La navidad es para todos

Era temprano en la mañana, y la casa estaba tranquila. Benjamín se despertó antes de que Winnie o William se levantaran. Decidió darse una ducha rápida para comenzar el día.

El agua caliente lo ayudó a despejarse, pero no pudo evitar pensar en todo lo que había sucedido la noche anterior.

Benjamín salió del baño envuelto en una toalla alrededor de su cintura. Al abrir la puerta, se encontró con William, de pie en el pasillo. El niño, aún en pijama, lo miraba con curiosidad fijamente.

—¿Qué haces despierto tan temprano, campeón? —preguntó Benjamín, sonriendo mientras se frotaba el cabello mojado con otra toalla olvidando por completo su cicatriz.

El niño notó la larga cicatriz que atravesaba su pecho, desde el lado izquierdo hasta cerca del abdomen. Su curiosidad fue inmediata.

—¿Qué te pasó ahí? —preguntó, señalando la marca con el dedo.

Benjamín se detuvo, sorprendido por la pregunta. Se llevó una mano a la cicatriz y dejó escapar un leve suspiro.

—Es una vieja herida. No te asustes—
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