DAVID—Quiero ir con ella —digo cuando la suben a la ambulancia.—¿Es su familiar? —me pregunta una paramédico.—Soy su novio.—Lo siento, no tiene la manera de comprobar que tengan una relación. Lo que le puedo recomendar, es que vaya al hospital y allá pida información del estado de la paciente.Se aleja para subirse al vehículo, ya que sus compañeros la apresuran. —¡¿A cuál hospital se dirigen?! —grito para que me oigan, puesto que todos habían abordado la ambulancia.—¡El de la central principal! —me informa la mujer mientras saca la cabeza por la ventana para que la oiga por arriba del sonido de las sirenas.No pierdo más el tiempo viendo como se llevan a mi chica en esa ambulancia. Me giro para volver a mi auto, pero recuerdo el tráfico que hay. Y pienso en tomar un taxi; sin embargo, no hay ninguno libre por aquí cerca.—¿Ella es su novia? —El oficial de policía que me había sujetado del brazo, me hace esa pregunta.Asiento.—Lo es, ahora no sé cómo llegar al hospital.—¿No tr
DAVIDComo lo supuse, ahora lo estoy pasando peor. Ver a mi querida niñera postrada en esa cama me duele y a la vez me enfurece. No debí haberla dejado sola en mi oficina para ir a contarle a Samuel sobre el audio que Andrea me había entregado.La empujé hacia esto. Por más que intenté mantenerla alejada, Andrea cayó en las manos de esa mujer. Pero todo es mi culpa, yo debí haber buscado otra manera de mantenerla a salvo.Andrea es muy testaruda, es claro que no se iba a quedar esperando, y demostró que mis hijos le importan mucho.Tomo su mano y la aprieto ligeramente; se siente algo fría. Su hermoso rostro está sereno, sus ojos cerrados mientras respira a través de una mascarilla. Ella no debería estar aquí.Su rostro está lleno de moretones, algunas heridas que están cubiertas con vendas, incluso sus manos están lastimadas. En su frente tiene un golpe fuerte, puedo deducirlo porque tiene un vendaje enredado en la cabeza.—Te prometo que esa mujer pagará por todo lo que nos ha hecho
DAVIDLlamo a casa nuevamente. Luego de salirme de la sala de espera porque no permiten el uso de móviles allí. Pregunto a Hilda por los niños. Todo está en orden: ya han comido y ambos están haciendo sus deberes. Pensé en pedirle a Hilda que les preguntara a mis hijos si algo había ocurrido el día de hoy en el colegio, pero mejor decido no involucrar a mis mellizos en este asunto. Aunque son niños y no sospecharían nada, no quiero arrastrarlos hacia más problemas, con lo de la custodia tienen suficiente. Me ha quedado claro que el incidente que le paso a Andrea, no tuvo nada que ver con mis hijos; todo fue planificado para que ella saliera dañada.Media hora después, recibo la llamada de Samuel. Desafortunadamente, las cámaras del semáforo se encuentran fuera de servicio y no grabaron nada. No pienso dejar pasar este detalle, presentaré una queja cuando vaya a la comisaría.Le pido a Samuel que busque las cámaras de seguridad en los alrededores, quizás en alguna tienda o restaurante
ANDREAEl dolor punzante golpea mi cráneo apenas intento abrir los ojos. La intensidad de la luz me obliga a cerrarlos de nuevo, inmediatamente. Mi respiración se acelera. ¿Dónde estoy? Mi mente es un caos sin recuerdos.Desafiando el dolor, abro los ojos lentamente, dejando que se ajusten al abrumador brillo. Parpadeo repetidamente, forzando a mis ojos a enfocarse, a encontrar claridad en medio de la neblina.Mi entorno es un mar de blanco—paredes, cortinas, sábanas blancas, luces—todo confirma mi temor: estoy en un hospital. Mi vista baja hacia mí misma, recostada y vulnerable en esta cama de hospital, mi cabeza palpitando ferozmente bajo un grueso vendaje.—¿Dónde estoy? —mi voz es un susurro tembloroso. —¿Es esto un hospital? ¿Por qué estoy aquí?Una voz suave flota hacia mí desde la derecha, pero sus palabras se pierden en el zumbido que invade mis oídos. —Ha tenido un accidente, pero ahora está a salvo—. Intento concentrarme en la fuente de esa voz, pero cada movimiento es una l
ANDREA—Casi una semana. Hubo algunas complicaciones, pero los médicos han estado en observación por estos días—. David aprieta mi mano, como si intentara transferirme su fuerza a través de ese simple gesto.Mi mente lucha por procesar la información. Una semana perdida, una cirugía en el bazo, un accidente que casi me cuesta la vida. Y sin embargo, aquí estoy, luchando por entender, para no dejarme caer.La enfermera continúa con voz suave, intentando aliviar la tensión, pero sus palabras son como cuchillas en mi mente ya turbulenta.—La rehabilitación será un proceso, Andrea, pero hay progreso en muchos casos como el tuyo.—¿Progreso? ¿Cuánto tiempo? —La urgencia en mi voz es palpable, casi hiriente. Me siento atrapada en una pesadilla de la que no puedo despertar.David finalmente levanta su mirada, encontrando la mía con un dolor que espeja el mío.—Cariño, sé que es mucho que asimilar. Siento tanto no haber dicho nada antes. Lo único que he hecho es protegerte, darte tiempo para
DAVIDLa noticia fue fuerte para Andrea, era lógico, ella tampoco sabía que esperábamos un hijo. Lo peor de todo es que yo no tuve el valor ni el coraje para decirle que nuestro bebé había muerto y que le habían practicado un procedimiento para extraerlo de su útero.Después de que recibió la noticia, la enfermera vino a informarme que tuvieron que sedarla, pues se alteró considerablemente y eso podría haberle causado daño, especialmente porque recientemente había sido operada.Ahora estoy en la sala de espera, esperando a que me digan que Andrea ha abierto sus ojos de nuevo. Sin embargo, la enfermera me indicó que es muy probable que pase horas durmiendo. No quiero alejarme de aquí ni un segundo. He estado llamando constantemente a mis hijos; Hilda se ha quedado al cuidado de ellos y tuvo que llevarlos a su casa. Solo me he ausentado para ducharme y cambiarme de ropa, lo cual no me ha tomado mucho tiempo.La amiga de Andrea también ha estado aquí sin apartarse, aunque hoy tuvo que ir
DAVIDLa espera para saber más detalles se vuelve insoportable. Mis ojos, cansados y ardientes de desvelo, apenas distinguen las figuras que se mueven alrededor. Cada vez que la puerta de la sala se abre, mi corazón salta esperando ver a alguien con noticias, pero solo son otros familiares angustiados o enfermeras que pasan de largo.No puedo estar quieto. Me levanto y camino de un lado a otro, mirando el reloj cada dos minutos, sintiendo cómo cada segundo se estira como una eternidad. La impaciencia me consume. Cada momento sin noticias es un tormento.En eso aparece la enfermera que atiende a Andrea. Me adelanto a ella, pero la mujer ya me ha visto.—Ella ya ha despertado —informa la enfermera.—¿Entonces ya puedo pasar?—Lo siento —dice, con una mano levantada para indicarme que me detenga. —Ella pidió que solo recibirá la visita de su amiga, y creo que usted no lo es.—No entiendo —sacudo la cabeza.Claro que lo entiendo, solo no quiero aceptar que Andrea no me quiera ver. La últi
DAVID—¿Dónde estaba? —pregunto, mi voz temblorosa por la tensión acumulada.—Lo encontraron escondido en una casa en las afueras de la ciudad. Parece que intentaba huir, pero llegaron justo a tiempo. Ahora lo tienen, eso es lo importante, lo tendrán bajo interrogatorio.—¿Interrogatorio? —exclamo con irritación. —Ese maldito ya debería estar encencerrado, no merece derecho a réplica.—Así es el procedimiento, David, sabes algo de eso.—Entonces necesito verlo, Samuel. Tengo que estar allí.—Lo mejor ahora es que estés con Andrea, ella y en tus hijos te necesitan ahora. Lo más importante es que estén seguros y que Andrea se recupere. El detective está haciendo su trabajo.Respiro hondo, tratando de centrar mis pensamientos. Samuel tiene razón. Debo enfocarme en Andrea y en mi familia. Pero la rabia y la necesidad de enfrentar al culpable son abrumadoras.Sin embargo, ella no quiere saber nada de mí ahora, y no le voy a contar a Samuel, así que eso me lo guardo, igual su sobrina le con