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4. Te llamas Fleur ¿cierto?

—Yo, en verdad, lo siento— se disculpó Míriam al enterarse de lo sucedido el día que la dejó en el bar.

Por supuesto Fleur esta vez no estaba dispuesta a perdonarla, esta vez su amiga tendría que hacer algo más que decir lo siento y traerle el desayuno

—¿No me vas a perdonar?— le pregunto al no obtener respuesta de su amiga. A quien siguió haciéndole pucheros— mira he venido hasta tu casa con el desayuno

Fleur tomó la bolsa del desayuno y le sonrió

—No, no te voy a perdonar Míriam y si me disculpas, Tengo que apurarme, tal vez si me traes por un mes el desayuno puede que te perdone— fue todo lo que le dijo a su amiga antes de cerrarle la puerta. Se sentía tan bien cerrarla la puerta, alguien que pensó en que debería de hacerlo más seguido.

Gracias a Míriam y a su desayuno de disculpa no había tenido que matarse haciendo su propio desayuno, es más, por primera vez tenía tiempo para caminar hasta la parada del autobús e ir al trabajo.

Fleur hasta se atrevió a sonreír en todo el trayecto que hizo el autobús y bajo de la misma manera. Estaba segura de que nada podría salir mal, que nadie podría borrarle la sonrisa del rostro, ni siquiera Míriam, que parecía enfadada por la forma en la que la había despachado de su casa esa mañana.

—¿Han escuchado que el hijo del jefe está de visita?

—No, ¿otra vez él?

Fleur no lograba entender por qué la incomodidad de sus compañeras de trabajo más veteranas en el restaurante ante la llegada del hijo del jefe, más tardo ella en preguntarse eso que en darse cuenta a que se referían ellas.

—Te llamas Fleur ¿cierto?

—Si así me llamo joven— le respondió Fleur al hijo de su jefe, quien no dejaba de seguirla a todos lados, preguntando cosas, como su nombre o que le gustaba hacer en su tiempo libre.

Fleur estaba perdiendo cada vez más la paciencia. Sobre todo al verlo frente a ella con su pose de casanova, al estilo de Dani Zuko de la película Grease hasta traía su propio cepillo con el cual se peinaba su estúpido intento de copete.

Fleur, tranquila. Recuerda que necesitas el trabajo,

Se decía así misma cada vez con más frecuencia.

Pero era imposible con ese tipo cada vez sobre de ella.

Estaba odiando hasta su nombre porque lo único que salía de los labios de ese sujeto era eso acompañado de algún piropo.

—Fleur que sepas que todas te ayudaremos en lo que sea la semana que viene— le dijeron todas sus compañeras de turno.

—¿Por qué me ayudarían?— les pregunto Fleur

— Por lo valiente que eres y que gracias a que el hijo del jefe se ha prendado de ti, todas podemos estar tranquilas.

—Bueno, por soportarlo un día no pasa nada, así qué tranquilas. No me deben nada.

Un día se transformó en dos días y como siempre Fleur tenía que repetirse que necesitaba el trabajo que no debía perderlo. No hasta que consiguiera otro igual o mejor pagado, lo cual por supuesto que le era difícil, si estaba ahí era porque no había nada mejor.

—Por favor Fleur, sal conmigo esta noche

—No, esta noche no puedo— le repitió una vez más, sonriéndole.

Ahora entendía por qué sus compañeras le habían dicho que serían buenas con ella. Claro porque ninguna se atrevió a decirle que estaría ella siendo acosada por una semana entera o más, si al jr se le apetecía seguir cortejándola.

Pero más que sentirse halagada. Fleur lo que se sentía era… Acosada.

—Es la última vez que te lo pediré, Fleur.

—¿Pedirme qué?— le preguntó ella, casi rogando que no fuera una amenaza.

Por supuesto, como era de esperarse, no tuvo suerte, no solo era una amenaza, era un ultimátum para que aceptara salir a cenar con él.

—Es tu última oportunidad Fleur, para aceptar salir conmigo tienes hasta que el turno de hoy se acabe, has entendido.

Como le molestaba no poder mandarlo de una vez a la m*****a m****a, solo asintió y se excusó, saliendo de donde la había acorralado solo para toparse con la única persona que no deseaba volver a toparse.

Frente a ella estaba Michael Lewis, el tipo como siempre se encontraba tan malditamente sexy con su porte frío que le provocaba muchas reacciones en su cuerpo, de las cuales no tenía ni la puñetera ganas de lidiar con ella.

Lo único rescatable que tenía Michael era su hijo. El pequeño Michael, quien solo fue ver a Fleur fue corriendo hacia ella, demandando su atención.

—Fleur, Fleur ¿por qué no has ido a verme? Te estuve esperando esta semana, todas las tardes.

Si el pequeño Michael era por lo único que se decía Fleur que soportaba a su padre. Porque el niño no tenía la culpa de que su padre fuera ese hombre que la sacaba de quicio.

Michael no dijo nada, se encontraba en ese momento con la apariencia de alguien imperturbable, pero en el fondo estaba molesto, sobre todo por la mirada que ese sujeto se le quedaba viendo a Fleur-

¿Acaso es joven no podía cuidarse? Siempre que se la encontraba parecía estar en problemas.

La única razón por la cual se encontraba de regreso en ese restaurante era porque su hijo le había pedido volver a comer ahí.

No podía parar de decirse que se trataba de eso, por el deseo de su hijo. A él no le atraía una joven rebelde como Fleur por supuesto que no.

La razón por la que se mantenía atento al horario de entrada y de salida, era porque la joven. No tenía ningún cuidado sobre su persona y una vez más ponía a su hijo a su hijo de excusa. Al decir que cuidaría de aquellas personas que a su hijo les agradaba.

—¿Quiénes son?— preguntó el hijo del dueño del restaurante a un par más de empleadas al ver que tanto como el hijo como el padre acaparaban mucho a Fleur.

Las compañeras de Fleur solo se rieron, era obvio que tenía celos, pero si ellas fueran Fleur, se quedarían con el padre y el hijo y no con el imbécil del hijo de su jefe y dueño del local.

—Fleur te esperé cada día, hice mis deberes y comí todo, pero aun así no fuiste a verme— se quejaba el pequeño quien no quería dejarla ir de la mesa.

—Lo siento, yo no he podido— Fleur trataba de buscar ayuda en su padre.

Michael solo observaba a su hijo hablar con la joven, disfrutando de como esta parecía querer ayuda de su parte.

¿Acaso estaba haciéndole muecas?

Se preguntaba Michael, quien observaba a Fleur hacer muecas, queriendo zafarse de alguna manera de los abrazos de su hijo, cada que ella trataba de alejarse.

Como estaba orgulloso de su pequeño Michael, luchando por lo que quería y lo que deseaba era la atención de la joven.

Definitivamente, quien no estaba de acuerdo con la situación, aparte de Fleur quien trataba de no gritar a causa del estrés, era el hijo del dueño quien no soportaba que le quitaran la oportunidad de poder acorralar a la bella Fleur.

Ella sería suya, no importaba lo que costará, no dejaría que ese hombre y su hijo siguieran quitándole el tiempo a Fleur.

Las demás meseras y las cocineras se acercaron a ver cómo el hijo del dueño caminaba hasta donde se encontraba Fleur con el hombre y su hijo.

En el fondo deseaban que ambos le hicieran pasar a Fleur un mal rato, era normal tener celos, sobre todo al ver a Michael, no importaba que fuera un hombre frío y que no mostrará emociones, era un hombre muy apuesto, y si eso no fuera suficiente era rico.

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