La habitación se llenó de una cálida sensación, iluminada apenas por el titilar de las luces navideñas que se filtraban desde el pasillo.Los sonidos del mundo exterior quedaron en un segundo plano: el susurro de la nieve contra la ventana, el crujido ocasional de la casa al asentarse contra el viento. Todo lo que existía era ese momento, ese espacio compartido entre ellos.Benjamín deslizó sus manos por el rostro de Winnie, enmarcándolo con cuidado como si estuviera contemplando algo sagrado. La besó nuevamente, esta vez con una mezcla de ternura y pasión contenida, dejando que sus labios hablaran el lenguaje que las palabras no podían abarcar.Winnie se aferró a él, sintiendo el calor de su piel, la seguridad de sus brazos alrededor de ella. Ella lo aceptaba tal cual, con su pasado su cicatriz y todo el amor que él le daba. Había un fervor en cada caricia, pero también una paciencia infinita, como si Benjamín entendiera que no se trataba solo de deseo, sino de algo mucho más profund
Voces en eco, gritos y bullicio por peleas, se filtraba por las pequeñas rejillas de la ventana, marcando sombras frías sobre las paredes grises. Jankel se encontraba sentado en el banco de concreto, mirando al frente sin realmente ver nada. Los ecos lejanos del bullicio de la prisión llegaban hasta él, pero él estaba atrapado en su propia mente, enredado en pensamientos oscuros y recuerdos de lo que había hecho. Maquinado su próximo paso una vez que salga de prisión. Pero sabe que debe tratar que ahora sí lo trasladen a su país, porque si lo juzgan en Canadá estaría perdido.Todo había empezado con la idea de tener el control, de recuperar lo que había perdido. Había sido un hombre que pensaba que siempre podía manipular a los demás, que podía hacer que todo a su alrededor se ajustara a su voluntad. Pero ahora, aquí, entre rejas, las paredes parecían cerrarse cada vez más, y todo lo que había intentado controlar le había explotado en la cara."Pensé que tenía todo bajo control... tod
—Mierda, esto apesta maldita sea.El frío de la celda no era nada comparado con el frío que sentía en el alma. La soledad me daba tiempo para pensar, y aunque siempre creí que era un hombre que sabía cómo manejar sus emociones, ahora era evidente que no podía escapar de los recuerdos que me atormentaban. Winnie... William... todo lo que tuve y lo que destruí con mis propias manos.Siempre fui un hombre orgulloso, o al menos eso creía. Cuando conocí a Winnie, ella era todo lo que un hombre podía desear. Hermosa, inteligente, muy estrecha, buen cùlö y buenas tëtäs, con un carácter fuerte pero dulce a la vez. Me veía como si fuera un héroe, alguien capaz de hacerle frente al mundo por ella. Y al principio, me gustaba ser ese hombre. "Al principio", qué irónico suena ahora. Me encantaba escucharla gemir, llorar y pedirme que me detenga. La ponía en la posición que más quería y ella obedecía como un cordero al matadero. De sólo besarla ya estaba mojada, me deseaba y ese poder que tenía sob
La madre de Yankel lo había llamado para saber de él, preguntó si Manu había ido y dejado las cosas que él envío.Jankel se quedó en su banco, mirando las sombras que se alargaban por la celda, mientras las palabras de Manu seguían resonando en su mente. "Tu hijo y tu mujer están con su nueva familia..." Una parte de él deseaba no haber escuchado eso, pero otra, la más sincera y dolorosa, sabía que era lo que merecía.Dejó que su mente vagara, pensando en los años que pasó con Winnie. Cuántas veces había pensado que tenía el control, que podía manejar la relación y la vida de su esposa a su antojo. Cuántas veces la había manipulado, la había aislado de su familia y de sus amigos, creyendo que eso era lo que un hombre debería hacer para mantener el poder en su hogar. Pero todo eso, al final, lo había perdido. Había perdido su familia, su dignidad y, lo peor de todo, el respeto de la mujer que amaba, aunque en su retorcido corazón nunca lo había reconocido.Recordó las primeras veces qu
—¡Mamá, papá apresúrense, sinó los regalos se van a agotar!Todos caminan apresurados tomados de las manos en el mercado de la ciudad, en medio de un gentío. William caminaba por la calle, con una lista de compras en su mano y Winnie lo tomaba la mano derecha y Benjamín que lleva a Emma en un cargador de bebe lo agarra por la mano izquierda.El Día del Niño se acercaba rápidamente, y en su mente, la idea de sorprender a todos sus maestros y a la niña que le gustaba, Valentina, era una tarea que no podía posponer. Aunque a veces se sentía un poco torpe al expresar sus sentimientos, esta vez había decidido que haría algo especial.William había escuchado que Benjamín tenía una habilidad especial para tallar madera, un talento que parecía salido de un cuento de hadas. Benjamín, siempre dispuesto a ayudar a su hijastro, había tallado en su tiempo libre, juguetes y figuras para algunos niños del vecindario en el pasado, y William pensó que, si le pedía su ayuda, podría hacer algo verdadera
—William, ¿me ayudas a cuidar a tu hermana en lo que Benjamín y yo apaleamos un poco de nieve de la entrada?—Si, mami. ¿Puedo llamar a Valentina después para invitarla a jugar junto a mis amigos?—Claro hijo, siempre que sus padres le den permiso.La víspera de Nochebuena está cerca, y William no puede dejar de pensar en Valentina. La Navidad está en el aire, y en el pequeño pueblo, todo estaba decorado con luces brillantes, guirnaldas y un espíritu de alegría que envolvía a todos. William poco a poco iba dejando sus traumas atrás y su mente se llenaba de vivencias que nutrían su espíritu y su mente. Sin embargo, William tenía algo en mente que lo hacía sentir nervioso, algo mucho más especial que cualquier regalo que pudiera recibir.—Benjamín, ¿tú crees que Valentina aceptaría mi invitación?—pregunta William con los ojos llenos de duda. Estaba sentado en la mesa de la cocina, mirando con atención a su hermano mayor, que preparaba la cena.Benjamín, quien había estado organizando to
Ya es la mañana del 25 de diciembre, una fecha que todos o casi todos esperan.Winnie despierta lentamente junto a Benjamín totalmente desnudos, aún sintiendo el calor de la noche anterior, esa noche que, después de los fuegos artificiales, había sido todo lo que había soñado. El aire de Navidad parecía envolver la casa con su magia, y el sonido suave del reloj de pared marcaba el ritmo de un nuevo día.En la cama, Benjamín la abrazaba por detrás piel con piel, su cuerpo cálido junto al suyo, con una mano suavemente posada sobre su estómago. Winnie sonríe, recordando cómo había sido todo tan perfecto esa noche. Los fuegos artificiales, el chocolate caliente, la risa de los niños… y después, cuando todo quedó en silencio, solo quedaba el suave susurro de sus respiraciones entrelazadas y una habitación llena de amor y pasión desmedidos. Ambos disfrutaron hasta quedar saciados.Benjamín, como si leyera sus pensamientos, se acercó un poco más viendo los chupones en su cuello, y su mano co
La mañana de Navidad continuó con una alegría inquebrantable, llena de risas, abrazos y, por supuesto, regalos. William, no contento con abrir sus propios obsequios, corrió al teléfono con la emoción de un niño al que se le acaba de ocurrir una gran idea.—¡Voy a llamar a Valentina! —dijo William, dándole a Winnie y Benjamín una mirada cómplice. Con su energía desbordante, comenzó a marcar el número en el teléfono de casa, mientras sus padres se relajaban junto a la mesa, observando la escena con una sonrisa.—¡Feliz Navidad, Valentina! —dijo William con una sonrisa amplia al recibir la llamada. Se le podía escuchar en su voz lo emocionado que estaba de compartir ese momento con ella.—¡Feliz Navidad, William! —respondió Valentina, su voz llena de dulzura. Había algo en esa pequeña llamada que reflejaba la pureza de la infancia, esa conexión sincera entre dos niños, que, aunque pequeños, sabían el significado de compartir y celebrar.Mientras William conversaba con Valentina, Benjamín