cargado de dolor y traición.—Sabía que ibas a venir a defender a tu niñera, o más bien dicho, a tu amante —dice, sin una pizca de pena.Por un momento pensé que armaría un teatro y negaría todo. Esta Nora que veo ahora, no es la misma que conocí. Es otra. Refleja desdén en su mirada y rostro, como sabiendo lo que le espera, pero sin importarle ya nada.—Se lo merecía, y si tuviera la oportunidad de nuevo, lo haría sin ningún problema —confiesa como si nada.—¿¡Qué me estás diciendo!? —exclamo, incapaz de contener la ira. Me acerco un paso, y no veo nada en su mirada, ni siquiera miedo. Respiro hondo, intentando recuperar el control para no llamar la atención de los oficiales y terminen sacándome sin saber todavía la i
DAVIDMe giro para ver de nuevo a Nora; ella se está mirando las manos, con una expresión relajada en el rostro.—Fue ella, ¿verdad? —digo, acercándome de nuevo.—No sé de qué hablas —Nora no levanta la mirada, tal vez para evitar que vea a través de ella.—Es Martina la que está detrás de todo esto, ahora lo sé muy bien.—No, te equivocas —niega. —Yo lo hice por Sol, por ella y nadie más.—¡Soile ya no está! —grito y golpeo mi puño sobre la mesa metálica.Si no fuera por el abogado que volvió a cerrar la puerta, tal vez ya estarían como diez oficiales de policía encima de mí sacándome de esta habitación.—¡Lo sé! —se pone de pie y deja su rostro a pocos centímetros del mío. —Por esa razón es que lo hice, hice justicia por ella.—¿Justicia? —ahora soy yo el que ríe, pero es una risa amarga. Me enderezo. —¿De qué justicia estás hablando? No digas estupideces, Nora.—Justicia por su muerte.—Pero si ella fue quien se quitó la vida, nadie la mató…—Por supuesto que sí —trata de acercarse
ANDREA—¿Así estás bien? —pregunta Danna, sus ojos llenos de preocupación y ternura. Asiento con una sonrisa débil. —No dudes en decirme si te sientes incómoda y quieres que te acomoden de otro modo —insiste, con una suavidad en su voz que me reconforta y me abruma a la vez.Danna ha sido tan amable y paciente conmigo, que me da miedo abusar de esa amabilidad. Me siento frustrada e impotente; el no poder moverme y valerme por mí misma me molesta profundamente. No estoy enojada con los demás, estoy enojada conmigo misma.Quiero hacer algo más, algo que me ayude a volver a caminar lo más pronto posible, aunque los médicos ya me dieron la mejor recomendación: hacer terapia para recuperar la movilidad en mis piernas.Por un lado, es bueno saber que mi columna no está dañada, que todo es cuestión de tiempo y esfuerzo, pero eso no quita que me sienta como ahora: débil y atrapada en mi propio cuerpo.—Gracias —pronuncio cuando el enfermero me acomoda las almohadas. Su presencia es un recorda