Anastasia
Camino de un lado al otro en mi habitación, pensando si es buena idea salir o mejor, me quedo a descansar en mi cama, lanzó un pequeño grito de frustración y sabiendo que lo que haré es una locura monumental, tomó mi bolso y salgo de mi habitación, cerrando la puerta con mucho cuidado para que nadie me escuche.
—¿En verdad vas a verte con esa princesa y a escondidas? —inquiere Fiară con una mueca de desdén en su rostro en cuanto me ve salir de mi habitación.
—¿Me estabas vigilando? —inquiero indignada—, y ya te he dicho que no le digas princesa y sí, iré a verlo, me gusta platicar con él —respondo recogiendo mi bolso que se me cayó debido a la sorpresa y ajustándolo en mi brazo.
—Lo que a ti te gusta es él —me contradice con una sonrisa en su rostro y si no estuviese tan
Terminamos de cenar y cuando pasan a retirar nuestros platos, Damien me señala el asiento a mi lado como una indirecta para que le dé permiso, le hago espacio y dejo que se siente al tiempo que mis manos comienzan a sudar por su cercanía. —¿Cuánto dura el viaje? —pregunto en un intento por mantener a raya mis nervios. —Solo dura ocho horas Ana. —¿O-ocho horas? —inquiero con la voz entrecortada, «es seguro que Ben me montará una escena en cuanto llegué». —¿Te arrepientes? —responde con otra pregunta, acercándose a mí y dejándome literalmente encerrada entre la ventanilla y su cuerpo. —N-no, es solo que no pensé que duraría tanto. —Me parece que no es tan largo el trayecto, por el contrario, se me hará corto a tu lado —murmura acercando su rostro al mío y cuando creo que dejará un beso sobre mis labios me señala con la barbilla el poco paisaje que se aprecia desde la ventanilla—, de día es más hermoso, pero mañana temprano te aseguro que podrás disfrutarlo. —De noche también se v
—¿Qué se le ofrece? —brama uno de mis hombres apuntándome con su arma en cuanto llegó a las rejas.—Soy tu jefa, ábreme la puerta —le ordenó destapando solo un poco mi rostro, que gracias a la oscuridad es imperceptible para cualquiera que no esté lo suficientemente cerca.—L-lo siento jefa, le aseguro que no fue mi intención hacerla esperar —se disculpa mi hombre con la voz entrecortada debido al miedo y abriendo con manos temblorosas las rejas.—No te preocupes, únicamente estás haciendo tu trabajo como se debe —paso a su lado y antes de seguir lo interrogó—, ¿y Ben?—Se encuentra en la casa, jefa, perdone que se lo diga, pero después de que ayer desapareció las cosas se pusieron muy feas, estuvimos buscándola por horas.—Me lo imagino, pero no fue culpa de ustedes, ¿qué más sucedió en mi ausencia?—Casi… casi asesina a sus guardaespaldas, pero gracias a la señora Marisha es que siguen con vida, por favor no le diga que yo se lo dije —me implora, mirando furtivamente por encima de m
Damien —¿Dónde estuviste? —inquiere Yasha en cuanto abro la puerta de mi oficina.—¡Hola, buenos días Yasha! Yo estoy muy bien, gracias —respondo ignorando su pregunta.—Déjate de bromas.—Necesitaba un poco de espacio Yasha, no quería hablar con nadie, ¿contenta?—Pero ¿qué sucedió para que salieses así ese día? —insiste mirándome con esos ojos suyos que parecen de rayos X.—Como bien lo dijiste el General Kazakov no quiso reabrir el caso de mis padres —respondo al tiempo que le doy la espalda.—Lo lamento, sabíamos que eso era probable. ¿Qué razón te dio?—Que la muerte de mis padres se debió a un accidente, además, de que debemos de centrarnos en encontrar a La muñeca de Bratva.—
Anastasia Después de ese intenso beso con Damien y su pequeña confesión de que no ha dejado de pensar en mí, coloco mi mano sobre mi corazón en un intento por tranquilizarme, dado que éste parece estar fuera de control y temo que mi acompañante sea capaz de escuchar el retumbar de él.—¿Entonces no sabes cocinar? —inquiere Damien después de varios minutos de permanecer en silencio.—No.—¿Cómo es posible que sigas viva? Yo no puedo vivir sin llevar un buen bocado de comida a mi boca.—Mi na… alguien cocina para mí Damien —me corrijo antes de hablar de más y provocar que la curiosidad de Damien se dispare en esa cabecita suya.—¿Quién? ¿Tu amigo el malencarado? —inquiere soltando un resoplido y solo por qué no puedo verlo, pero estoy casi segura de que puso los ojos en blanco al decir esto.—No. Recuerda… que tengo unos pequeños restaurantes por lo que es imposible que muera de hambre —le miento.—Es verdad lo había olvidado. ¿Entonces supongo que mi cena no será tan magnífica como la
Giro el auto a la derecha y aunque he dejado de ver el rostro de Damien no puedo evitar seguir sonriendo por todo lo que sucedió en esta noche.—Parece que te divertiste mucho Ana —escucho la voz de Ben en la parte trasera del auto y al instante freno en seco.—Pero, ¡¿qué mierda haces aquí?! —chillo girándome en mi asiento para observar a Fiară quien permanece recostado con un poco de dificultad sobre el asiento trasero—, ¿cómo entraste? Olvídalo, no respondas, es más que obvio —le recrimino.—Baja del auto, es más seguro que vayamos en una de las camionetas —me pide sentándose y mirando a cada lado de la calle.Hago lo que me pide y de inmediato varias camionetas hacen su aparición, mis hombres bajan y sin perder tiempo sacan sus armas, Fiară se apresura a cubrirme con su enorme cuerpo y de esta manera subo a la segur
Benedikt—¡Maldita sea! Esto no puede ser posible —exploto furioso cuando termino de revisar toda la información que mis hombres han recolectado.—¿Sucede algo malo Ben? —inquiere Marisha entrando a la estancia.—Nada por lo cual debas preocuparte nana.—No me mientas Benedikt, que sé perfectamente cuando me estás escondiendo algo, lo veo en tus ojos que rehúyen mi mirada.Lanzo un quejido y sin más remedio le cuento todo lo que sé hasta el momento.—Al parecer el nuevo Coronel está recibiendo ayuda del Servicio Federal de Seguridad para dar con nuestra ubicación.—¿Y supongo que eso es malo?—Así es nana, esos hombres trabajan muy de la mano con el bastardo del Primer Ministro —en cuanto escucha esta pequeña información, cubre su boca con su mano—, por lo qu
Damien Me encuentro en el comedor terminando de acomodar algunas velas en sus pedestales cuando el timbre me anuncia que mi invitada ha llegado, le lanzo una última mirada a todo el lugar y me apresuro a abrirle; y aunque la belleza que desprende Ana, es algo a lo cual ya debería de estar acostumbrado después de pasar tiempo juntos por algunas semanas, nada me prepara para verla enfundada en un grueso abrigo negro que hace resaltar sus hermosos ojos azules, los cuales brillan como un faro de esperanza en medio de una tormenta y, esa sonrisa entre coqueta y seria que solo ella puede dedicarme. —Pasa, hace mucho frío afuera —le tiendo la mano y la ayudo a entrar. Cuando retiro su abrigo para colgarlo en el perchero, mi respiración se detiene y mi voz se queda atascada en mi garganta por algunos segundos, impidiéndome proferir sonido alguno. —T-te ves increíble —confieso cuando salgo de mi letargo—, ese vestido no te hace justicia Ana —me acerco a ella y dejo un pequeño beso en sus
Benedikt —¿Lo acompañamos jefe? —inquiere uno de mis hombres en cuanto cruzo la puerta. —No es necesario, prefiero que se queden a vigilar. Me encamino a la cochera donde ya espera uno de mis autos y subo sin perder tiempo, deseando escapar hasta de mis propios pensamientos. Manejo a toda velocidad sin saber qué hacer con la información que descubrí hoy, no deseo que la vida de Ana peligre, pero tampoco me siento con el derecho de destruir esa nueva ilusión que crece en ella. —¡Maldita sea! —grito golpeando una y otra vez el timón—. No debí dejar que te acercaras a ese hombre. Paro el auto y me percato de que me encuentro en el Cel Neiubit, salgo y decido pasar un rato en este lugar, tal vez unos tragos me hagan pensar bien lo que haré y como le diré a Ana la verdadera identidad de ese infeliz. Entro al bar observando todo a mi alrededor, le hago un leve asentimiento de cabeza al encargado del lugar, quien se acerca a paso lento hasta donde me encuentro. —¿Cómo han estado las